Capítulo 18. La nueva vida de la Princesa Alessandra, parte 3.

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...

Sin duda cuando vi a ese señor; supe que el cuerpo que ahora estaba habitando era una copia del hombre que estaba parado frente a mí. Los dos teníamos el cabello tan rubio que casi eran como rayos del sol, además el color de nuestros ojos era de un azul muy pálido; literalmente cristalino.

La postura del hombre era la de alguien autoritario. Lo más notable, eran el sin fin de insignias que colgaban de su uniforme. Tenía el ceño fruncido casi como si fuera un defecto de nacimiento, pero en cuanto me vio sonrió como si fuera un niño abriendo sus regalos de cumpleaños.

— ¡Püppy! —exclamó con una gran sonrisa sobre los labios.

Lo abracé y el me estrechó entre sus brazos con mucho cariño. En realidad la familia de Evi la amaba, y a mí me gustaba fingir que ellos me amaban.

—Me alegra tanto que ya estés mejor —se separó de mí—. En especial un día como hoy.

— ¿Qué sucederá hoy padre? —pregunté curiosa.

Los padres de Evi intercambiaron una mirada, era como si a mi padre se le hubiera olvidado contarle algo a mi madre. Pero entonces la mirada de todos regreso a mí.

—Es mejor que cenemos —exclamó mi madre—. La mesa ya está lista.

—Aun no es hora Agna —dijo mi padre con tono autoritario—. Klaus vendrá con un colega muy respetable y cenará con nosotros, así que tendremos que esperarlos.

No tuvimos de otra más que hacer lo que mi padre dijo.

Quizás en este momento digan ¿Por qué los llamas padres? Es fácil sí", lo hago para acostumbrar a mi mente y llamarlos así cuando me refiriera a ellos en la vida real; pues sería muy extraño llamarles "los padres de Evi", seguro me mandarían al manicomio.

Pasaron unos diez minutos y se empezó a escuchar bastante ruido en el recibidor de la casa. Así que nos levantamos para ir hacia allá. Pronto la vos de dos hombres comenzó a resonar por la casa.

—Guten Abend —dijo un chico técnicamente igual a mi padre y a mí. Inmediatamente supe que era mi hermano.

—Guten Abend —exclamamos los tres al mismo tiempo.

Cuando vi al hombre que estaba acompañando a mi hermano, me quedé helada. De nuevo el cuerpo de Evi comenzó a tener una especie de taquicardia, al tiempo que algo revoloteaba en su estómago. Definitivamente ella estaba enamorada de ese hombre.

Sabía que en algún momento volvería a ver al soldado de la playa, pero no sabía que sucedería ese mismo día. Cuando nuestras miradas se encontraron sonreímos inevitablemente, aunque al menos yo traté de disimularlo.

—Heil Hitler! —El soldado hizo un extraño saludo, elevando la mano derecha al aire.

—Heil Hitler! —Mi padre hizo el mismo gesto.

—Teniente General Rudolf Meyer, es un gran honor para mí cenar con usted y su familia.

—Para nosotros igual es un honor recibirlo Coronel Erich —mi padre sostuvo la mano de mi madre—. Ella es mi esposa, la señora Agna —en seguida me miró a mí—. Ella es Evi, mi única hija y tesoro más preciado.

—Mucho gusto —el Coronel Erich me sonrió—. Gracias por la invitación.

—Mejor pasemos al comedor —exclamó mi madre ignorando al Coronel.

Era increíble el nacionalismo que podía sentir en el ambiente. No solo lo digo por ese saludo, sino que de camino al comedor mi padre y el coronel Erich; no pararon de hablar del buen trabajo que el partido estaba haciendo.

Secretos de Alfas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora