42 - Colapso 🎸

93.7K 8.9K 7.8K
                                    

Cuando la oscuridad amenaza con engullirte, la única forma de sobrevivir a ella es aferrándote a un rayo de luz.

Para nosotros, aquel atisbo de esperanza tenía nombre y ese era Moxy.

Aunque aún quedaba un largo camino para recuperar la amistad que teníamos, nuestro reencuentro una semana atrás había conseguido que volviésemos a hablar. Las conversaciones telefónicas con cualquiera de nosotros cuatro eran diarias, y el tono en el que se desenvolvían era cada vez más relajado.

Tener a una persona ajena a la banda, que nos animase y aconsejase desde una perspectiva diferente a la nuestra nos ayudaba. Ella también parecía más aliviada con el problema de su madre desde que decidió abrirse a nosotros y contarnos su historia como nunca antes había hecho.

¿El problema? Que aún desconocía la estafa de Diamond Records. Estábamos retrasando la noticia todo lo que estuviese en nuestras manos, porque sabíamos cómo se lo tomaría. Y con razón. De ser por Moxy, nunca habríamos firmado con ellos.

Aunque, llegados a este punto, dudaba que alguno de nosotros pensara que había sido buena idea firmar. Sobre todo, ahora que la discográfica nos obligaba a hacer temas más comerciales y menos «Elysian» para que pudiesen hacerse virales en la conocida app de música Rocktok. Según ellos, ese era el futuro de la música. Cada día nos presionaban más para que modificásemos las letras y ritmos de las canciones, para que subiésemos vídeos a la aplicación hasta hacerlas virales, y solo lanzaríamos al mercado aquellos temas que lo consiguieran. Era frustrante.

—¿Estamos todos listos?

Jax, haciendo girar las llaves de casa con el dedo, hizo un recuento visual en el que claramente faltaba Zac. Los tres lo esperamos frente a la escalera, pero nunca apareció.

Habíamos concertado cita con el banco y las diferentes entidades a las que debíamos dinero para intentar pedir una prórroga. Nos estaban apretando las tuercas para que pagásemos el dinero que les debíamos, y no teníamos forma de hacerlo.

—Voy a buscarlo —me ofrecí, haciendo alusión al desaparecido, y subí los escalones de dos en dos.

El piso superior estaba desierto, no había señales de que el castaño estuviese por la zona, pero debía de estarlo. No lo habíamos visto bajar al piso inferior.

Toqué la puerta con los nudillos y esperé paciente, sin obtener otra respuesta que el propio silencio. Volví a aporrear la madera, ahora más fuerte, y acerqué la oreja en un intento por escuchar algo al otro lado. De nuevo, silencio.

Sin avisar de mi próximo movimiento abrí la puerta con rapidez, como si esperase encontrarlo con las manos en la masa, y lo encontré tumbado en su cama en posición fetal, con cierto aire de melancolía, abrazado a la cama de Coky. Tenía las mejillas humedecidas y los párpados hinchados.

Suspiré con el corazón encogido, y sin mediar palabra crucé la habitación hasta llegar a él. En los últimos días había estado de buen humor, con sus altibajos, pero con una clara mejoría desde que le confesé mis sentimientos. Algo debió de haber reactivado el recuerdo de Coky, algo tan simple como buscar un zapato bajo la cama y encontrarse con los juguetes del cocodrilo.

Con movimientos lentos me tumbé sobre la cama, a su espalda, y lo abracé con dulzura. Él se estremeció al sentirme y sollozó.

—La echo de menos.

—Lo sé —aseguré, trazando formas irregulares sobre su brazo—. Todos lo hacemos.

A riesgo de abrir la boca y empeorarlo todo, decidí evitar frases esperanzadoras como «seguro que está bien». Porque, ¿quién me aseguraba que lo estaba? ¿Y si había enfermado? ¿Qué tal si la tristeza le había llevado a la muerte?

Elysian [Poliamor]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora