Capítulo 19. El aroma de las emociones.

82 9 2
                                    

.

—He decidido que no quiero recuperar mi vida —dijo Evi—. Tu mundo es sorprendente; y quiero quedarme allá.

— ¿Ya no te importa el Coronel Erich? —Exclamé mientras acomodaba mi cabello.

—Yo quiero ser algo más que una simple esposa —Evi saltó a mi regazó—. Si me regresas mi vida, solo podré casarme y tener hijos. No podré hacer algo más interesante.

A Evi le había bastado un solo viaje de apenas dos días a la dimensión mágica (en tiempo humano pasaron ocho meses), para saber lo aburrido que era su mundo. Allá ella podría hacer cualquier cosa que deseara, podría incluso viajar entre dimensiones y conocer creaturas inimaginables.

A mí su cuerpo ya no me servía; pues la guerra estaba a días de terminar, por lo tanto la decadencia estaba por comenzar a colarse por cada puerta de la casa de Evi, al igual que sucedería con su país amado país. A mí su vida ya no me servía más.

—Bien, entonces tampoco te importa tu familia —Acaricié su lomo—. Y mucho menos lo que yo haga con tu vida.

—No —dijo tajante—. ¡Yo quiero conocer tu mundo!

—Bien, dejaré que explores la dimensión mágica pero... —dejé de acariciarla, y me centré en mirarla—. Tendrás que ser mi mascota, de otra forma si algo llega a sucederte; no podré ayudarte.

—Bien, acepto cualquier cosa que me digas.

—Me gustan tus palabras Evi —tomé un collar que le había comprado—. Mientras uses esto, serás mía ¿entiendes?

—Entiendo —asintió varias veces mientras hablaba.

—Bien, entonces a partir de este momento soy tu ama —comencé a ponerle el collar—. Eres completamente mía.

Tras eso, le dije a Evi que podía irse a explorar mi mundo; pero que debía regresar antes de que se cumpliera una semana de su viaje.

Luego salí de la casa para encontrarme con Erich, a él igualmente le ofrecería un trato para salvarse del fatídico destino que le esperaba por sus crímenes de guerra. No sería muy difícil convencerlo sabiendo que todos los miembros del partido estaban huyendo del país.

Sin importarme nada, me colé en la casa de Erich. Ya pasaba de las once de la noche y estaba sola; sería todo un escándalo si alguien me veía entrando, eso hacía que cierta adrenalina me invadiera.

No fue difícil entrar con ayuda de mi magia. Erich estaba en su despacho mirando algunos papeles, se le veía bastante nervioso, así que decidí que lo mejor sería llamar a la puerta. Toqué dos veces la puerta con mis nudillos.

— ¿Quién anda ahí? —dijo enojado.

—Erich, soy Evi —fingí nerviosismo— Pu-puedo entrar.

Escuché pasos pesados que se acercaban a la puerta, y luego Erich abrió. Tenía el ceño fruncido; y me miraba muy enojado. Pero pocos segundos después me metió al despacho, sujetando mi brazo con brusquedad.

— ¿Qué haces aquí Evi? —Siguió con el ceño fruncido—. Tu padre me matará si se entera que estuviste en mi casa por la noche.

—Descuida —acaricié su mejilla—, nadie me vio entrando —pasé mis manos alrededor de su cintura y oculté mi rostro en su pecho. Me gustaba el aroma de Erich—. Solo quería verte.

Erich era uno de los pocos hombres (en esa época), que no tenía recelo en decir lo que sentía; mucho menos lo que pensaba, quizás eso es lo que me hizo sentir interés por él. Además de las cosas crueles que le habían obligado a hacer; siempre trataba de compensar sus acciones.

Secretos de Alfas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora