29 - Nueva vida 🎸

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El camino hacia la fama se sentía como una montaña rusa, y pensar en nuestro futuro inmediato me provocaba el mismo vértigo que cualquier atracción de feria.

Llegar a este punto de mi vida no había sido sencillo; con demasiadas lágrimas derramadas y muchas noches en vela, el ascenso hacia el estrellato había sido lento y tedioso. Ahora que estábamos a las puertas de la fama, era como si el vagón de la montaña rusa estuviese en lo más alto y comenzase la caída libre, sin frenos y sin cinturón de seguridad.

Un simple fallo en el complejo mecanismo y acabaríamos estrellados contra el suelo.

Agité la cabeza en un intento por desechar aquel desagradable símil, y mi atención volvió a centrarse en la discográfica.

A mi alrededor la vida seguía su curso, ajena al inminente cambio que estábamos a punto de experimentar. La sala de espera estaba atestada de trabajadores que iban de un lado para otro, café en mano, con una parsimonia que distaba mucho del ritmo atropellado de mi corazón. En particular, la oficinista rubia que se movía tan despacio que parecía que lo hacía marcha atrás.

—Acompáñenme, por favor. —Su voz era tan soporífera como lo eran sus movimientos.

Sin esperar una reacción por nuestra parte, comenzó a andar hacia un largo y estrecho pasillo, de cuyas paredes colgaban instrumentos firmados y álbumes dedicados. No hizo falta expresar en voz alta lo maravillados que estábamos al recorrer aquel rinconcito de la fama, pues con nuestras caras y los ruiditos de admiración que emitíamos lo dejábamos en claro.

Drew se detuvo frente a la guitarra más famosa de todo el planeta, la que perteneció a la vieja gloria del rock Blaze Thunder. Sus ojos brillaban de emoción, examinando aquella pieza de coleccionista como el soñador que era. A su lado, Jax y Zac señalaban con emoción la hilera de discos de uranio que condecoraban a aquellos grupos que habían vendido más de cincuenta millones de copias.

Cincuenta putos millones de copias. Si Elysian lograba vender tan solo la décima parte de eso ya me sentiría realizada.

Continué avanzando por el pasillo, zigzagueando de una pared a otra hasta que mis pies se detuvieron en seco y mi corazón se encogió de forma abrupta. En mitad de aquella pared rebosante de testosterona, la fotografía de una mujer me mantuvo anclada al suelo pero con la ilusión por las nubes.

Era ella.

Hayley Lloyd-Evans.

La bajista más famosa de las dos últimas décadas. Aquella que sembró en mí el amor por la música cuando tenía tan solo siete años y el sueño de ser la mejor bajista de la historia.

Aún recuerdo el día que falleció. Lloré tanto como si lo hubiese hecho un familiar cercano.

—Adelante, por favor. El señor Burton los espera.

Con una ráfaga de parpadeos salí de mi ensimismamiento y eché a correr hacia la puerta que daba paso al despacho del director. A mi espalda, el resto de la banda se movió con algo menos de urgencia, abriéndose paso con pisadas fuertes y ruidosas.

El interior del despacho era amplio, más de lo que cabía esperar de una estancia como aquella. Presidiendo la sala, un enorme trono desde el que nos recibía el dueño de la discográfica resaltaba lo excéntrico que era el hombre, o lo muy inflado que tenía el ego.

Pese al silencio abrumador que nos envolvía, había un leve murmullo constante que parecía provenir de algún punto de la habitación.

—Siéntense —ordenó, con una sonrisa que pretendía ser hospitalaria, pero que a mí se me antojó espeluznante.

Elysian [Poliamor]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora