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Metas para hoy: embriagarme. Sip, así como nunca antes lo había hecho. Quería disfrutar la noche al máximo y despertar al día siguiente con la peor de mis resacas... Bueno, eso último no tanto, pero el punto se entiende.

—¿Fumas? —Patrick me extendió un cigarro de marihuana. Antes de que pueda negarme, lo alejó de mi alcance con rapidez— ¡Ay! —cerró sus ojos y negó con la cabeza. Estaba atontado— ¡Cierto que no te gusta!

Bebí de mi vaso de plástico color rojo hasta vaciarlo. Luego lo lancé al suelo de la casa. No me gustaba ensuciar, pero la casa era de Matthew y luego tendría que limpiar todo él y con la ayuda de su mejor amigo Mason, mi (no) querido ex novio. Luego recordé que Patrick también ayudaría al anfitrión de la fiesta, pero... ups, el vaso ya se había caído y perdido entre la gente.

—¡Esa es mi chica! —animó Ashley al verme beber todo el líquido— Iré por otros.

Si iba a embriagarme esa noche, definitivamente sería con Ashley. Me proporcionaba un excelente apoyo moral y, además, bebía conmigo. También solíamos perder la dignidad juntas, pero esa es otra historia.

—¿Sabían que un vaso de vodka tiene noventa y siete calorías —aportó Lyna con una mueca y un vaso de agua—

—Claro, ¿por qué crees que tengo esta pancita de borracho? —bromeó Patrick sobando su barriga con una mano. Reí, a comparación de Lyna que negaba con la cabeza—

Observé en todas las direcciones del lugar con disimulo buscando a Mason con la mirada. Ya no estábamos juntos, pero mi curiosidad anhelaba descubrir si estaba con alguna chica intercambiando salivas por ahí. No lo encontré, pero si a una alegre Ashley regresando con dos vasos más de vodka.

Continuamos bailando y bebiendo... también riendo a causa de los torpes pasos de baile que Patrick hacía. El muy enérgico había estado bebiendo cerveza y fumando marihuana. No me gustaría ser él en la mañana del día siguiente. Mi amigo le dió una última calada al cigarro antes de tirarlo al suelo y pisarlo.

—¡Beso de tres! —exclamó, juntando su cabeza a la de Ashley y mía. Reímos luego de darnos un rápido roce de labios—

Definitivamente estaba inconsciente. Pero la vida es una, ¿no?

Continué bailando. En un momento, di una vuelta en el lugar y al hacerlo choqué de lleno con una persona. Aquella remera negra y chaqueta de jean ya me era familiar, y lo comprobé al armarme de valor y alzar la vista para encontrarme con sus ojos café.

—Siempre tan ebria tu —bromeó, quitándome el vaso de las manos para beberlo él. Hizo una mueca del asco— ¿Es vodka mezclado con naranja y tequila?

Tal vez Ash se había tomado muy enserio lo de embriagarnos como si no hubiera un mañana, pero tampoco es que me iba a quedar por sus horribles mezclas (por más mal que sepan).

—Si no te gusta, no bebas —respondí, tomando de vuelta mi vaso. Mason rió.

—Tu bebida rancia es lo que no me gusta, pero tu si —respondió— ¿Quieres bailar?

El alcohol en mis venas debía decidir entre dos cosas. Uno: perder mi dignidad en la pista improvisada y aceptar un baile con la persona que destrozó mi corazón hace apenas dos meses, o dos: negarme rotundamente, mantener el orgullo y fingir que no me importaba el hecho de que haya estado con otra mujer mientras salíamos... Adivinen cuál elegí.

ALEX

Las fiestas apestan. Me gustaban, pero no entendía el porqué. No hay más que personas sudorosas con olor a vodka compitiendo por quien imita mejor a un orangután con sus vergonzosos pasos de baile y que se la pasan empujándote.

—¡Cambia ya esa cara y vamos a bailar! —pidió Eric. Rodó los ojos al verme con el mismo semblante— Esa chica de la que me hablaste tiene razón, eres un inexpresivo.

Hice una falsa y exagerada sonrisa causando la risa de Eric. Nos adentramos a la patética e improvisada pista de baile. Allí el calor y amontonamiento de animales camuflados en adolescentes se notaba aún más.

Moví mi cuerpo de un lado a otro sin ánimos mientras buscaba con la mirada a una persona en específico. Sorprendentemente, la encontré bailando a mi lado junto al simio de Mason.

Se veía sonriente, le murmuraba cosas al oído. No me sorprendía que estuviese hablando hasta cuando tiene que bailar, Jane era una completa parlanchina. No se inmutó de mi presencia ni tampoco que la estaba observando, ella estaba metida en su propio mundo.

Pero su semblante cambió de uno alegre a uno serio en cuestión de segundos al ver cómo el rey de los orangutanes intentó acercarse para besarla. Jane lo empujó lo suficiente como para alejarlo, pero Mason soltó unas palabras y volvió a intentarlo.

Intente acercarme un poco más a ellos para poder oír el chismerío, pasar tiempo con Jane comenzaba a afectar mi curiosidad.

—¿Enserio creíste que podías estar conmigo cuando te da la gana y actuando como si nunca hubieses destrozado mi corazón? —le reclamó ella. Su voz sonaba tonta, estaba ebria— Yo no olvido todas las veces que pasé encerrada en mi cuarto llorando por lo que tu me hiciste, Mason.

—Ay ya, amor... Es solo un beso, no seas una santurrona. Eso ya pasó hace mucho tiempo.

—Deja de molestarme —demandó.

—Pero amor...

—¡Que no, Mason!

Me di la vuelta y empujé al orangután hacia un costado. Jane abrió sus ojos con sorpresa al verme, sin embargo no pude prestarle mucha atención.

—¿Qué te pasa, idiota? — reprochó Mason, devolviéndome el intento de empujón, apenas había logrado moverme del lugar. Solté una carcajada burlona.

Mason intentó golpearme, pero fue interrumpido cuando Jane se colocó entre medio de nosotros y se detuvo.

—Dejen de comportarse como boxeadores de Rocky —espetó. Ni en los momentos más serios podía permanecer sin hacer algún chiste o, en este caso, comparar su punto de vista con alguna idiotez— Y tú, Mason, eres un cobarde que no sabe tratar a una mujer. Mucho menos pelear, así que no te hagas el héroe delante de todos —sonaba segura de sus palabras, hasta que murmuró para si misma— Mieerda, sí que aproveche la situación para descargarme.

La parlanchina estaba tan ebria que apenas era consciente de sus palabras. Entonces, la tomé del brazo y la saqué de allí.

La melodía perfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora