Helado de vainilla

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Helado de vainilla
(Capítulo 14)
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Los nombres no me pertenecen, están basados en la serie Ranma y medio de Rumiko Takahasi.

¡Disfruten la lectura!

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Akane salió de la estación de trenes y caminó hacia la tienda de conveniencia cercana al domicilio.

Al abrir la puerta del local, la peliazul arqueó las cejas e ingreso al lugar en silencio, dirigiéndose al área de bebidas.

Junto al mostrador, se encontraba el dueño de la tienda, quien volvía a discutir con el joven repartidor de comida de china del negocio de enfrente.

—Ya te lo expliqué antes, muchacho. ¡No puedo venderte todos los bocadillos de durazno de una sola vez! Me dejarás sin el producto y no los voy a poder surtir hasta el próximo mes.

—Pero, abuelo... ¡Yo soy el único que te compra de estos bocadillos! 

—Ya dije que no.

—¡Pero esta vez le pagaré con cambio!

—Pues es justo por eso que no te los vendo. Debo asegurarme de que mi registradora siempre tenga un poco de cambio.

El joven pelinegro se frotó las mejillas con frustración antes de volver a hablar:

—¿Y porqué esperar a que pase a comprar todos los días, si puede asegurarse de tener cambio desde ahora? —preguntó demostrándole la poca coherencia de su excusa al anciano.

El hombre lo miró disgustado y se cruzó de brazos.

—Te venderé uno a la vez. Tómalo o déjalo.

—¡Eso no es justo!

La peliazul no pudo evitar soltar una risita divertida, atrayendo sin querer, la atención de los dos hombres.

—¡Oh, Akane! Que bueno que estás aquí... —murmuró el joven aliviado—. Ayudame a convencer al anciano de que me venda todos los bocadillos de durazno, por favor.

"¡¿Anciano?!" se escuchó el chillido indignado del hombre mayor.

La peliazul miró hacia el enfurruñado dueño de la tienda y sonrió de lado, apenada.

—Lo siento mucho, Toma, pero ya sabes que no podemos hacer que el abuelo cambie de opinión tan fácilmente... si eso es lo que él decidió, hay que respetarlo por ahora, ¿de acuerdo?

El joven frunció el ceño y miró hacia  el adulto con resentimiento.

—Bueno... está bien, abuelo. Deme solo UN bocadillo de durazno, por favor —expresó el chico dejando el dinero sobre la superficie del mueble.

El anciano sonrió victorioso y volvió a colocarse detrás del mostrador.

—Aquí tienes, muchacho —murmuró sonriente.

—Si, si... gracias, abuelo —respondió con desgano el chico antes de tomar el dulce del mostrador y caminar hacia la puerta—. Adiós, Akane —murmuró el joven al pasar junto a ella.

—Nos vemos luego, Toma.

La peliazul caminó hasta el mostrador y dejó el jugo de manzana que había escogido sobre la superficie.

—No te costaba nada venderle los dulces a Toma —le regañó la joven—. Además, él tiene razón... a nadie más le gustan los pastelillos de ese sabor.

El anciano fingió no escucharla mientras acomodaba el efectivo en la registradora.

La peliazul suspiró y negó con la cabeza.

Apartamento Compartido (18-B)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora