Capítulo 13. La Lengua Dividida de la Venganza y la Traición.

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Einar:

¿Cómo había llegado Circe hasta allá sola? El mundo humano estaba reservado únicamente para los Alfas, y había una entrada en el sótano de mi castillo ¿Sería posible que Circe hubiera entrado mientras yo derrocaba a mi abuelo?

Esa información no se la revelé a nadie, de hecho tuve que robar la carta. Si los Delta Lie notaban el acrónimo seguramente esparcirían el chisme por ahí entre los de su clase. NO dejaría que mancharan el nombre de mi mate con calumnias.

No podía pedir ayuda a nadie, pero buscar en el mundo humano sería una tarea muy difícil. Tuve que investigar un poco más sobre el tercer párrafo de la carta, y encontré que esa cosa llamada: Zyklon B había sido popularmente utilizado durante la segunda guerra mundial.

Inmediatamente descarté el su viaje al mundo humano a través de mi portal, porque era imposible que ella hubiera llegado a esa fecha sin ayuda de una bruja ¡Seguramente ella tenía amigas brujas! Por todo eso que me había contado de su madre y su nombre. Pero... ¿Quién era?

Había una infinidad de posibilidades, y en realidad yo no conocía a ni una sola bruja. De nuevo había regresado a un punto en el que me sentía atado de manos.

Lo único que se me ocurría para tranquilizarme era ir a la cafetería de los Delta Lie; por alguna razón mi lobo tenía la esperanza de que Circe regresara a ese lugar.

—Ella aun no regresó —Exclamó Artemisa tras la barra. Luego hizo una señal para que me acercara a ella.

— ¿Qué sucede?

—Hace un rato vino un hombre extraño, creo que ni siquiera era hombre lobo —se acercó un poco más a mí—. Me pidió ver el casillero de la empleada que ya no viene —enchinó los ojos y señaló la puerta de la cocina—. Quería entrar a ver el casillero de Circe, pero no lo dejé y se fue de aquí muy enojado

—Dame la descripción gráfica del sujeto. Lo buscaré de inmediato.

Antes de contestarme, Artemisa miró a su alrededor. Era como si tuviera miedo de que alguien escuchara lo que quería decirme.

—El tipo se quedó en el callejón de allá atrás.

—Está bien —asentí con la cabeza decidido—. Iré a buscarlo.

Artemisa trató de detenerme, pero yo fui más rápido que ella. Me adentré en la cocina deliberadamente para poder encontrarme al tipo cara a cara. Pero cuando llegué ese sujeto estaba dentro de la propiedad.

— ¡Ey, qué haces aquí! —saqué las garras enojado—. Aléjate de ese casillero.

—Tranquilo lobito, no quiero hacerte daño.

El tipo sonrió, dejando a la vista su lengua divida. Eso que estaba frente a mí era un Demonio.

—No lo voy a repetir —grité—. Lárgate.

—Alfa Berserker no tengo intención alguna de pelear contra usted por este cubículo —se acercó a mí—. Además me ofende que me traté de esa manera.

— ¿Cómo sabes mi nombre? —dije con desconfianza.

—Vamos, no me digas que no te diste cuenta que mataste a tu abuelo —volvió a sonreír—. La noticia se regó por todo el mundo —extendió la mano izquierda—. Es un gusto conocer al hombre que cambiará la historia de las bestias.

Bufé molesto ¿Quién se creía? ¿Cómo osaba hablarme como si fuéramos amigos cercanos? Estaba por gritarle que se largara de la cafetería una vez más, pero su voz alegre y simpática me detuvo.

—Le daré algo que le ayudará con su búsqueda —sacó un pequeño libro de la bolsa de su abrigo—. Considérelo una muestra de respeto. No muchos de su especie serían capaces de matar a su propia familia por poder.

—Quién te dijo que estoy buscando algo; mintió —No le contaría a un desconocido que estaba buscando a mi mate— Antes de que te marches ¡Dime tu nombre, demonio!

—Soy Deamon, el demonio de la traición y venganza —hizo una reverencia—. Y no tiene que fingir conmigo. Soy el demonio que todo lo ve y todo lo sabe.

Escuché a Artemisa tras la puerta, así que sujeté la mano del demonio y lo llevé fuera de la cafetería. Como ya lo había dicho antes, no dejaría que uno de los Deltas ensuciara el nombre de mi Mate.

Estado en el callejón el Demonio volvió a ofrecerme ese pequeño libro. No sin antes cerciorar que nadie nos estuviera viendo. El libro era de cuero, tenía costuras de oro; pero lo más llamativo era: un ojo azul que tenía al centro.

—Le servirá para encontrar a la bruja.

— ¿De qué bruja hablas? —exclamé confundido.

—Lo entenderá cuando abra el libro —dijo tajante.

Tomé el pesado libro en mis manos. En cuanto el cuero tocó mi piel; ese extraño ojo parpadeó dos veces y luego se abrió.

— ¿Por qué me das esto? —Fruncí el ceño—. Ni siquiera me conoces, y no creo que solo las noticias en los periódicos te motivaran a salir del inframundo para entregármelo.

El demonio se rió, y luego rascó su cabeza.

—Le dije que soy el demonio de la traición y venganza. Llevo semanas observándolo desde las sombras —volvió a sonreír dejando que su lengua dividida saliera de su boca—. Y si usted encuentra primero a la Princesa Alessandra, ese sucio traidor de Leviatán será humillado.

—Pero yo no quiero encontrar a esa Princesa, a mí no me interesa —lo miré con el ceño fruncido—. Yo-yo solo quiero encontrar a...

El demonio me interrumpió con tres simples palabras.

—Lea el libro.

Tras eso, el demonio comenzó a hablar en una lengua desconocida para mí. Instantes después desapareció de ese callejón en el que los dos nos encontramos sin dejar rastros de olor.

Tenía que ir a un lugar seguro para leer el contenido de ese libro. Pero tenía muchas ganas de verlo de una vez por todas, así que lo escondí en la bolsa interior de mi abrigo para que nadie lo viera. Entré a la cafetería una vez más y Artemisa estaba ahí fingiendo que no había espiado mi conversación.

—Alfa, yo le ayudaré con cualquier cosa que usted necesite.

La miré enojado. Odiaba a los Deltas que espiaban tras la puerta conversaciones que no les incumbían. Así que colérico la sujete con el cuello levantándola unos centímetros del piso.

—Escúchame muy bien sucia Delta —bufé—. Si llegas a contare a alguien sobre lo que acabas de escuchar, te mataré —la azoté contra la pared— ¿Me entendiste?

Asintió con la cabeza asustada. Inmediatamente la solté y comenzó a respirar de una manera agitada. Se veía enojada.

—Usted no merece que alguien tan dulce como Circe sea su mate —escupió a un lado—. Ella corre peligro con alguien temperamental como usted.

Tal vez ella tenía razón y yo no merecía a alguien como yo. Pero no podía evitar odiar a los Deltas chismosos como Artemisa. Traté de controlarme, lo hice porque ella era una amiga de Circe, así que tras hacer ejercicios de respiración; le contesté.

—No me gusta que escuchen mis conversaciones privadas —esquivé su mirada—. En mi castillo hay muchos Deltas como tú que causan problemas por inventar chismes —suspiré tratando de hacer la que las palabras salieran de mi boca—. La-lamento haberte lastimado.

Por un momento Artemisa se quedó cayada mirándome con asombro. No entendía que le sucedía, solo debía aceptar mis disculpas o si quería odiarme a mí no me importa.

—No volveré a hacerlo Alfa —mordió su labio inferior con preocupación—. Pero estoy preocupada por Circe y quisiera ayudarlo a encontrarla.

Claro que no quería su ayuda, pero no tenía otras opciones a quienes acudir. No podía ir con Gerd porque estaba de viaje, lejos de Máni tratando de tranquilizar a las manadas del sur, alarmadas por mi comportamiento. 

Suspiré esperando no arrepentirme por aceptar la ayuda de una Delta, y estrechamos las manos para hacer un trato.

—Bien. Entonces trabajemos juntos para encontrarla.

— ¡Vamos a traerla a casa! —gritó emocionada.

Secretos de Alfas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora