Capítulo 14

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Tras haber comprendido sus verdaderos sentimientos por Anahí, Alfonso se sentía aún más confundido. ¿Se había enamorado de ella? ¿Había sido tan idiota? Aunque en realidad, si lo pensaba, era inevitable. Anahí era una mujer como ninguna otra, pero era la hija de Enrique y Alfonso parecía haberse dado cuenta muy tarde de que estar con ella no le convenía a ninguno de los dos. Él sabía que nunca le haría daño, pero eso no significaba que iba a olvidar todo y hacer como si Enrique no tuviera que pagar por todo lo que le había hecho a su padre. 

La cabeza le dolía de tanto pensar tanto en su situación. No sabía si habían pasado horas o minutos, pero, de pronto, sintió unas ganas inmensas de estar con Anahí, de poder abrazarla y besarla, olvidando todo lo demás. Había sido un grosero cuando ella lo había querido ayudar y debía disculparse con ella. Fue a la habitación y con una punzada de preocupación descubrió que ella no estaba ahí. La cama estaba perfectamente acomodada, como si nadie hubiera dormido en ella. ¿Se habría ido? Con una sensación de alivio encontró el bolso con sus cosas, seguía ahí. 

Subió a la azotea y la vio sentada en una silla con una taza de café en la mano, observando el paisaje que se entendía frente a ellos. Su pelo danzaba con el viento que soplaba y él solo pudo pensar en lo hermosa que era, en lo mucho que deseaba poder estar con ella sin que nada se pudiera interponer en su felicidad. ¿Era pedir demasiado? 

—Por un momento me preocupé pensado que te habías ido — ella volteó a verlo y sonrió y Alfonso descubrió que el calor y la luz del sol ya no era lo que llenaba su vida. 

—Buenos días, ¿cómo te sientes? 

—Eso depende... ¿Cómo te sientes tú? 

—¿Yo? — preguntó ella sorprendida — Yo... Solo me preguntaba si ya estabas mejor y te quería dar un espacio. 

—Any — Alfonso se acercó por fin a ella — Perdóname, ¿sí? Me comporté como un completo imbécil. A veces... Yo...

—No, Poncho, no te tienes que disculpar, de verdad — Anahí le acarició el rostro y vio como la expresión de él se suavizaba con su toque — Yo entiendo lo que es perder a un ser querido, lo que significa hacerse el fuerte cuando por dentro uno siente que se derrumba, lo que es querer ocultar todo eso para que los demás no se preocupen. Tú has pasado por muchas cosas y no tienes que ser fuerte todo el tiempo. Solo... Solo quiero que sepas que estoy aquí contigo y cuando quieras hablar, yo te voy a escuchar. 

—¿Por qué eres tan buena? — Alfonso se acercó y le dio un tierno beso — Eres un ángel. 

—No exageres... Pero entonces ¿ya estás mejor? 

—Mmm... Más o menos... La verdad es que hay algo que me podría hacer sentir mejor...

—¿Tan temprano te vas a empezar a aprovechar? A ver, qué necesita el señor — Alfonso sonrió como un niño.

—Quiero que nos olvidemos de que somos Alfonso, el hijo de Arturo, y Anahí, la hija de Enrique. Quiero que simplemente seamos Poncho y Any. ¿Crees que podamos? 

—¿Qué tienen que ver nuestros papás? — preguntó ella divertida. Alfonso solo movió la cabeza.

—Nada... Es decir... Solo quiero que nos olvidemos del mundo y seamos tú y yo. ¿Crees que podamos? 

—Pues tarde o temprano tenemos que volver a la realidad, pero por hoy, acepto — Alfonso la levantó entre sus brazos y la besó con ternura y pasión. De pronto ambos sintieron como la temperatura de sus cuerpos subía y él soltó un gruñido. 

—Sé que hace poco saliste de la cama, pero ¿te apetece volver a ella? 

—Pensé que nunca lo ibas a preguntar.

La Venganza (AyA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora