CAPÍTULO 28

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Kenya

Daniel me había dicho que fuera a la casa del lago esa tarde. Avanzaba por el camino rodeado de árboles que había antes de llegar. Pasé por el puente de madera por el que corría un pequeño riachuelo. Finalmente cogí la llave del alfeizar de la ventana y la introduje en la puerta. Un ligero "click" sonó cuando se abrió. Entré y me giré para cerrarla. Encontré a Daniel nadando en el lago. Me vio y vino nadando hacia mí. Se impulsó en el suelo de madera del porche para salir del lago. No pude evitar ver cómo se tensaban sus músculos. Repasé sus abdominales con la mirada y parece que lo notó porque la media sonrisa característica de su rostro apareció.

– Hola – dijo.

– Hola.

Estaba aguantando las ganas de besarle y parece que lo notó en mi forma de mirarle porque puso sus manos sobre mis mejillas y estampó su boca contra la mía. Respondí al beso enterrando mis manos en su desordenado pelo. Con una de sus manos agarró mi cadera y tiró de mí para acercarme a él. Sonreí sobre su boca al notar su cuerpo mojado pegado al mío. Deslizó la mano por el interior de mi camiseta acariciandome la espalda. De un salto pasé las piernas por sus caderas y me sujetó por los muslos. Caminó hacia su habitación conmigo encima mientras no dejaba de besarle. Mi espalda chocó contra una de las paredes de la habitación. Me dejó en el suelo de nuevo acorralándome contra la pared. Me besó apasionadamente mientras metía su pierna entre las mías para separarlas. Le empujé para que cayera sobre la cama quedando así apoyado sobre sus codos mirándome. Me tomé un tiempo para mirarle y segundos después me senté sobre él. Dejé besos en su mandíbula bajando por su cuello con lentitud hasta llegar a su abdomen y pasé mi mano por sus marcados músculos. Me moví sobre él y soltó un jadeo.

– Kenya – dijo con voz ronca.

– Mmm.

– ¿Estás segura de que quieres hacer esto?

– Más que nunca.

Sujetó mis mejillas con sus manos y llevó mis labios a los suyos de nuevo. Mordió mi labio inferior y un gemido involuntario salió de mi boca. Me sujetó de las caderas y me giró de forma tan rápida que cuando me di cuenta él estaba encima mía. Me besó de nuevo. Apasionadamente. Se separó y pude ver sus labios hinchados por los besos.

– Eres preciosa, joder – dijo con la respiración entrecortada.

Besó mi mandíbula y fue bajando por mi cuello. Acarició mis prechos por encima de la tela de mi camiseta y arqueé mi espalda en respuesta mordiendo mi labio inferior al mismo tiempo. Volvió a mis labios para, al mismo tiempo, deslizar sus manos bajando por mi abdomen hasta el borde de la camiseta y juguetear unos segundos para después comenzar a introducirlas por dentro de la tela. Agarré su mano rápidamente.

– Para – dije.

Podría notar los cortes de mi abdomen. Joder, no había pensado en eso.

– Mierda, Kenya ¿He hecho algo que no te haya gustado?

– No es eso, Daniel.

– ¿Entoces qué es? – sonaba preocupado y eso me frustró. No quería ser el centro de atención.

Solté su mano y me incorporé de la cama para dirigirme al porche del lago. El aroma a aire fresco me envolvió en cuestión de segundos. Me llevé las manos a la cabeza y respiré profundamente. Noté calor detrás de mí pero no me atreví a girarme. No podía enfrentarme a Daniel. No quería.

– Kenya ¿Qué ha pasado?

Llevó su mano a mi hombro pero me aparté. No quería meter a Daniel en esa parte de mi vida. Había intentado mantenerle fuera desde que le conocía.
Estuve saliendo con Niam y cuando le conté lo de los cortes me dijo que solo quería llamar la atención y que eso no servía de nada. Me dejó. Me rompió el corazón. Estaba enamorada de él. Eso creía. Por eso todo este tiempo había tenido miedo de lo que sentía por Daniel. No podía pasar lo mismo con él.

Los corazones también aprenden a no romperse [YA EN FISICO!!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora