EPÍLOGO

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Kenya

Diez años después...

Veía la lluvia caer por fuera de la ventana mientras sostenía un bowl de cereales en mis manos. Estaba sonriendo mientras llevaba un cereal a mi boca cuando unos brazos me abrazaron por detrás de mí rodeando mi cintura y sonreí aún más. Me giré para encontrarme con un par de ojos azul grisáceo. Dejé un beso suave en sus labios.

- ¿Qué hora es? Llegarás tarde - dijo mirando su reloj.

- Ya voy, ya voy.

Solté el bowl en una pequeña mesa que había en el medio del salón. Subí a mi habitación para coger un par de cosas antes de irme. Al bajar vi a el chico de ojos grises al lado de la puerta sosteniendo en una mano las llaves de casa.

- No te las olvides - dijo mientras se acercaba para besarme.

Le miré a los ojos y le dije:

- Te quiero.

- Solo soy parte de tu imaginación, Kenya - respondió.

- Lo sé...

Tiré de la puerta para abrirla y bajé tres escalones del porche para caminar hacia mi coche. Conducí durante una hora, como de costumbre, mientras escuchaba "Watch" de Billie Elish.
Llegué a la casa a la que solía ir todos los domingos a la misma hora.
Di dos toques en la puerta y abrió la persona que me esperaba.

- ¡Kenya! A la misma hora que siempre. Eres muy puntual.

- ¿Qué esperabas de mi Shawn?

Reí mientras daba un paso al frente para abrazarle.

-¿Qué tal la pequeñina? - pregunté.

- Igual de bien que siempre.

La hija de Shawn ya tenía cinco años. Echo la vista atrás y nunca habría imaginado que acabríamos así.

Caminamos a un hermoso jardín que había en la parte trasera de la casa. Vi a una niña sentada coloreando unos dibujos mientras agarraba el lápiz con fuerza.

- ¡Daniela! - la llamé.

- ¡Tía Kenya!

Corrió hacia mí y me abrazó con sus pequeños brazos. Alzó la cabeza para mirarme hasta que me arrodillé a su lado.

- ¿Me quieres enseñar que pintabas?

- ¡Si! - sonrió.

Me levanté y ,al llegar a la mesa, me senté en una de las sillas y coloqué a Daniela de manera que quedó sentada en mis rodillas.

- ¿Quiénes son? - pregunté.

- Este es papá con mamá - dijo mientras señalaba a dos de las personas del dibujo.

-¡Vaya, se parecen mucho! ¿Y ellos quienes son? - dije señalando también.

- ¡Ala! ¿Eso es un tatuaje? - sujetó mi mano mientras lo miraba de cerca.

Tocó mi muñeca despacio y me preguntó:

- ¿Eso es para siempre?

- Si, princesa.

- ¿Y si cuando seas más mayor te lo quieres quitar? - preguntó.

Miré el pequeño tatuaje con forma de reloj que había encima de mis cicatrices y sonreí.

- Esto solo lo puedes hacer cuando estás segura de que quieres llevarlo contigo siempre. Tiene que tener un significado importante y que te haga feliz - le expliqué.

Ya no dolía. Dejó de hacerlo hace tiempo. Me quedé con él. Con su nombre, con su sonrisa, con los recuerdos y con su apellido. Siempre iba a estar ahí. Siempre iba a hacerme feliz cada vez que pensara en él. Lo que es verdadero jamás acaba y Daniel siempre permanecerá ahí en un lado de mi corazón.
Había aprendido que no tuvimos un final feliz, pero sonreimos todas las horas que estuvimos juntos, nos complementamos, nos llenamos... Solo con eso bastaba, porque me enseño que lo único importante en esta vida es la perspectiva en que la miras.
Todavía recuerdo el primer día que hablé con él, también el último. Pero sanar es cuestión de tiempo. Todo en la vida tiene su fin y hay que aprender a aceptar eso. A aceptar que debes superar el dolor para ser feliz. A aceptar que los corazones también aprenden a no romperse.

...

NOTA DE LA AUTORA:

Este el el final de esta historia que me ha ayudado mucho y me ha hecho reflexionar incluso en los peores momentos.
Espero que os haya gustado y que la hayais disfrutado mucho. Gracias por acompañarme en esta etapa.
Os adoro.

Los corazones también aprenden a no romperse [YA EN FISICO!!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora