Una semana. Ese era el tiempo del que disponíamos para terminar de componer las nuevas canciones y aprendérnoslas. La fecha de grabación en el estudio era inamovible, y si queríamos tocar en el concierto debíamos ceñirnos a ella, quisiéramos o no.
Todos sabíamos lo que pensábamos al respecto, salvo Jax, quien estaba siendo condenadamente hermético. Cada día se encerraba en su cuarto desde que amanecía hasta que caía la noche, y la única forma que teníamos de saber que seguía con vida era por los gritos de frustración que provenían de su habitación. Para el resto de la banda eran unas pequeñas vacaciones, pero para él estaba siendo un suplicio.
Desde nuestra última conversación no habíamos vuelto a cruzar palabra, tampoco es que hubiésemos hecho algo para propiciar un nuevo encuentro. Él no salía de su cueva y yo lo esquivaba en las pocas veces que lo veía recorrer el pasillo. En los primeros días temí romperme delante de él, pero ahora me sentía capaz. Me sentía más fuerte.
Tomé una larga bocanada de aire, nerviosa, y golpeé con suavidad sobre la madera roída de la puerta. No hubo respuesta. Volví a golpear en ella, ahora de forma más brusca, y el sándwich se tambaleó sobre el plato en el que descansaba. De nuevo, no ocurrió nada. Extrañada, y con el ceño fruncido, abrí la puerta de par en par y mi mirada se posó sobre la figura de Jax.
Estaba de pie frente a la ventana abierta, con la mano derecha apoyada en la pared y el cuerpo ligeramente encorvado hacia adelante. Respiraba con dificultad, con el pecho agitado, los hombros hundidos y la cabeza gacha.
—¿Estás bien?
Esperé a que se irguiese con rapidez al saberse observado, tal y como haría el Jax que conocía, pero no se movió en lo más mínimo. O me estaba ignorando deliberadamente, o tenía algo más importante que atender.
La habitación era una pocilga, llena de papeles arrugados amontonados sobre el suelo, la cama y cualquier superficie estable. Algunos restos de comida sobre la mesa atraían la atención de las hormigas, y el olor a cerrado potenciaba esa imagen de lugar viejo y descuidado.
Busqué como pude un hueco entre toda aquella pila de desechos y dejé el plato con el sándwich lejos de la horda de insectos hambrientos.
—¿Jax? —pregunté, acercándome muy lentamente a él. Ante su falta de respuesta alcé mi mano, dubitativa, y la coloqué en su espalda. Estaba frío, muy frío. Debía de llevar un buen rato frente a la ventana—. Ven, te vas a enfermar.
En ese momento pidió paciencia con la mano, y lo vi cerrar los ojos en una inspiración profunda. No estaba entendiendo nada.
Mientras él se decidía a volver en sí, yo retrocedí hasta su cama y rebusqué entre el montón de ropa. Bajo todas aquellas capas de tela encontré una manta ligera que cargué al hombro y coloqué encima de su tronco desnudo.
—No funciono bien bajo presión —respondió al fin. Su voz sonó ronca, como si llevase una eternidad sin hablar.
No sabía hasta qué punto aquello había sido un momento de estrés o un ataque de pánico.
Ahora mismo toda la responsabilidad caía sobre él. Si no componía las siete nuevas canciones, estábamos fuera. Si lo hacía pero no gustaban a la productora, también estábamos fuera. No quisiera estar en su lugar.
Si tan solo no fuese tan testarudo y se dejase ayudar por una vez en su vida.
—No tienes por qué hacer esto solo —señalé, acercándole el plato de comida—. Puedo ayudarte.
Con cierto recelo aceptó el sándwich y lo examinó. Era de jamón y queso fundido, tenía que gustarle. No podía haber alguien en el mundo a quien le disgustase.
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Elysian [Poliamor]
Novela Juvenil+18 Una chica entusiasta 🍑+ tres músicos sexis 🎸¿Por qué escoger uno cuando puede tenerlos a todos? *** Peach tiene un gran sueño, el de tocar en una banda de música y ser mundialmente famosa. Cuando encuentra la invitación a una audición no se lo...