—¿Y bien? ¿Qué es lo que querías enseñarme?
—¡Te fascinará! —exclamó, haciendo sonar pronunciadamente sus tacones con cada paso que daba.
La seguí. Ella se detuvo frente a una puerta cerrada en el final del pasillo, por inercia, yo también lo hice.
—¿Estás lista? —preguntó con una mano en el pomo dorado de la puerta.
—Siempre lo estoy —respondí sonriente.
—¡Ta-rán! —exclamó, abriendo la puerta por completo.
Entreabrí mis labios por la sorpresa. La abuela se hizo a un lado y pude adentrarme a la enorme habitación con una cama de dos plazas, un armario con ropa nueva, un gran estante con libros y, a un costado, un precioso piano de cola color blanco, haciendo juego con el resto del cuarto. La pared estaba decorada con cuadros dorados con fotografías mías con los abuelos o mis padres y algunos posters de distintas bandas musicales, como Coldplay, One Direction y ABBA.
Sonreí con emoción y solté un chillido, tocando cada mueble y corriendo a abrazarla cuando acabé de inspeccionar todo.
—¿Y esto por qué? —pregunté alegre.
—Bueno, ahora que tú y tus padres están concurriendo a casa con frecuencia, creí que sería necesario que tengas tu propio lugar en la casa. Por si quieres pasar un fin de semana o venir después de la escuela.
—Gracias, abuela —agradecí por fin, volviendo a abrazarla.
—Es un placer tenerte aquí, Jane. ¿Por qué no pasas esta noche aquí?
—Mhm... debería informárselo a mi mamá.
—Ella no tendrá problemas con eso, pero hazlo —sonrió y asentí.
La abuela camino hacia el teléfono inalámbrico de la casa y lo extendió para que lo sujete. Lo acepté y llamé al celular de mi madre. Ella siquiera notó que yo no estaba en casa y aceptó sin pensarlo. Que buenos padres los míos, pensé.
—Jane, que agradable sorpresa —comentó el abuelo, quien estaba sentado en el sofá del recibidor leyendo el periódico. Sonreí.
—Hola, abuelo.
—Jane pasará la noche con nosotros —informó la abuela detrás de mi, colocando sus manos sobre mis hombros.
—Eso es fantástico.
—¿Y qué te gustaría comer? —preguntó la abuela—. Puede ser pavo, ratatouille, salmón, sushi...
—Nada de pescado, por favor —apresuré a decir—. ¿Qué les parece pizza?
—¿Pizza? —el abuelo alzó su mirada por encima del periódico. Asentí con lentitud.
—S-si, pizza. ¿No les gusta?
—Demasiadas calorías, no deberías comer eso —sentenció la abuela.
—¡Pero deliciosa! —aporté.
Mis abuelos se miraron entre ellos, como si estuviesen hablando con una loca.
—¿Qué te parece lasaña?
—Si, me gusta —asentí. Era mejor hacerlo que seguir insistiendo. Según mamá, mis abuelos se volvieron unos completos exquisitos desde que ella se marchó de su casa.
—Iré a prepararla —respondió, dirigiéndose a la cocina.
Permanecí a solas con el abuelo, en verdad no sabía muy bien sobre qué podíamos charlar.
—¿Cómo va la lectura, abuelo?
—El gobierno es una basura.
—Maldito gobierno.
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La melodía perfecta
RomanceFamilia, amor, música, helado. Esas son las cuatro palabras que encajarían a la perfección con la vida de Jane Harrison. Ama tocar todo tipo de instrumento y cantar, ama el amor, la familia y el helado de chocolate. Odia las peleas, los problemas fa...