CAPÍTULO 18

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Kenya

Abrí la puerta de la casa del lago. Digamos que pasar tanto tiempo con Daniel me estaba afectando y me había dado cuenta de que siempre guardaba la llave en la repisa de la ventana, por lo que no se me hizo difícil entrar. Aspiré el aroma a madera que desprendía la casa y caminé hacia mí habitación. "Mi habitación".Sí, lo había pensado. Un espacio suyo ya se había vuelto mío. Me senté en la cama y pasé mis manos por las sábanas blancas pensando en la lucha que había tenido lugar horas antes en mi cabeza sobre si debería haber venido. ¿Realmente estaba dispuesta a luchar por él? Respiré hondo y me levanté de la cama dispuesta a buscar a Daniel. Lo encontré sentado en el suelo del porche con las piernas metidas en el agua del lago. No llevaba camiseta, solo un bañador de color azul. Tengo que admitir que eso me gustó. Le abracé por la espalda y susurré en su oído un suave "lo siento". Se giró hacia mí y dejó un corto beso en mis labios.

- No vuelvas a hacerme esto - dijo sosteniendo su mirada en la mía.

Me senté a su lado y al sentir el contacto del agua con mi piel recordé a esa persona que me sacó del agua de la playa cuando estaba incosciente en la fiesta de la casa abandonada. Recuerdo su tacto cálido y la fría brisa rozando mí cuerpo mojado. ¿Quién eres?

- ¿Dónde has estado?

Daniel me sacó de mis pensamientos.

- Eso no es importante - respondí ya que no le iba a contar que había tenido problemas. Supongo que nunca me abro tan solo porque tengo miedo de que piensen que solo busco atención.

- Kenya.

Le miré.

- Ya lo hemos hablado. Y si no te ha quedado claro que todo lo tuyo es importante para mí, déjame decirte que te lo voy a quedar muy claro.

No dije nada. Me límite a mirar el agua turquesa del lago mientras sentía la mirada de Daniel sobre mí.

- ¿Dónde has estado? - repitió.

Silencio.

Acarició mi mejilla y eso fue lo que me hizo pensar en lo bueno que él siempre era conmigo y no me lo merecía. Me hizo estallar.

- No quiero hablar del tema y ya. Tan solo odio todo ahora mismo. Me odio.

Soné más fría de lo que esperaba y parece que él también se dio cuenta.

- Deja de decir que estás bien cuando algo o alguien te hace daño. No estás bien. No me hagas pensar que lo estás. Te lo he repetido miles de veces. No puedes quererme sin antes querer tu vida y te prometo que voy a hacer que te veas a ti misma como yo lo hago Kenya.

Lo juro. Juro que quería decirle que le quería. Repetirselo millones de veces. Pero no podía. Ya le dije todos esos "te quiero" a otro corazón que no fue el correspondido. Así que solo se escuchó un "gracias". Había perdido la cuenta de la cantidad de veces que le había dado las gracias a Daniel, pero se las merecía. Se merecía que todos los "gracias" pronunciados en este mundo se dirigiesen a él.

- ¿Y tú?

- ¿Qué? - me miró confundido.

- ¿Cómo estás tú?

- ¿Yo?

- Sí tú, Daniel. ¿Qué dijimos de lo de responder a una pregunta con otra?

Rió.

- Estoy bien.

Suspiré.

-¿Sabes qué? Yo también se que tu no lo estás, pero que le den a la vida porque ahora solo somos tú y yo - dije mientras me sentaba encima de sus piernas.

Me agarró de la cintura y me besó. Sentí como si ambos necesitáramos todo del otro. Como si en cada beso nos dijéramos todo sin palabras. Me agarró más fuerte y me acercó a él aunque yo sabía que por mucho que mi cuerpo estuviese en contacto con el suyo nunca sentiría que estábamos lo suficientemente cerca del otro. Comenzó a meter la mano por dentro de mi falda y eso me trajo una sensación horrible.

- Para - dije poniendo mi mano sobre la suya firmemente.

- ¿Qué ocurre? - me miró preocupado.

- Tan solo, no estoy preparada. Es muy pronto Daniel.

Acarició mi mejilla y me abrazó.

- Kenya. Quiero que me escuches.

Me separé de él mirándole con mis brazos apoyados en sus hombros.

- Te voy a esperar todo el tiempo que necesites.

Agradecí realmente que me dijera eso. Había recordado tantas cosas de aquella noche en la playa con Niam y la sensación había sido muy desagradable.
Sabía que Daniel me entendía y que no iba a juzgar nada de lo que hiciera. Porque para él toda yo estaba bien. Incluso las cosas que yo misma odiaba de mí.
Él me hacía pensar que tengo una razón para seguir adelante. Él era mi razón.

...

NOTA DE LA AUTORA:

Últimamente siento que mi historia no es lo suficientemente buena. Que puede llegar a aburrir. Vosotros sois la razón por la que sigo adelante. Apoyáis muchísimo esto. Gracias.

Los corazones también aprenden a no romperse [YA EN FISICO!!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora