•Capítulo veintisiete

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Volveremos a conquistarla. Haremos que se enamore más de nosotros hasta que los pensamientos de irse de nuestro lado se hayan esfumado.

•Capítulo veintisiete

Narra Rey Swallow

Toqué tres veces la puerta de Coté. Ella dio permiso para que pasara y así lo hice. Estaba frente a su espejo viendo cómo le quedaba un vestido rojo. Se veía preciosa, con un cuerpo maravilloso. Me encantaba.

—¿Crees que me va bien?—Me preguntó ella.

—Sí, todo te queda bien, Coté.—Respondí sincero.

—Pero solo dime de este vestido, Rey.—Volvió a preguntar esta vez viéndome.

— Exactamente ese vestido me encanta cómo luce en ti.—Le dice. Y era así, se veía magnífica.

—Gracias, Rey. ¿Deseabas algo?—Preguntó. Pero no deseaba nada más que verla.

—¿Puedo tocarte?—Tenía miedo que me dijera que no pero ansiaba tocarla.

—Sí, Rey, puedes tocarme.—Podría interpretarse de otra forma su respuesta pero esta vez quería aunque sea sólo tocarle el rostro.

Me acerqué y me incliné para poder verla a los ojos. La extrañaba tanto, la tenemos cerca pero no podemos hacer nada más. Aspiré su aroma y ella me abrazó, me tomó por sorpresa pero lo recibí gustoso. Sus brazos me rodearon dejando a mis brazos atrapados por los de ella. Casi podía arrodillarme y seguir en la misma posición. No sé cuánto tiempo pasó, pero no quería separarme de ella.

—No le digas a tus hermanos sobre esto, no quiero pasar a sus habitaciones y hacer lo mismo.— Me susurró cerca de mi oído.

—Nos has castigado mucho, Coté. Apenas podemos estar cerca de ti, hemos dado mucho.—Me quejé.

—La señora Diana me dio algunos consejos sobre cómo actuar cuando sucediera algo parecido o igual a esto, dijo que me vendrían bien.—Me respondió ella. Y debí imaginarlo, nuestra madre es malvada.

—¿Qué tanto metería en tu cabeza, Coté?—Realmente pudo haberle dicho un sinfín de cosas.

—Ella los conoce mucho mejor que yo, Rey. ¿Podemos salir a algún lugar? Me siento encarcelada. —Me dijo ella, sacándose el vestido y colocándose ropa cómoda.

—¿Tratarás de huir?—Le pregunté.

—No, Rey, no lo haré.—Contestó ella cerca de mí.

—¿Me estás seduciendo, Coté? No soy idiota.—Respondí molesto alejándome de ella.

—¿Qué?—Contestó rápidamente.—No, ni siquiera sé cómo hacerlo exactamente.

Tan concentrado a ella estaba que no oí los ruidos que provenían de la planta baja. Con ella podía pasarla bien.

Los ruidos siguieron avanzando hasta llegar a nosotros. Mis demás hermanos abrieron y se acercaron a Coté. La alejaron de mí, Wolfgang la llevó casi corriendo a la planta baja. Yo fui detrás de ellos.

Ocho corazones para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora