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"Tenés queaprender a no ser tan dura con vos misma, amor"
—Está bien... —Hange acarició mi pelo mientras me acurrucaba en su pecho, sintiendo su aroma, sintiendo los latidos de su corazón acelerados.
El dolor aproximándose en mi alma, dejándome tan rendida y cansada que simplemente no podía mantenerme a mi misma.
—Hange... —fue lo único que pude decir.
Las lágrimas caían por mis ojos, formando charcos y haciendo que mi vista se nuble. Ella tomó de mi rostro y me obligó a que la mirase, sacando mis lágrimas con sus pulgares y formando una hermosa y dulce sonrisa.
—Estoy acá —mencionó —, nadie va a hacerte daño, mientras yo esté a tu lado.
Quería que me contuviese en sus brazos y me dejara allí por horas, querías quedarme con ella. Siempre.
—No te vayas —supliqué —, por favor...
Hange soltó una risa nasal y sus labios se impregnaron en los míos, besándome con tanta paciencia, sin prisa, sin euforia, sin lavisia. Sólo amor.
Al separase, solo se dedicó a cuidar su rostro demacrado.
—Vení —dijo casi como una orden.
Su cuerpo se desvaneció sobre la cama, extendiendo su brazo y dejando un hueco enorme para que yo durmiese allí. Me acerqué con cuidado, tomado de su pecho con fuerza, como si no quisiese soltarla, como si haciendo eso, el fuerte dolor en mi pecho sería solo algo efímero. Mi cabeza se apoyaba sobre su hombro y, su suave respiración daba con su pelo, moviendolo.
La abracé cuando sentí el como acariciba mis brazos desnudos. Ella extendió su mano y arrastró una manta para cubrirme, la calidez subiendo por mi cuerpo.
—Necesito que me cuentes algo —dije frotando mi rostro en su remera.
La escuché reír, casi tan bajo que pareció una suspiro.
—Te voy a contar de mis experimentos hasta que te duermas entonces —propuso.
—Eso es todo lo que necesito —subí la vista y, aún en la oscuridad de la noche podría observar su rostro.
Tomó de mi mano y la besó, haciendo un suave sonido cuando separó sus labios de mis nudillos.
—Me hacés feliz —volví a romper en llanto luego de decirlo—¿Por qué me tratas tan bien?
Los quejidos se dejaron escuchar, estaba tan indignada al saber que alguien me amaba y me dolía tanto sentir que no lo merecía.
—¿Que hice para merecerte? —cubrí su rostro con las manos y ella las apartó, dejándome debajo suyo en un rápido moviento.
—Oh, amor...¿Quién te hizo tanto daño para que creas eso? —sus tímidos besos recorriendo todo mi rostro, besándolo con desesperación, como si nunca hubiese brindado este tipo de efecto —Me mereces, mereces cada cosa buena que te sucede, mereces a alguien que te cuide y ame.
—Hange...
—Y sobre todo, mereces ser feliz, amor.
El último beso fue en mi frente.
Llenando mi estómago de colores y mariosas, un inexplicable sentimiento.
Hange era algo especial.
Lo nuestro lo era...
La amaba tanto y ni siquiera sabía como expresarlo más que con un simple e inocente;
