—Hay una heladería a pocas calles de aquí, podemos ir caminando o tomar el bus si quie...
Dejé la frase en el aire y abrí mis ojos más de lo normal al ver como el inexpresivo se subía a una motocicleta.
—¿Necesitas que te invite a subir? —sarcasmeó serio. Comencé a juguetear con la punta del pie en el suelo—
—Nunca me subí a una moto.
Suspiró.
—¿Subes o caminas?
Sin responder, me llené de valentía, caminé hasta la motocicleta color negro y me senté detrás de él. Alex la puso en marcha.
—Si no te agarras vas a caer —musitó. En ese momento agradecí que no pueda verme, ya que al rodear con mis brazos su cintura enrojecí como un tomate—
Estaba aterrada. Papá siempre me advertía que las motocicletas son de lo peor: se te cruzan en el camino, ocasionan más accidentes que los autos y muertes también. Básicamente las odia.
Abrí uno de mis ojos al oír al motor apagarse. Una vez comprobado que llegamos, abrí el otro. Noté que no conocía aquella heladería, no había ido jamás y supuse que estaba alejada de la ciudad por el tiempo que tardamos en llegar.
—Ya puedes soltarme.
—Lo siento —quité mis brazos con rapidez—
Bajamos de la motocicleta y entramos a la heladería. Por dentro lucía bonita. Aparentaba ser un sitio un poco más distinguido a pesar de lo que era. Las paredes eran blancas al igual que las mesas, las cuales tenían algunos detalles en color dorado.
—A ver si con el helado se te va la amargura —bromeé. Alex no se molestó en al menos sonreír— ¿Qué gusto te pido?
—De limón.
—Que asco —hice una mueca— Yo pediré de chocolate.
—Que básica —atacó—
Le pedí los helados al cajero y, tal y como Alex sentenció, acabé pagándolos yo. Minutos después, nos encontrábamos sentados en una mesa degustando nuestros conos.
No podía entender cómo era que Alex comía su helado como si este no se derritiera. Por mi parte, el mío se derretía tan rápido que cayó hecho líquido por mi mano. Tuve que flexionar la cabeza para que mi lengua lograra limpiar el chocolate.
—¿Podrías comer bien?
Alcé la cabeza para observar a Alex.
—¿Por qué? ¿Te avergüenzas de mi?
—Si —admitió e intenté golpearlo, pero antes de que pueda hacerlo quitó su brazo. Fracasé—
—¿Por qué eres tan serio?
—Eso ya lo preguntaste.
—Si, pero no respondiste —inquirí—
—Y tampoco lo haré ahora.
Bufé y continué lamiendo mi helado antes de que continúe derritiéndose. Alex era un hueso duro de romper, o al menos eso es lo que aparentaba.
—¿Te gustan las motocicletas? Digo, como tienes una... —indagué. McSerio suspiró cansado— Lo siento, no hablaré más.
Y eso hice. Me quedé tan muda que hasta al inexpresivo le pareció extraño. Para mi sorpresa, el siguiente en hablar fue él.
—Si, me gustan. ¿A ti?
Señalé mi boca e hice una seña como si estuviese abriendo un cierre imaginario en mi boca. Alex rodeó los ojos y asintió con la cabeza, entonces hablé:
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La melodía perfecta
RomanceFamilia, amor, música, helado. Esas son las cuatro palabras que encajarían a la perfección con la vida de Jane Harrison. Ama tocar todo tipo de instrumento y cantar, ama el amor, la familia y el helado de chocolate. Odia las peleas, los problemas fa...