CAPÍTULO 22

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Kenya

Muchas veces me pregunto donde se dirige la vida exactamente. ¿De qué sirve vivir si siempre haces lo mismo? No tiene sentido si en algún momento vamos a morir. Todos nacimos para morir.
Algunas personas tienen funciones importantes en el mundo como salvar vidas, influenciar positivamente a la gente... pero yo... yo no tengo nada que hacer en el mundo.

Me dirigía hacia clase de literatura pensando en las cosas demasiado como hacía habitualmente.
¿Sabes? Cuando tienes ese sentimiento de que sobras en el mundo ves todo negativamente, y ese día mi profesora me dijo que lo hacía todo mal. No exactamente con esas palabras, pero otra cosa de sentir que estorbas es malinterpretar todo. Y no sé cómo, pero acabé en el baño del instituto, llorando, por sentirme más insignificante en este mundo de lo que ya lo era. Clavé las uñas en la parte posterior de mi muñeca para soltar toda la ira que sentía. Era ira mezclada con tristeza, impotencia, confusión... Necesitaba ayuda. Me sentía vacía. Pero no quería afrontarlo.
Nada tenía sentido. Mi "padre" en casa. Niam y Eli no me hablaban y se supone que era por mi culpa, y ahora resulta que el chico de ojos azul grisáceo que apareció mágicamente en mi habitación era el mismo que me sacó del mar aquel día después de la fiesta en la playa, pero, ¿quién era en realidad? ¿Porqué estaba allí?
Me lavé la cara con agua fría con la intención de que nadie supiera que había estado llorando y abrí la puerta del baño para ir a la siguiente clase. Me senté en mi sitio y poco después un papel, doblado en un minúsculo cuadrado, cayó en mi mesa. Miré hacia todos lados intentando averiguar quién era el responsable de que el papel acabase en mi mesa pero no sirvió de nada. Abrí la nota y leí el mensaje que contenía.

"Por si te hace falta para morirte"

Terminé de desdoblar el papel y encontré una cuchilla aún más grande que la mía. Mi nariz comenzó a picar y mis ojos se inundaron. Salí de clase sin preguntar aún que sé que eso supondría un castigo, pero no me importó. Por el camino busqué en mis contactos el nombre de Daniel y lo seleccioné. Lo cogió al tercer tono.

– ¿Daniel? – dije con la voz temblorosa.

– Kenya ¿Qué ha pasado?

– ¿Puedo ir a tu casa?

Diez minutos después estaba llamando a su puerta. No me apetecía entrar por mi misma aún que sabía dónde estaba la llave. Necesitaba que él me abriera la puerta y me acogiera en sus brazos, y eso hizo. Enterré mi cabeza en su hombro dejando su camiseta húmeda. Pasó su brazo por mis hombros y caminamos hacia adentro.
Nos sentamos en el porche con el agua de la cascada del lago rompiendo el silencio.
Pasó sus dedos por mis mejillas para secar las lágrimas.

– ¿Quieres hablar de ello? – preguntó mientras levantaba suavemente mi cabeza para mantener un contacto visual.

No le podía contar lo de los cortes. Se iba a preocupar por mí más de lo que ya lo estaba y no quería ese peso sobre él.

– Mi padre ha vuelto a casa después de diecinueve años. Ahora espera que yo le quiera y le hable como si nunca hubiera pasado nada ¿sabes? No sé que hacer. Llevo toda mi vida sin saber quien era mi padre y un día se presenta en casa como si hubiera estado toda mi vida aquí. No puedo tratarle como él debería haberme tratado a mí.

– Es jodido princesa. Lo sé. No puedes dejar que entre a tu vida alguien que llega diecinueve años tarde. Tienes que quedarte con quién te ha querido siempre.

– Es difícil Daniel.

– Lo sé, cariño, lo sé. Pero tienes que hacerlo por mí ¿vale?

– Lo intentaré. Gracias.

Ahí estaba de nuevo esa palabra. Una que le había dicho miles de veces a él pero una que él nunca me había dicho a mí. Nunca he intentado ayudar a Daniel. Nunca me he preguntado si él también estará roto. Así que lo dije.

– ¿Tú necesitas hablar de algo?

– No, estoy bien.

– ¿Lo prometes?

Hubo un silencio que iba a romper pero él lo hizo primero.

– Ayer tiré las cenizas de mi madre.

Me sorprendí. Nunca pensé que Daniel siguiera conservando las cenizas de su madre. Pero ahí estaba.

– Y ¿cómo te sientes ahora?

– Es un alivio. Hize algo que pensaba que nunca me atrevería a hacer. Tirar sus cenizas era como dejarla atrás a ella y a todo lo que había sido. Pero me hacía falta.

– Eres fuerte Daniel. Me alegro mucho por ti, de verdad.

Algo que me sorprendía de él es que nunca lloraba. Incluso en el momento más triste de su vida.
Me abrazó. Sentí todo su cuerpo contra el mío y no quería que eso acabase. Sentí sus labios contra los míos unos segundos después. Un beso suave y cálido. Sus labios moviendose despacio contra los míos. Le quería muchísimo y esperaba que él a mi también. Se lo dije. Al fín lo hice.

– Te quiero.

Me miró durante unos segundos. No sabía distinguir que estaba pensando por la expresión de su rostro, hasta que susurró en mi oído.

– Te amo.

Y me di cuenta de que al fin había alguien que me quería. Que conocía todo de mí y no me había dado la espalda.

...

NOTA DE LA AUTORA:

¡Hola! Este es un capítulo un poco más largo de lo normal. Espero que os haya gustado. Os quería agradecer por las 3000 lecturas, significa mucho para mí.

Los corazones también aprenden a no romperse [YA EN FISICO!!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora