Capítulo 12

394 37 5
                                    

—¿Falta mucho? — preguntó Anahí mientras caminaban, ella guiada por Alfonso que le tapaba los ojos. Habían tardado unos 10 minutos de la oficina al lugar al que fueron. Alfonso no la dejó ver el camino porque, como le había estado diciendo emocionado, era una sorpresa. Ella seguía sin entender cómo podrían ver las estrellas en pleno invierno y en la ciudad, las luces artificiales nunca permitían ver bien el cielo, pero él estaba contento, como un niño pequeño, y a ella eso le derretía el corazón.

—Ya casi llegamos, señorita impaciente, no han pasado ni cinco minutos. 

—Lo sé, pero no me gusta no poder ver por dónde camino. 

—Confía en mí, guapa, estamos a punto de llegar — ella sonrió al escucharle decir aquello, había descubierto con cierta sorpresa que confiaba plenamente en él, tanto como confiaba en su hermano. Escuchó que se abrieron varias puertas y por fin se detuvieron — Llegamos, pero aún no abras los ojos, ¿sí? Dame un segundo más.

Sintió a Alfonso moverse detrás de ella, como acomodando cosas, escuchó sus pasos alejarse un poco y el sonido de algo que se encendía. Unos segundos después, estaba cerca de ella, la tomó por la cintura y su corazón dio un vuelvo con su toque, era increíble las sensaciones que la hacía experimentar con solo su cercanía, su olor tan varonil, sus caricias. 

—Ok, siéntate — le dijo él mientras se sentaban en el suelo, en lo que ella suponía era una manta — Ahora, puedes abrir los ojos.

Anahí se maravilló ante la vista que tenían ante ellos. Todas las constelaciones se extendían frente a sus ojos, tan claras y perfectas como nunca antes las había visto y ella sentía que, si estiraba la mano, podría tocar las estrellas. Las pudo distinguir con total perfección, era como estar en medio del espacio mientras cada una brillaba con total arrogancia ante ellos, haciéndola sentirse tan pequeña, tan ligera y a la vez tan mágica. Sus ojos brillaban emocionados, era un espectáculo sin duda.

Alfonso la miraba con una sonrisa, vio en el hermoso rostro de ella la sorpresa y sintió que su corazón saltaba. Ella estaba ida viendo cada estrella, cada constelación, sin decir nada. Aquel era uno de los planetarios más grandes y modernos del mundo y era una ventaja que un conocido de la familia siempre le había dado acceso ilimitado, incluso cuando estaba cerrado para el público. Sabía que era una sorpresa que a ella le encantaría. De pronto se descubrió buscando formas de sorprenderla, de hacerla sonreír, de verla feliz. 

—¿Te gusta? — Anahí lo miró a los ojos y él supo de inmediato que le había encantado. Sus ojos azules brillaban de manera que ninguna estrella en el cielo se comparaba con ellos. Le quitó el aliento cuando le sonrió y su corazón se aceleró. Esa mujer era su completa perdición.

—¿Cómo... Cómo lograste esto? 

—Es una larga historia, pero tiene sus ventajas tener gente conocida — respondió mientras la abrazaba — Ya ves que no es imposible ver las estrellas en pleno invierno y en medio de la ciudad. Cuando no hay tiempo para hacer un viaje a algún lugar apartado, esta es la mejor opción.

—Pero no todo el mundo tiene esta ventaja, estas haciendo trampa, Herrera. No todos somos amigos de los dueños de un planetario. 

—Entonces tendrás que venir conmigo, cada vez que quieras ver las estrellas — aquello lo dijo en tono tan insinuante, que Anahí sintió un escalofrío recorrerle todo el cuerpo. Tuvo que respirar para recuperar el control y le dio un tierno beso. 

Estuvieron hablando y comiendo lo que Alfonso había preparado, emparedados de jamón y queso, algunos frutos secos y una botella de vino. Era algo sencillo, pero cenando con él bajo las estrellas, Anahí sintió que era la cena más lujosa de su vida. 

La Venganza (AyA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora