Capítulo 18

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—¿Por qué me ves así? — su cabello ondulado y castaño danzaba con el viento y los rayos del sol lo iluminaban mostrando unos mechones rubios que no se notaban de no ser por la luz que los hacía resaltar. Lo miró con sus ojos azules y él se perdió en ellos. Ella le sonrió y el sintió como el corazón se le aceleraba. 

—Eres hermosa — respondió mientras le acariciaba la mejilla y vió como se sonrojaba, era adorable. 

—¿Dónde estuviste toda mi vida, Alfonso Herrera? Me habría encantando que llegaras antes.

—Te estaba buscando. Te estaba buscando y ni siquiera lo sabía — él rozó su nariz con la de ella y le dio un beso tierno, suave, lento, como queriendo expresar en ese beso todo lo que sentía por ella. ¿Sería capaz? Al separarse sus miradas se encontraron — Te amo, Any.

—¿Señor? ¿Señor? — abrió los ojos y vio el rostro amable de la joven azafata — Disculpe, estamos por llegar. Necesitamos que todos los pasajeros se abrochen el cinturón.

—Sí, claro. Gracias — la joven se alejó mientras Alfonso intentaba reponerse de ese sueño. Así habían sido los últimos meses, soñando con ella incluso cuando estaba despierto. Al menos eran sueños felices, en los que le podía decir lo que sentía por ella y en los que podía acariciarla de nuevo. Suspiró mientras se abrochaba el cinturón. ¿Cómo había podido aguantar dos meses sin saber de ella, sin buscarla, sin contactarla? No lo sabía, varias noches se había quedado dormido con un mensaje que no se había animado a enviar, con una llamada que no había terminado. ¿Seguiría teniendo el mismo número? Ni siquiera lo sabía. 

No se había atrevido a buscarla, no porque no quisiera, porque la realidad era que se moría por hacerlo, sino porque tenía que hacer las cosas bien, porque esta vez no podía arriesgarse a cometer más errores, porque necesitaba hablar con ella en persona, porque tenía que prepararse para poder hablar una vez que la tuviera en frente, porque necesitaba ser cuidadoso y acercarse con precaución.  Además, sentía que debía hablar primero con Enrique, algo le decía que, de lo contrario, no podría acercarse a su hija. Y también estaba Christopher, él jamás dejaría que estuviera ni un centímetro cerca de su hermana, la protegería como siempre lo había hecho. 

Sí, tenía muchas cosas que arreglar antes de poder buscarla. En los últimos meses se había enfocado en arreglar las cosas con su propia familia, con su madre que había estado tan delicada de salud desde la muerte de su padre y había tenido que viajar para contarle la verdad, con su hermana a quien había lastimado sin querer y con él mismo, tenía que trabajar en él mismo. Quería ser el hombre correcto para Anahí, pero no sabía si podía. La verdad era que, aunque no quisiera aceptarlo, parte de la espera se debía a que era un cobarde. Sí, un cobarde. Tenía miedo, no, pánico de que ella no quisiera saber nada de él, de que no lo perdonara, de que se encontrara a un hombre que estuviera más a su nivel, alguien que sí la mereciera. 

Movió la cabeza para sacar esos pensamientos de su mente y respiró profundamente. Necesitaba controlarse, no podía dejar que todos esos sentimientos que había estado controlando los últimos dos meses lo aplastaran cuando estaba tan cerca de lograr su objetivo, de lograr redimirse, aunque fuera un poco, por el daño que le había ocasionado a gente inocente. Esto solo lo hizo recordar el creciente odio que había estado sintiendo por su padre. «¡Basta Alfonso! Contrólate». Pensó para sí mismo, no era el momento. 

Al llegar al aeropuerto, tomó un taxi y se dirigió al hotel. Tenía un día antes de la reunión con Enrique. Necesitaba prepararse y tener todo en orden. Al llegar por fin a su habitación, se dedicó a hacer unas cuantas llamadas, a su mamá, a Dulce, a Christian. Les informó que había llegado bien y que los mantendría al tanto de la situación. Sabía que todos estaban nerviosos, en especial Dulce y Christian. Su pobre hermana había intentado comunicarse con Christopher y no había tenido éxito. Necesitaba arreglar eso, se lo debía. Después de comer algo rápidamente, se preparó para dormir, pero sabía que, como todas las noches anteriores, no lo iba a lograr. 

La Venganza (AyA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora