CAPÍTULO 31

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Kenya

Recuerdo el primer día que pasé sabiendo que ya no quedaba nada de Daniel. No dejé de llorar en todo el día. Me obligué a comer después de un día y medio sin hacerlo. Pasaron las semanas y pensaba que nunca podría volver a ser feliz. Me negaba a serlo sabiendo que él ya no estaba.
Sigo pensando que fue mi culpa. Si no hubieramos discutido, nada de esto habría pasado. Me sentía tan inútil. Yo era la que tenía que morir, no él...

Pasaron semanas... meses... Supongo que siempre habrá un recuerdo que nos llene los ojos de lágrimas. Poco a poco dolía cada vez menos, pero una sensación de culpabilidad seguía conmigo.

Un día me desperté cansada de llorar. Cansada de sentirme mal todo el tiempo.
Tenía que volver.

Tenía que encontrar lo poco que quedaba de Daniel, fuera lo que fuera. Tenía que haber algo.

Me levanté de la cama y un dolor de cabeza insoportable me invadió. Caminé hacia la cocina y saqué una aspirina del primer cajón. Ví una caja con palomitas y me dolió tanto pensar que esa misma caja hace un tiempo, que ahora parecía tan lejano y a la vez tan cercano, había estado en sus manos. En manos de él.
Cerré el cajón tratando de evadirme de mis propios pensamientos. Partí la aspirina en dos trozos ya que siempre había sido horrible para tragarme pastillas. Caminé hacia mí habitación y, mientras pasaba una sudadera por mis brazos, pensé en que mi madre ya no venía a por la comida. No sabía nada de lo que había pasado. Tampoco quería que lo supiera.
Salí de casa y, pocas horas después, estaba delante de ese lugar que tanto significaba para mí. ¿Nunca habéis pasado por un lugar que os recuerda a alguien? Tenía esa sensación de vacío. La llave seguía en el alfeizar, como siempre, después de tantos meses... Abrí la puerta y entre con lentitud. El aroma a madera me envolvió como solía hacerlo. Los muebles tenían polvo pero todo seguía tal y como lo dejamos la última vez. Caminé hacia ese espacio que Daniel me había regalado. Una habitación que un día llamó mía. Me senté en la cama pasando las manos por las blancas sábanas. Pensaba que era imposible que aún olieran a él, pero lo seguían haciendo. Aspiré su aroma como lo hacía cada vez que me dormía en su pecho. Tras unos minutos mirando a la nada me levanté y me dirigí hacia su habitación. Me acerqué a un mueble y abrí uno de los cajones de madera. Su ropa seguía doblada en perfecto estado. Cerré ese cajón y abrí el segundo. Una libreta con un atardecer en la portada llamó mi atención. La cogí y fui hacia el porche. Metí los piés en el lago mientras contemplaba la libreta. La abrí delicadamente y lo siguiente que vi fue un texto con la caligrafía de Daniel.

Kenya

Ayer estuve con ella. Llevaba una camiseta del color de su pelo y unos pantalones anchos, pero da igual lo que llevara por que se veía preciosa con todo. Ella es preciosa. Sus ojos son preciosos. Su sonrisa es preciosa.  Su nariz es preciosa. ¿He mencionado ya los tan hermosos ojos que tiene? Creo que sí...

Mis ojos comenzaron a inundarse. Pasé la página.

Si supiera lo enamorado que estoy de ella... No quiero decírselo. Me odiaria si la hiciese sentir incómoda.

Sonreí tristemente. Pasé la página.

El mundo se ve tan pequeño cuando pienso en todo lo que la amo...

Una lágrima descendió lentamente por mi mejilla. Pasé la página. Esta era diferente.

Para mi princesa:

Creo que debería empezar diciendote que si estás leyendo esto seguramente sea porque has vuelto a nuestro lugar, y , sólo por eso, ya estoy orgulloso de tí. No sé cuanto tiempo habrá pasado, pero te conozco tan bien, Kenya... que se que te sigues sintiendo mal por lo que pasó, porque sabía que pasaría, sabía que este momento llegaría y tenía la necesidad de escribirte esto. Si, a ti. Porque si tu me recuerdas entoces me da igual que el resto me olvide.
Me enamoré de tí ¿Sabes? Me enamoré de la forma en la que sonries en la mitad de cada beso. De la manera en que te ries cada vez que pronuncias mi apellido (sigo sin saber porque te gusta tanto) . De tus ojos. De tu sonrisa. De tus pensamientos. De tu presencia... Me enamoré de la forma en la que me hiciste volver a vivir. Volver a ser yo. Y , aún que no tuvimos un final feliz, sonreimos todas las horas que pasamos juntos, y ya, solo por eso, valió la pena, créeme. Si no juegas con fuego te morirás de frío.
Ahora tienes que mirar por tí.
Que feliz me haría que logres todo lo que un día me contaste que querías hacer. Que sueñes. Que sientas. Que vivas. Aún que yo no esté ahí. Tienes que quedarte con la alegría, no con el dolor que vino después. No tienes que empezar de cero, princesa. Vivirás, pero está vez con la experiencia. Todo tiene una parte buena. Todo te enseña algo. Tienes que ser feliz. Tienes que seguir a delante. Yo me quedaré cuidándote por siempre, en tu memoria y en tu corazón. Porque lo pensé dos veces, y te elegí en ambas.
Estás aquí para brillar. No seas una brisa suave, Kenya, tú naciste para ser tormenta. Para iluminar todo a tu paso, como hiciste conmigo. Hay personas que están destinadas a estar juntas, aún que se separen mil veces. Tú y yo lo estamos. Así que sal ahí fuera, quieréte, y vive la vida lo mejor que puedas, princesa. Vive por los dos.

Te amo.

Daniel Lewis.

...

NOTA DE LA AUTORA:

¡Hola! Este es el penúltimo capítulo.
Quería agradecer que ya llegamos a las 4000 leídas. No que hago para merecer esto. Os adoro.

Los corazones también aprenden a no romperse [YA EN FISICO!!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora