ALEX
La tranquilidad en el salón de clase era notoria. La preguntona no había asistido al instituto, lo que ausentaba las ruidosas risas que se podían oían desde su sitio y lograban volver locos a casa uno de los profesores.
Pero canté victoria antes de tiempo, y en el momento más inoportuno, el loro encarnado en el cuerpo de una mujer abrió la puerta del salón. Le sonrió sin ánimos al profesor como disculpa y tomó asiento en el único lugar disponible: a mi lado. Mal día para que Eric, mi mejor amigo y compañero de banco, haya preferido quedarse durmiendo en su plácida cama.
Sé que el otro día me vió en la heladería, no pude evitar sentir sus constantes ojos puestos sobre mi. Estoy seguro de que cuestionará hasta el porqué de mis gustos de helado. Mi mente ya me había matado tres veces al imaginar todas las preguntas que haría.
Pero, para mi sorpresa, lo único que recibí de su parte al sentarse fue un simple «hola» cargado en desinterés, siquiera se tomó la molestia de voltearse a verme al saludar.
Lo preocupante fue cuando pasaron los minutos y no hizo ninguna pregunta. Hasta intenté llamar su atención usando el celular, aclarando mi garganta y fingiendo la caída de algunas hojas, pero nada. Supongo que me había acostumbrado a su parlanchina voz cuando la tenía cerca, y el no escucharla se sentía extraño.
Sabía que luego me arrepentiría, pero sentí la necesidad de ser yo quien comience una conversación.
—¿Qué tienes?
—Nada —respondió. Seguía con la vista al frente, recostada en la silla y de brazos cruzados—
—Mientes —acusé— ¿Estás mal por tu ex?
Fue lo único que se pasó por mi mente. Había conocido a Mason por el encuentro que tuvo en los pasillos con Jane. Le mencionó la fiesta de otro compañero y la parlanchina no se vió para nada cómoda ante la situación.
—No estoy mal.
¿En qué momento los roles habían cambiado? ¿Ahora el parlanchín iba a ser yo y ella la indiferente?
—¿Y por qué no hablas?
—Creí que te molestaba mi presencia.
—Lo hace —admití— Pero ya formas parte de mis mañanas.
No respondió, simplemente flexionó sus brazos sobre la mesa y los utilizó de almohada al apoyar su cabeza mirando hacia el otro lado. ¿La estaba aburriendo?
No me gustaba ser ignorado, tampoco iba a dejar que sea ella quien lo haga. Entonces, puse mis manos sobre sus hombros y comencé a sacudir su cuerpo hasta despertarla. También provoqué que su cabello se haya desordenado aún más de lo que ya lo tenía.
—Déjame tranquila, Alex.
—Dime que te pasa —insistí—
—¿Para qué quieres saberlo? —preguntó— No creo que te importe.
—Tu me preguntas cosas siempre, ¿no puedo hacer lo mismo?
—Si, y siempre dices no es de tu incumbencia —respondió, agravando su voz para imitar fallidamente la mía—
—¿Si te llevo por un helado me dirás? —propuse, recordando el trato de «un helado por pregunta»—
No sabía porqué me importaba tanto su estado, pero verla tan deprimida no me pareció correcto. Ella realmente estaba pasando por algo, su actitud no era la de siempre. ¿Dónde estaba la chica con sus cientas de preguntas que tenía para hacerme y su curiosidad por saberlo todo?
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La melodía perfecta
RomanceFamilia, amor, música, helado. Esas son las cuatro palabras que encajarían a la perfección con la vida de Jane Harrison. Ama tocar todo tipo de instrumento y cantar, ama el amor, la familia y el helado de chocolate. Odia las peleas, los problemas fa...