Capítulo 4

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—Oye, enana, te pasaste un poquito hace un rato, ¿no crees? — estaban los dos en un sofá que había cerca de uno de los ventanales desde el que se veía toda la ciudad.

—Para nada. El contrato se les envió hace más de una semana, Ucker. Y ahora que estamos aquí, todavía necesitan pensarlo. Que no nos hagan perder más el tiempo.

—Siempre directa tú. Sin rodeos — dijo Christopher sonriendo — Sí creo que Herrera se ha comportado de manera extraña. Está como a la defensiva, no entiendo por qué. Al menos no es un arrogante como lo imaginé.

—No, parece más asustado. Y cuando lo vi a los ojos, me pareció ver mucha tristeza. No sé, creo que se intenta ocultar detrás de ese aspecto duro y fuerte.

—Ah no, si papá se encarga de salvarlo en el ámbito económico, tú te encargas de salvarlo del hueco emocional, ¿no?

—Cállate, tonto — dijo Anahí dándole un suave golpe en el brazo — Yo no voy a salvar a nadie de nada. Ni siquiera le caemos bien, Ucker. Si acepta firmar el contrato, supongo que no nos va a hablar más de lo necesario.

—A mí no me molestaría tratar más con su hermana — respondió pensativo y al ver los ojos juguetones de su hermana, agregó aclarándose la garganta — Digo, ya sabes, todo de manera profesional.

—Recuérdame otra vez por qué no puedo intentar acercarme a su hermana, me parece mejor. Somos mujeres y de la misma edad — preguntó Dulce.

—Porque necesitamos que hagas uso de tus encantos femeninos, los cuales no tendrían el mismo efecto en otra mujer.

—Espero que eso sea un halago, Poncho.

—Por supuesto, Dul. Eres de las mujeres más guapas que conozco y no lo digo solo porque seas mi hermana. No creo que Christopher se pueda resistir.

—Entonces supongo que tú vas a usar tus encantos masculinos con Anahí — Alfonso se tensó, no tenía planes de acercarse a ella.

—Por supuesto que no. Además, imagino que Enrique confía todo a su hijo mayor, no creo que haya necesidad de acercarnos a los dos.

Después de haber hablado con Christian, acordaron firmar el contrato. Anahí y Christopher se reunieron con ellos una vez más y todo quedó acordado. Se estrecharon las manos nuevamente como para sellar el trato y todo quedó listo. Los hermanos Von Uckermann se quedarían unos meses trabajando con ellos en la compañía, tenían mucho trabajo por delante.

—Dul, ¿te molestaría mostrarle a Christopher la oficina que hemos preparado para que se instale?

—Por supuesto, acompáñame — dijo Dulce y Christopher le dirigió una mirada a su hermana antes de seguirla.

—Mi hermano y yo podemos compartir oficina, no es necesario tener una separada.

—Queremos que se sientan tan cómodos aquí como si estuvieran en la empresa de su padre. Les preparamos una oficina a cada uno, pero no se preocupe, está cerca de la de su hermano.

—Me quitas diez años de vida cada vez que me hablas — respondió Anahí mientras Alfonso la miraba confundido, ella sonrió — Si me hablas de usted me siento como una vieja. No sé si te lo parezco, pero no lo soy. Te agradecería que me tutees. En especial ahora que vamos a trabajar juntos — Alfonso seguía sin saber qué decir. Esa mujer tenía una personalidad arrebatadora, no le importaba ser directa y expresar sus ideas de manera clara, pero también parecía tan dulce y agradable que era difícil molestarse ante su franqueza.

—Disculpa, no pretendía incomodarte — ella sonrió.

—Aquí el único que parece incómodo, eres tú. Entonces, ¿me llevarás a mi oficina o estaremos aquí charlando hasta el anochecer? No es que me moleste, pero creo que tenemos bastante trabajo.

La Venganza (AyA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora