•Capítulo tres

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—Ya mátenlo. Cuando vuelva quiero verlo con los sesos esparcidos por el suelo.—Dijo Wolfgang saliendo de donde nos encontrábamos, sabíamos que iría por ella.

—¿Tus últimas palabras, Danilo?

•Capítulo tres

—¿Tus últimas palabras, Danilo?—Lo teníamos arrodillado junto con sus hombres. Mi noche casi estaba cerrándose de la mejor manera, solo me faltaba ver a ese pequeño ángel caído.

—Púdranse, malditos cojonudos, a esa chica no la podrán salvar. Sé que la han visto ya, la encontrarán primero, le avisé a su dueño. No tardará en venir por ella, se joderán.—

—Sabes, me importa una mierda lo que digas, estás a un pie de tu tumba.—Damien haló el gatillo y el cuerpo inservible de Danilo cayó junto con los de sus hombres. Vi su cadaver, los ojos inyectándose en sangre y el agujero en la frente lanzando sangre, asqueroso, que se pudra en el averno. Eso y más se merecía, queríamos torturarlo un poco pero había alguien muchísimo más importante que esa basura.

—¿Ya la encontraría Wolfgang?—Pregunta William.

—Tendremos que ir a ver, quiero olerla, me desespero al no saber a qué huele. —Dice, Eilad.

—Hermano, ¿la tienes?—Quiero verla de cerca, y tocarla. No sé si tendrá la textura de un cuadro de pintura en relieve, quiero saber si no mancharé mis dedos con la amplia paleta de colores que escogieron para pintarla, quiero saber si huele a pintura fresca. Quiero pasar mi lengua por sus cicatrices, desearía contar cada una de sus pecas. A ella quiero observarla hasta el cansancio, sentimiento que jamás pasaría. Si ella fuese una película la vería, sería mi favorita, abriría una cuenta solo para darle cinco estrellas y comentarla.

—Sal de ahí, muñequita. Queremos verte.—Dice Wolfgang, la pequeña se ha escondido debajo de un auto viejo que estaba en ese edificio. Está escondida y se empeña en no salir. Sabíamos que tenía miedo, Danilo la asustó haciéndole creer que la mataríamos al encontrarla.

—Preciosa, sal, no te haremos daño, te lo prometo. —La tranquilidad con la que le habla Adán me sorprendió.—Vamos niña.—Golpea el auto con sus palmas, tan fuerte que nos hizo saltar, nos tomó de imprevisto esa reacción. Y se le acabó la paciencia.

—Qué carajos haces, la asustarás más, idiota.—Dice Eilad.

Nuestros corazones estaban eufóricos, desde ya podía olerla.

Cuando nos damos cuenta Wolfgang y Willem la estaban halando de los tobillos. Cuando ya ha salido completamente empezó a retroceder con miedo palpable. Mis hermanos la volvieron a tomar. Wolfgang la abrazó y la pegó a su pecho. Ella trataba de moverse para lograr liberarse. Sus mejillas sonrojadas y empapadas de lágrimas, sus cejas juntas, su labio con un leve puchero. Triste, temerosa y aún así es preciosa.

Al fin la teníamos frente a frente, y de cerca es muchísimo más hermosa.

—Hola, pequeña. Tendrás que venir con nosotros. Vamos, camina.—Le dijo Damien. Ella no pronunció ninguna palabra, solo seguía viéndonos con miedo.  Quería oír su voz. Ahora que ya sabía su olor, no me conformaba aún, deseaba más de ella. Quería lamer sus lágrimas, quiero comérmela entera. Que nos la comamos entera. El odio que en algún momento le cogimos por lo que nos hizo se esfumó, ya no habían más sentimientos negativos hacia ella.

Wolfgang quien la tenía presa en sus brazos, le dio la vuelta y la colocó en su hombro. Ella solo gimió por el impacto, jamás habló. Era hora de irnos y ella tenía que venir con nosotros, caminamos hasta llegar a nuestra camioneta y Wolfgang la depositó en los asientos traseros, al hacer eso ella corrió e intentó abrir la puerta, le fue imposible ya que tenía el seguro para niños.

Necia en su misión por abrir la puerta fue detenida por mis hermanos ya que subieron a la camioneta. Ya todos dentro, Willem la colocó en su regazo, la incomodidad que sentía nosotros también la sentimos pero eso no le impidió a mi hermano dejarla ahí. Casi podíamos oír su corazón palpitar, sus manos temblorosas y heladas. Su pequeño pantalón negro ceñido a la cintura, una blusa que antes era blanca, mangas cortas, sus converses negras, su cabello en una media coleta y su flequillo ligeramente empapado de sudor.

Mi hermano Adán estuvo conduciendo un tiempo, luego tomamos el desvío para llegar a nuestra propiedad, la chica junto a nosotros seguía temerosa pero sin decirnos nada. ¿Cómo podía estar tan callada?, ¿Qué estaría pensando?, ¿seguirá pensando que la mataremos? Jamás haríamos tal cosa, y menos ahora.

—Hemos llegado, muñequita.—Le informó Willem. Mientras abría la puerta. La tomó del brazo y caminó con ella dentro de la casa con nosotros detrás.—En qué piensas, dulzura.—Lanzó Rey.—Ni siquiera has dicho ninguna vocal. ¿Quieres comer con nosotros?, es pregunta retórica cariño, obviamente comerás con nosotros.

—Déjenme ir.—Susurró. Por fin. Por fin la hemos oído dirigirnos la palabra.—Por favor, yo, necesito irme.

—Cariño, apenas hemos llegado, y te informo que no te irás. Ni por ahora ni por dentro de diez años.—Damien la estaba asustando pero ella tenía que entender que no volvería a estar sola en este mundo, teniéndonos a los ocho. Aunque no quisiera, ella debía de aceptarlo. No la culpo por habernos robado información, al final de todo la obligaron. Pero al hacer eso nos fijamos en ella y no la dejaremos ir nunca.

—Haré la cena, vayan a limpiarla, parece vagabunda de lo sucia que está.—Escupió Damien siendo todo un caballero, como de costumbre.

Wolfgang la llevó arriba con nosotros tras él, Adán y Damien se quedaron en la cocina, harían la cena. Ambos tienen un gusto por la cocina, para nosotros son los mejores cocineros. Siempre hacen platillos diferentes y todos son los mejores. Menos el helado de langosta, el cual prepararon para nuestro cumpleaños, sabía horrible, pero tuvimos que comerlo, no le despreciamos nada a nuestros hermanos.

—Te quedarás aquí, esta será tu habitación. Por el momento tendrás que usar nuestra ropa, porque no tenemos ropa para ti, eres muy pequeña y eres mujer, como ves todos nosotros somos hombres, bonita.—Rey la llevó al final del pasillo, esa sería su habitación. Y de solo imaginar que la tendremos a unos cuantos pasos, me emociona. Le ayudaremos a decorar su habitación, la pintaremos del color que guste, con los muebles que desee.

—Te puedes duchar, cepillar tus dientes y hacer tus necesidades, la habitación y el baño son todos tuyos, Coté. Úsalos. Ve, te esperaremos.—Wolfgang le habló sin embargo ella no se movió. Solo seguía temblando con sus manos entrelazadas.

Me acerqué a ella y la llevé al baño donde comencé a desvestirla, aunque eso fuera caliente, no le haría nada que no quisiera.

—No. déjenme.—Gritó ella.

Continuará...

Ocho corazones para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora