Las malas decisiones conllevan desastrosas consecuencias.
Si alguna vez me pareció atractiva la idea de consumir droga, aquella estupidez se evaporó de mi cabeza cuando desperté en mi cama al día siguiente de consumirla.
Estómago revuelto, dolor de cabeza, pérdida de memoria... fueron incontables los efectos secundarios que la sustancia dejó en mi cuerpo, y si ya era bastante desagradable sentirme mal, no me hacía ninguna gracia no recordar lo que había hecho. La última imagen que almacené en mi cabeza fue la de Zac ofreciéndomela y yo aceptando.
Él se había llevado la peor parte, pues había ingerido más que yo. Con todo, necesitó estar todo un día con una bolsita fría sobre la cabeza y unas gafas de sol, incluso dentro de casa con las luces apagadas.
Esperaba que, como yo, hubiese aprendido la lección y dejase de tontear con las drogas.
Por suerte habíamos cometido aquella imprudencia varios días antes del inicio de nuestra gira nacional, y para cuando llegó el día ya estábamos totalmente recuperados. Exhaustos de tantos ensayos y pocas horas de sueño, pero recuperados.
Entre bambalinas vimos a los fans agolparse y correr hacia la pista para hacerse con un lugar lo más cercano posible al escenario. Si ya estaba de los nervios, verlos a ellos eufóricos me provocaba náuseas.
Y es que aquello que más anhelas es también lo que más te aterra.
Fueron incontables las veces que soñé con verme a las puertas de un escenario en Emerville, escuchando al público gritar mi nombre y experimentar esa adrenalina previa al espectáculo. Llegué a imaginarlo tantas veces que incluso lo veía con tanta nitidez como si lo hubiese vivido. Lo que nunca llegué a pensar era en el miedo que sentiría. No a que se me olvidase un acorde, las canciones las había memorizado hasta ser capaz de tocarlas sin mirar las cuerdas. Miedo a fallar, a decepcionar a los fans, a la gente con la que había crecido y, peor aún, a mis compañeros de banda.
Después de tanto, al fin lo habíamos conseguido. Nuestra gira daba comienzo.
—¿Estás bien?
Parpadeé varias veces, regresando a la realidad a través de la voz de Drew. Él me miraba con el rostro sereno.
—Eso creo.
El rubio sonrió en respuesta, secándose el sudor de la mano en su camiseta. No había rastro de su look habitual. Los estilistas le habían prohibido salir al escenario con tan solo un chaleco y el pecho al descubierto porque, a su juicio, era algo muy vulgar.
¿En serio? ¿Drew, vulgar con sus chalecos? Imposible.
—Lo vas a hacer de puta madre, estoy seguro. —Con la misma convicción con la que habló, tiró de mi cintura hasta chocar con su cuerpo y me besó en los labios.
Lejos de tranquilizarme, aquel gesto me aceleró el pulso y provocó que un puñado de mariposas revoloteasen en mi estómago, lo cual era extraño. El rubio era puro fuego, era fácil para él conseguir excitarme y que mi corazón bombease rápido, pero ahora era diferente.
No estaba cachonda, lo que estaba era enamorada.
Y de Zac.
Pero también, de Jax.
Pero, ¿qué mierdas me pasaba? ¿Cómo iba a amar a tres personas al mismo tiempo? No sabía si aquello tenía sentido, pero en mi corazón cabían los tres.
En más de una ocasión me planteé sincerarme con ellos, pero sentía que solo conseguiría confundirlos y herirlos más de lo que ya habría hecho. Necesitaba aclararme, poner en orden mi cabeza y mis sentimientos, y por fin, tomar una decisión.
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Elysian [Poliamor]
Teen Fiction+18 Una chica entusiasta 🍑+ tres músicos sexis 🎸¿Por qué escoger uno cuando puede tenerlos a todos? *** Peach tiene un gran sueño, el de tocar en una banda de música y ser mundialmente famosa. Cuando encuentra la invitación a una audición no se lo...