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"Entonces...¿El sábado?"
Había sido casi imposible despojar el sentirme enormemente... enamorada de Hange Zoë, caminando por los pasillos del colegio con su enorme sonrisa, su remera blanca y pantalones de un color marronsito. Ella era todo lo que alguien podría querer; extrovertida, alegra y también muy inteligente.
Era el constante suspiro en mi boca, pero también el silencio enorme cada vez que se me acercaba. Su presencia me intimidaba, aunque de una manera tiena. Seguía sin poder formular una palabra cuando cruzábamos miradas o me saludaba casualmente en el momento que hablaba con Levi. Ser prima de ese gruñón me trae esa ventaja.
Los días, siempre eran iguales, ir y rogar encontrármela en los baños o comprando algo rico para comer. Si bien Levi y yo éramos unidos, él era un año mayor y sus amistades no coincidían con las mías. Eso hacía que mis posibilidades de hablar con Han sean casi nulas.
Pero, quizás, podría hacer algo para cambir eso.
La biblioteca siempre era su lugar de refugio en un día lluvioso y en donde poca gente venía a clases. Era tan pequeña que apenas entraban ocho personas y la luz cálida daba demasiada comodidad, sumado al característico aroma a libros o fragancia a palo santo. Dos mesitas de forma vertical y al menos cuadro sillas en cada una.
Suspiré antes de entrar, cuando puse mi pie en el primer escalón y subí la mirada, una corriente de emociones consumió mi ser. Alternado mi corazón. Como lo esperaba, Hange leía un libro. La luz daba en su tes como un sueño y su mano, era apoyo de su rostro. Sus lentes se paraban en el arco de su nariz, haciendo la imagen más maravillosa que tuve de ella.
Traté de ser lo más silenciosa posible puesto que solo estaba ella y la bibliotecaria, ella y yo.
—¿Buscas algo en especial? —me preguntó la mujer de lentes y de cabello grisáceo al ver como observaba los estantes sin mucho interés.
—N-no —respondí con nervios.
Hange subió la vista y conectó miradas conmigo por unos segundos, soltando una suave risa nasal y volver a lo suyo.
Mierda.
Podría jurar que estaba totalmente ruborizada.
—¿Sos la prima de Levi? —me preguntó a lo que me dí la vuelta al instante, parandome recta y subiendo sus hombros.
Aún si ya lo sabía, ella lo preguntó.
—Ssi, Levi es mi primo —traté de hablar con coherencia, pero no podía, sus ojos oscuros y marrones me debilitaban tanto.
