41 - Reencuentro 🎸

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Necesitábamos que nos tendiesen la mano, pero acabaron echándonosla al cuello.

Con la última entrevista que habíamos dado, las redes sociales se incendiaron y una gran cantidad de usuarios empezaron a cancelarnos, como artistas y como personas. Las imágenes de Zac colocándose aparecían en cada esquina de la red, y el público empezaba a atosigarnos en la calle. En más de una ocasión vimos merodear a un grupo de fans en los alrededores de la casa, a la espera de poder confirmar que vivíamos aquí. Era solo cuestión de tiempo que nos viesen y la noticia corriese como la pólvora.

—Ahí están otra vez —dijo Zac, estirando el cuello para poder ver a través de las cortinas.

Con la vista puesta allá afuera, el castaño jugaba con mi pelo y me hacía trenzas que deshacía y volvía a hacer por simple entretenimiento. Él estaba sentado en un extremo del sofá, con las piernas abiertas y los pies en dirección a la otra punta del mueble. Yo estaba acostada con la cabeza apoyada en su regazo, y Drew estaba tumbado junto a mí, abrazado a mi cuerpo. No muy lejos de nosotros, Jax permanecía sentado en el sillón, revisando el teléfono en silencio.

Volví a actualizar el estado de mi cuenta bancaria, que llevaba en números rojos desde hacía meses, pero el resultado fue el mismo que en las anteriores ochenta veces.

—¿Alguno ha recibido el ingreso? —Deslicé de nuevo el dedo por la pantalla, y el contador de dólares parpadeó—. Esperen, creo que aquí viene.

Los demás corrieron hacia mí, buscando un hueco entre el coro de cabezas que se arremolinaban a mi alrededor. Mantuve la respiración, a la espera de que la cifra cambiase.

«-$800».

Me habían descontado el pago del alquiler de este mes, pero ni rastro del pago de la discográfica. Al principio no le dimos importancia, estábamos demasiado entusiasmados con la fama y agradecidos por la oportunidad que nos habían dado, pero ahora empezaba a oler mal todo esto. Con cada día que pasaba nos ahogábamos más y más en deudas y aún no habíamos recibido nuestro primer cobro.

Me había prometido no volver a usar la tarjeta de crédito hasta no tener dinero, pero los días pasaban y mi padre seguía esperando la tercera dosis de su tratamiento. Una semana más de espera podría tirar a la basura todos los avances conseguidos hasta ahora y tendría que empezar de cero. Y si había algo que no le sobrase a mi padre era tiempo.

Resignada a romper mi promesa ingresé los últimos diez mil dólares en la cuenta de la clínica y me dejé caer sobre el sofá, sintiendo el peso de la deuda sobre mí.

Jax dio un par de vueltas con el teléfono en la oreja, a la espera de que la discográfica respondiese la llamada.

—No contestan —dijo, con la mandíbula contraída. Lo volvió a intentar, pero esta vez, directamente cortaron la comunicación después de dos tonos—. Mierda, esto no me está gustando nada.

—¿No deberíamos hacer algo? —pregunté, con total normalidad.

En un acuerdo no verbalizado ambos habíamos seguido hablando como si no hubiese tenido lugar nuestra conversación en los aparcamientos la otra noche. No podíamos permitir que algo así afectase al grupo, aunque a veces se volvía complicado.

Él asintió, meditándolo, y después de una breve conversación todos coincidimos en que debíamos plantarnos en la sede de Diamond Records y exigir respuestas. Esta vez no solicitamos el transporte de la compañía, claro. Queríamos tomarlos por sorpresa.

Hicimos uso una vez más del destartalado coche de Zac y aparcamos a unas calles del edificio. En lugar de acceder por la puerta principal entramos por una anexa, menos transitada, y subimos por las escaleras de emergencias hacia el tercer piso. No había ni un alma. Avanzamos en silencio hasta el despacho del director, y sin tocar a la puerta nos abrimos paso.

Elysian [Poliamor]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora