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– Ponte el cinturón t/n – Asentí, pero me le quede mirando, pues solo tenía 6 años, no sabía cómo prender o ponerme esa cosa. – ¿es encerio? – El señor Koko bajo de la lujosa camioneta para poder ir y colocarme el cinturón. – Bien, ahora si, vamos al centro comercial – Sin más que decir, arrancó.

Cómo era de esperarse, el camino fue silencio, es desir, de que podrían hablar una niña de 6 años como yo con un hombre de más 19 años?, la respuesta es nada, por lo que solo me dispuse a ver la vista por la ventana.

– Bien, ya llegamos, apúrate – Hablo mientras me abría la puerta de la camioneta, no pude evitar reír por dentro, ya que parecía como en los cuentos de hadas, cuando el príncipe le abría la puerta a la princesa. – ¿a dónde quieres ir primero? –

– mmm a ese! – Señalé a una tiendita un poco pequeña.

– Valla que me saliste barata – Me reí ante su comentario, el me miró con una sonrisa, un poco notable, pero no tanto.

Entramos a aquella tiendita, el señor Koko, me acompañó a cualquier lado que hiba, parecía mí guardaespaldas, literalmente me sentía en un cuento de hadas, pero de terror, o al menos para mí.

– ¿solo eso? – Se sorprendió al ver qué solo traía 4 prendas de ropa, solo asentí varias veces feliz, el negó con la cabeza para después irse a pagar lo que había escogido, por mí parte solo lo esperé en un lugar un poco apartado de los demás. – Bueno, ya está todo pagado, vámonos – Sonreí para después agarrarle su mano, que al parecer se sorprendió antes mí acto, pero no dijo nada.

Al salir de la tienda mí vista se puso en unas personas que vendían algodones de azúcar, quería uno, pero no quería parecer aprovechada.

– ¿quieres uno? – El señor Koko habló, con un poco de vergüenza respondí con un si, me dijo que me quedará allí, que el iría a comprar uno y después volvería. – Bien, aquí tienes – Me entrego el algodón de azúcar, mis ojos se iluminaron, pero eso se fue cuando note que solo compró uno para amí y no para el.

– Toma, para ti! – Le entregué un pedazo el lo agarro, pensaba que me diría un gracias pero nada, aunque no me enoje solo negué con una sonrisa en mis labios.

– Ven, sube – Me abrió la puerta de la camioneta, para después ponerme de vuelta el cinturón y poner las bolsas a un lado. En el trayecto a casa de nuevo me quedé mirando el paisaje, era lo único que me “relajaba”.

\\-Eres nuestro deber-\\ ✓Bonten✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora