¿Alguien dijo incómodo?

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Capítulo 18 (segunda parte)

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Los nombres de los personajes no me pertenecen, se encuentran basados en el manga Ranma y medio de Rumiko Takahashi.

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Akane cerró la puerta de su recámara y comenzó a hablar en voz alta mientras se recargaba en la madera.

—¡Ugh! Solo me hubiera dicho que mi nariz se encontraba bien... ¡¿Cómo se le ocurre compararme con un dibujo animado?! —murmuró disgustada.

Sin embargo, sus pensamientos comenzaron a desviarse a otro tema. El cuerpo de Ranma, mojado, firme y... desnudo. Las imágenes de su pecho húmedo, su espalda ancha, sus brazos fuertes, su cabello pegado a la piel y el par de ojos azules que la habían contemplado con detenimiento, le provocaron mucho bochorno.

—No, Akane, no, no pienses en eso... Piensa en la biblia —murmuró la peliazul mientras se daba un par de palmaditas en las mejillas. Pero para su cerebro, sonó más como una orden para que se reproduzcan una y otra y otra vez en su mente—. ¡¿Pero qué me pasa?! —gruñó antes de cubrir sus rostro, desesperada por el rumbo de sus pensamientos—. Vamos, Akane... No es como si fuera la primera vez que observas una porción desnuda de la anatomía masculina...

Sacudió su cabeza en repetidas ocasiones para despejar la mente, lo cual funcionó, y fue a recostarse en su cama. 

Una vez recostada, suspiró frustrada y se frotó la cara con ambas manos, cuando escuchó que la puerta de su compañero se cerraba.

—Pero esto me pasa por andar de desidiosa y aguantar tanto tiempo para ir al baño... ¡Si hubiera ido mientras estaba en la tienda de Abu, nada de esto habría pasado! —murmuró lamentándose—. Necesito salir de aquí y distraerme un poco... — exclamó decidida antes de levantarse de la cama.

La mujer caminó hacia su armario para cambiarse la ropa húmeda por la más cómoda que encontró (su vieja sudadera gris y un pantalón deportivo) y se acercó a su pequeño escondite del escritorio para sacar un puñado de dulces que le habían sobrado de la fiesta. Se colocó el gorro sobre la cabeza y salió de la habitación. 

Tras una rápida caminata por el pasillo, se cambió los zapatos y finalmente salió del apartamento.

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—¡Akane! —gritó Katsuni, el hermano de Akari, emocionado, cuando abrió la puerta de su departamento y se encontró con la mirada cálida de la peliazul.

—Hola, ¿Akari está en casa?

—No, no está... pero, puedes pasar —comentó el menor antes de abrir un poco más la puerta para que entrara.

Akane le sonrió con dulzura antes de atravesar la entrada y escuchar que la puerta se cerraba con descuido.

—¿Y qué estabas haciendo? ¿No te estoy interrumpiendo? —le cuestionó mientras se dirigían a la sala.

—Estoy haciendo tarea —le explicó el niño cuando llegaron a la sala y se encontraron con sus libretas esparcidas en los sillones—. Pero, ya casi la termino.

Akane se sentó en el único asiento libre del sillón y miró con curiosidad hacia las libretas.

—¿Puedo ver tus apuntes? —le preguntó la mujer con interés.

El pequeño tomó las libretas que estaban junto a la mujer y las apretó contra su pecho de manera posesiva.

—¿Por qué? —inquirió Katsuni con preocupación.

Apartamento Compartido (18-B)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora