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"El tiempo es cruel, pero, si me dejas... podré amarte como si aquelnohubiera avanzado"
Hange lucía tan concentrada en aquel nuevo proyecto que interrumpirla con mi voz sonaba hasta malvado. Sus cejas se fruncían por completo mirando atravéz del microscópio, solo movía su mano sin despegar la vista para escribir algo en su libreta. Era una persona muy seria cuando se ponía en aquel papel, hasta parecía que aquella compañera que conocía hace ya cinco años, se transformaba en una estricta persona.
Es muy inteligente, fue lo primero que me llamó la atención, posiblemente la había encasillado en "el cerebro del edificio", puesto que no había nadie quién se le compare. Siempre la admiré, podía tardar un segundo en lo a mi me tomaría horas y hasta semanas. Aunque siempre fue alguien de perfil bajo, nunca le importó demostrar que tan inteligente era, solo disfrutaba de su profesión más que cualquier otro.
Recuerdo que la primera vez que apareció, le tuve cierto rencor y no pude verme absuerta de la envidia, luego todos aquellos negativos sentimientos se transformaron en un profundo y silencioso amor. Jamás fuí lo suficientemente valiente para decirle cuanto me gustaba, era tan extrovertida, tan brillante y extravagante, hablando sin parar, caminando por los pasillos, tropenzandose consigo misma. Supongo que me intimidaba su deslumbrante personalidad, comparada con la mía, era una sombra.
Siempre le gustaba repetirme que eramos opuestos completementarios y sacábamos a relucir lo que a la otra le faltaba. Hange era muy metódico y pensativo, yo era más intuitiva y perserptiva, era extraño viniendo de una científica.
Aún así, hacíamos buen dúo.
—¿No cree que debería darse un descanso, doc Zoë? —le pregunté para recibir una suave risa de su parte, amaba llamarla así, era una boba formalidad entre ambas.
—Nop —resaltó la última consolante para mirarme, sus ojos café bajo aquellos lentes de un marco rojo me estaban consumiendo. Me hacía sentir tan pequeña —¿Por qué debería?
—Tiene una cita —la pesadez en mi tono de voz de dejó escuchar, para que luego de decirlo trague saliva de forma agustiante. Hange levantó se ceja con confusión —, con ese hombre, Shaddis.
Era increíble que alguien tan maravilloso como Han tenga una cita con un desconocido.
—¡Mierda! —levantó el tono de voz para dar vueltas en círculos en todo el espacio —¡Mierda, mierda, mierda! ¿Crees que pueda ir vestida así?
Extendió sus brazos dejando ver lo que llevaba puesto, su camisa totalmente arrugada, la bata de laboratorio tenía tantas manchas que se tornaba de un color gris. Hange no se preocupaba mucho por su aspecto físico, mucho menos por un baño.
Su fino cabello castaño estaba atado se forma vaga y algunos mechones caían a un costado, lo tenía tan corto que apenas podía ser amarrado.
—¡Claro! —me levanté y me paré frente a ella, tomando el cuello de su camisa para acomodarlo —Si es que quieres espantarlo —ríe para hacerla rodar los ojos —, tenés que cambiarte y sobretodo bañarte.
