CAPÍTULO 21

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Daniel

Ese día era de esos en los que el tiempo no se decidía entre estar nublado o soleado. Había nubes blancas y grises. Hace unos minutos había llovido y ahora el sol resplandecía en lo alto del cielo, así que estaba mirando el precioso arcoíris en el porche. Entré a casa ya que la piel de mis brazos estaba erizada por el frío. Me paré pensando que hacer durante un segundo hasta que me decidí. Caminé hacia la habitación de Kenya y me senté en la cama. Su aroma me envolvió como una suave brisa de primavera. Recordé la conversación que tuve con Shawn hace una semana, cuando Kenya no aparecía por ninguna parte.

– Estoy preocupado – dije respirando hondo – lleva sin aparecer por ningún lado días. No sé que hacer ¿Y si voy a buscarla? Tampoco quiero invadir su espacio pero...¿y si le a pasado algo?

– Ey, tranquilo, lo entiendo. La quieres.

Suspiré y llevé mis manos a la cabeza.

– La amo.

Una sonrisa tonta apareció en mi expresión. ¿Cómo podía sentir todo lo que no había sentido desde hacía mucho tiempo con solo tenerla delante? Ella era tan normal, pero al mismo tiempo tan especial. No se si era el único que la veía así, pero esperaba serlo porque si no todo el mundo se enamoraría de ella.

Me levanté de la cama y abrí el cajón donde guardaba la libreta con el atardecer en la portada. La cogí junto a un bolígrafo de tinta negra, la abrí y comencé a escribir.

"Ayer estuve con ella. Llevaba una camiseta del color de su pelo y unos pantalones anchos, pero da igual lo que llevara por que se veía preciosa con todo. Ella es preciosa. Sus ojos son preciosos. Su sonrisa es preciosa.  Su nariz es preciosa. ¿He mencionado ya los tan hermosos ojos que tiene? Creo que sí...

Paré de escribir cuando recordé a mi madre. Lo mucho que a ella le habría gustado Kenya. Verme con ella. Verme feliz con ella. Pensé en mi madre, en su risa, pero ya no la recordaba. No la recordaba y eso me frustró tanto que cometí ¿una locura? No sé si es exactamente esa la palabra correcta.

Y allí me encontraba, horas después junto a las cenizas de mi madre. Habían quedado a mi cargo porque mi madre no tenía a nadie más, tan solo a mí.
Ella siempre quiso ser parte del mar. Tener esa libertad para moverse por dónde quiera con nadie que la mirase mal, ya que todos hacían lo mismo. Así que se moverá con las olas. Abrí la urna. ¿Eso era mi madre? No lo era. Mi madre era una sonrisa, unos ojos azules verdosos que iluminaban todo a su paso, un cielo azul con tonos rosados. Lo que quedaba de ella era eso no unas cenizas. No pensé más e incliné la urna. Estaba haciendo lo que llevaba tantos años sin atreverme a hacer. Ese pequeño gesto tenía detrás un montón de horas de reflexión, pero lo estaba haciendo. Vi como las cenizas se diluian en el aire mientras caían al mar. No lloré porque, cuando tenía siete años, hablé con ella.

– Mamá, ¿qué es morir?

– No lo sé hijo. ¿A qué te refieres exáctamente?

– ¿Dónde van las personas cuando mueren? – concreté.

– No van a ningún sitio, se quedan aquí guardadas – dijo dándome golpecitos suaves con un dedo en la cabeza.

– No lo entiendo.

– Cariño... cuando crezcas lo entenderás.

Y lo entendí. Por qué ya solo me quedaban recuerdos, sensaciones, palabras que ella pronunció que ahora están volando por el aire. Entendí que la vida cambia completamente cuando pierdes a alguien porque ya te habías acostumbrado a ella,  pero ahora tienes que aprender a vivir sin esa persona que cuando se va se lleva una parte de tí. De eso trata ¿no? La vida está en constante cambio. No sabes lo que puede pasar en cuestión de segundos. Es como cuando te caes y te rompes la pierna. Minutos antes nunca te habrías imaginado que en el próximo o los próximos meses no vas a poder caminar por un fallo instantáneo. Pero así es vivir. Cambios, adaptaciones, movimiento...

...

NOTA DE LA AUTORA:

Este capítulo se ha centrado más en la vida de Daniel. No ha tenido muchas cosas interesantes pero espero que no os haya decepcionado.
¿Os he dicho ya cuanto os agradezco por dedicar tiempo de vuestras vidas a mi historia? Creo que no. Gracias.

Los corazones también aprenden a no romperse [YA EN FISICO!!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora