•Capítulo veintiocho

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•Capítulo anterior

Seguía deleitándome con su voz, a pesar de ser un libro ácido quería oírla más. Me narraba la vida de un hombre brusco, nada sensible, con su mujer o con su hijo y mucho menos con su trabajo. Su voz suavizaba la naturaleza del libro. La mujer sin espíritu que oculta la maldad de su marido. Un libro que jamás hubiese leído lo estaba oyendo y me gustaba. Así siguió hasta que no supe más. Me fui feliz, ella me llevó a dormir con su tierna voz. Mañana sería un nuevo día para estar con ella y adorarla.

•Capítulo veintiocho

Acá estábamos esperándola. Queríamos verla como vestía hoy. Una mañana que amenaza con soltar nubes llenas de agua y empapar todo tu ser.

—Estás preciosa, Coté.—La elogió Eilad. La vio de pies a cabeza y sonrió. (Coloqué el outfit de Coté arriba)

—También te ves lindo, Eilad.—Le dijo ella viéndole y sonriéndole. Él lucía un pantalón negro de vestir, una camisa negra cuello de tortuga, una gabardina negra y sus lustrados zapatos negros. Amaba ese color que lo demostraba con su vestimenta. Wolfgang llevaba puesto un jeans negro, suéter negro, su gabardina café y sus zapatos del mismo color. Adán vestía un pantalón negro, su suéter café y sus zapatos negros parecidos a unos botines. Damien vestía pantalón de vestir negro con su cinturón negro, camisa negra formal con dos botones desabrochados, y sus botines negros. William cargaba un jeans azul, su camisa negra de mangas cortas y sus botines negros. Levi usaba una camisa blanca, pantalón negro de vestir y sus zapatos negros. Willem portaba un jeans beige, camisa blanca y su chaqueta de lona negra, junto con sus botines negros. Yo usaba un pantalón negro de vestir, un suéter verde oscuro y mi saco negro, con mis botines negros recién lustrados.

—¿Nos vamos?—Preguntó William tendiéndole su mano.

—Sí, vamos.—Dijo ella aceptando su mano.

Nos metimos a la camioneta y fuimos directo al museo. Íbamos todos en silencio, por momentos veíamos a Coté, ella estaba pendiente en su libro que pocas veces levantó su vista. Especialmente hoy estaba vestida tan bien, ese conjunto dejaba a la vista su bonita figura.

—Hemos llegado.—Avisó William. Él aún sentía dificultad al caminar así que lo hacía caminar lento por eso decidimos ir a la par de él.

Entramos al precioso museo de arte. Coté inmediatamente fue a ver todo lo que le gustase, nosotros íbamos tras ella pero se escabullía para ir a ver otros más. Decidimos sentarnos y verla disfrutar. Vio absolutamente todo, hasta los pequeños cuadros la asombraban. Damien empezó a fotografiarla en cada pose que ella ponía y a él le gustara. Ella merecía ser fotografiada siempre.

—Creo que le gustó, fue una buena idea Wolfgang.—Lo felicitó Damien mientras veía las fotos que tomó de Coté.

—Pero es muy inestable, por momentos está feliz y luego solo nos aleja.—Contestó Adán revisando la hora en su reloj.

—Lo sé y ha tardado mucho. Está que se me revienta la polla pero imaginar follarme a otra me parece asqueroso, solo la deseo a ella.—Renegó Damien.

—También quiero follarla pero es imposible.—Suspiró Adán al decir aquello.

Coté había visto todo lo que había en el museo, oyó con atención lo que los guías le explicaron, pensábamos que ya era momento de irnos.

Le avisamos y ella pidió ir al baño. Nos volvimos a sentar y la esperamos. Pasamos así más de veinte minutos y Coté no volvía. Damien empezó a reír de manera extraña y lo vimos de la misma manera.

Ocho corazones para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora