Anahí es una chica soñadora, alegre, risueña, divertida y con una sonrisa hermosa. Tiene un pasado doloroso que no le gusta recordar.
Alfonso es solo la sombra del joven gracioso y feliz que fue un día, después de la muerte de su padre, todo cambió...
Anahí estaba frente el espejo viendo las tremendas ojeras que tenía. Había llegado el día de la fiesta de Christopher y los días antes los había pasado mal, aunque intentó fingir por su papá y su hermano. Las últimas dos noches había tenido pesadillas y se había despertado temblando. Suspiró y terminó de maquillarse. Cuando se vio nuevamente al espejo, quedó contenta con el resultado. Había escogido una blusa de un color rosa pálido y una falda larga con flores a juego, unos zapatos altos y un brazalete dorado que le agregaba un toque de elegancia. Había decidido dejar que su cabello callera suelto por sus hombros, se veía bonita y nadie pensaría que no había pegado un ojo en toda noche.
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Aunque había hecho su mejor esfuerzo por arreglarse, no podía evitar que la tristeza se le notara en los ojos, hacía mucho no brillaban como antes. Sentía un hueco en el estómago y cuando miró sus manos, vio que temblaban.
—Tranquila, Any, tranquila — se repitió a sí misma en voz alta — respira. Tienes que contralarte. Hoy no puedes tener ningún ataque de pánico. Hoy no, wera.
***
Alfonso había estado despierto toda la noche, se la había pasado dando vueltas en la cama y cuando comprendió que iba a ser imposible dormir, decidió levantarse a hacer ejercicio. Después tomó una ducha rápida y por eso estaba listo cuando todavía faltaban poco más de cinco horas para la fiesta de Christopher. Había decido ponerse una camisa de botones azul con el fondo blanco y encima su chamarra café.
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Sabía que se veía cansado, pero no podía hacer nada para ocultar la falta de sueño y lo estresado que estaba. Se había pasado la noche entera debatiendo si estaba haciendo lo correcto. Y la verdad era que la idea de volver a ver a Anahí lo tenía nervioso. Nunca recibió ningún mensaje de ella, ni siquiera sabía si había recibido su regalo y la sorpresa que había preparado para hoy, ¿sería de verdad lo mejor? ¿Qué pasaba si hacía que las cosas se pusieran peores entre ellos? Estaba tan absorto en sus pensamientos, que no se dio cuenta cuando Dulce entró a su cuarto.
—Llevo horas tocando la puerta. Tuve que entrar porque me preocupé, tonto.
