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Una semana después

Ten


No podía respirar.

Algo pesado aplastó mi pecho, presionando mis pulmones.

Algo malvado, pensé. ¿Un demonio hambriento de mi alma? Floté en ese espacio oscuro entre estar soñando y estar despierto, aterrorizado mientras mis peores sueños se hacían realidad.

—Hay monos fantasmas en el armario... —susurró en mi oído una voz suave, extrañamente aguda. La adrenalina se disparó y me senté, un niño diabólico de cuatro años cayendo de mi pecho.

—iAuch! —chilló Woonie, observándome desde el final de la cama como si lo hubiera traicionado —¡Los monos fantasmas dan miedo! Quiero que te los lleves.

Oh, mierda. ¿Ya era de mañana? Miré el reloj. Por supuesto, eran las siete de la mañana. Ya. Demonios. Bueno, al menos Woonie estaba aquí molestándome a mí y no a su padre. Ese chico se merecía una mañana durmiendo hasta tarde.

—Lo siento, cariño —dije, abriendo mis brazos. Woonie correteó por las sábanas y se acurrucó en mis brazos —¿Qué es eso de monos fantasmas?

—En mi armario —dijo con ojos muy abiertos —Quieren comerme.

—No hay monos fantasmas —dije firmemente —¿De dónde sacaste esa idea?

—Siasung —susurró. Debería haberlo sabido. Solo había vivido aquí dos semanas, pero ya odiaba a esa mocosa de cinco años que iba a la guardería con Woonie. Sus padres le dejaban ver cualquier cosa en la televisión, lo que significaba que llenaba la mente de Woonie con mierda y películas de terror constantemente.

¿La peor parte? Ni siquiera lo hacía por ser mala. Hasta donde me daba cuenta, la pequeña se encontraba enamorada de nuestro chico, Woonie.

—Siasung no sabe de lo que habla —dije—. ¿Crees que te mentiría sobre monos fantasmas?
Inclinó su cabeza hacia mí, luego la sacudió.

—Vamos a mirar en el armario juntos —dije —Te mostraré que estás a salvo y entonces usaré un poco de mi aerosol anti monstruos para estar seguros.

Nos arrastramos fuera de la cama. Sostuvo mi mano mientras agarré un ambientador en aerosol con esencia de vainilla que compré con ese propósito. Luego nos dirigimos por el pasillo y oí voces murmurando desde la cocina, aparentemente Sungwoon tenía compañía.

—Los monos se encontraban allí —dijo Woonie, apuntando hacia el armario, asustado. Encendí la luz del dormitorio, me acerqué a la puerta y la abrí.

—No hay monos fantasmas —declaré, tomándome unos segundos para examinar cada centímetro, sabiendo que marcaría una diferencia para él. Incluso revisé detrás de las ropas colgadas.

No era la primera vez que tenía que inspeccionar el armario de Woonie por monstruos.

—El aerosol —demandó él.

Rocié el pequeño espacio a fondo con ambientador.

—Ahí está —dije—. No hay manera de que los monos fantasmas o cualquier otra criatura puedan entrar ahora.

—Gracias —susurró Woonie, envolviendo sus brazos alrededor de mis piernas.

—De nada —murmuré, luchando contra un bostezo. Mierda, necesitaba algo de café—. Vamos a buscarte algo para comer.

—Papá está en la cocina hablando con el tío Niel.
Interesante.

Tanto para que Sungwoon durmiera hasta tarde.

So Intense || Taeten [ ✓ ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora