Capítulo 9. Los Gamma.

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Desperté en un nuevo día. De hecho habían pasado unos días después de mi encuentro con Einar. No lo había visto desde ese entonces, pero una vez más mi historia llega a un fin de semana. Los padres de Artemisa habían salido de la ciudad para una visita familiar.

También hacía más calor que de costumbre así que el uniforme de la cafetería era odioso de llevar. Como si la temperatura de la primavera y el calor que se vivía en el interior de la cocina no fuera poco; el trato de la gente me estaba volviendo loca.

La gota que derramó el vaso fue Poppy Brown y su sequito de cabezas huecas cuando entraron a la cafetería. Se sentaron en la mesa cerca de la ventana. El viento que mecía sus largas melenas castañas, estaba haciendo que su shampoo barato entrara como un bandido en mis fosas nasales.

Si alguien en la corte de brujas se hubiera atrevido a fanfarronear con esa agua barata de rosas; seguramente pagaría el precio más alto que nuestra sociedad tenía: la muerte social. Pero claro que ese cuarteto de idiotas no lo sabían.

Estaba asqueada por el aroma de sus cabellos, y como a cada minuto lo acomodaban con la mano de una manera tan altanera. Eso hacía que la peste se regara más y más por la cafetería. La peor parte era que yo debía atender esa mesa. Fue Circe Cross quien sirvió los cafés y pasteles de esas seudo aristócratas.

Se creían la gran cosa porque sus padres eran los representantes de opinión los Deltas, en la asamblea. Claro que eso no los hacía perder su posición más baja en la sociedad. Pero sus hijos en general; se sentían intocables, o eso al menos cuando estaban rodeados por Deltas.

Estos mediocres Deltas se autodenominaban los Gamma de la aristocracia. Según ellos, estaban por arriba de cualquier Delta, aunque por debajo de algunos Betas. Lo cierto era que ni uno solo de ellos podía aspirar a un puesto más alto en la sociedad. De hecho ni siquiera eran aristócratas; nadie había nacido en una familia de renombre.

Eso hacia que los Alfas y Betas no reconocían su título como aristócratas. Para sus ojos seguían siendo Deltas, de la cuna a la tumba.

Pero que como ya lo dije antes, ellos solían olvidar lo que realmente eran y ese era el caso de Poppy Brown, la Delta más presumida de este lado de la ciudad.

—Criada —Poppy Chasqueó los dedos en repetidas ocasiones—. ¡Criada acaso estas sorda! —seguí ignorándola—. No puedo creerlo —exclamó fastidiada— ¡Criada con cicatriz en el brazo!— me señaló—. ¡Te estoy hablando a ti!

— ¡Los Deltas son tan estúpidos! —Exclamó la mujer que estaba a su lado—. Me dan asco.

Estaba harta de escuchar sus comentarios estúpidos, pero en ese momento no tenía más opción que atenderlas. Así que tras un pequeño regaño por parte de Artemisa, fui a la mesa de Poppy.

— ¿Qué se le ofrece señorita? —fingí mi sonrisa.

—Quiero que me respondas algo —me miró sonriendo con malicia—. ¿Eres estúpida o solo es porque eres una Delta?

Ella y sus otras tres amigas comenzaron a reírse. El sonido que sus bocas emanaba era horrible, idéntico al que las puertas hacían al chirriar. No podía soportar tanto, así que muy enojada le dije con un tono altanero:

—Perdón pero yo no soy la que se creé superior siendo Delta. No soy yo la que apesta a agua de rosas corriente, mucho menos soy yo la que cree que se ve bien usando una camisa de rayas y un pantalón a cuadros —miré mis uñas—. Espero que con eso te quede claro que no soy yo la estúpida. Aun que si quieres puedo seguir, porque la lista es larga.

En realidad Poppy no supo que contestarme; simplemente tomó su café (súper caliente), y me lo vertió encima. Comencé a gritar por el dolor que sentía pues la piel de mi pecho se estaba quemando. Me ardía horriblemente. Era como si el fuego azul del infierno hubiera tocado mi piel.

Secretos de Alfas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora