Capítulo 17. La nueva vida de la Princesa Alessandra, parte 2.

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—Guten Morgen Evi.

Escuché la cálida voz de una señora. Abrí los ojos casi al instante de escuchar su voz. Recordé que ya no estaba en Máni, o siquiera mi mundo.

— ¿Cómo te sientes? —siguió ella conversando conmigo.

La observe mientras abría las cortinas de par en par. La luz del sol invadió por completo toda la habitación, dejándome ciega por unos pocos segundos. Sabía que debía contestar; o sospecharían que algo malo pasaba conmigo.

—Estoy mejor —sonreí—. Me siento llena de vida.

La mujer frunció el ceño, confundida y en breve estuvo frente a mí, colocando su cálida mano sobre mi frente. Seguro creía que tenía fiebre y estaba alucinando.

En cuanto su piel tocó la mía, supe que ella era la madre de Evi. Se le veía muy consternada, aun no entendía porque su hija no estaba tosiendo como lo hacía habitualmente.

— ¿Segura que te sientes bien? —exclamó tratando de ocultar la preocupación de su voz.

—Sí mamá, me siento mucho mejor.

—Llamaré al doctor para que venga a examinarte —volvió a tocar mi frente—. Le diré que venga en seguida.

La madre de Evi salió de la habitación, mientras seguía mirándome con ese gesto de confusión impregnada en el rostro. Por mi parte, decidí salir de la habitación para poder buscar a la pequeña gatita; que seguramente estaba muy asustada por todo lo que le había sucedido.

Tuve que salir con mucha cautela, ya que temía que no me dejaran ir al patío. Gracias al cielo, en ese momento no había tantos soldados como la noche anterior; por lo que salir no fue un problema.

Respiré aliviada en cuando mis pies descalzos tocaron la tierra húmeda, sentía una extraña sensación de bienestar al estar justo en ese lugar.

Para mi gran sorpresa, la casa estaba a las horillas del mar. Llena de curiosidad por ver el movimiento de las olas, me cerqué hasta el muelle de ese lugar. El viento movía con libertad el pantalón y camisa del pijama que llevaba puestos, al igual que mi cabello; que ahora era rubio.

Era la primera vez en mucho tiempo que tenía esa sensación de tranquilidad, sabía que en ese lugar muy difícilmente alguien lograría encontrarme; porque no muchas creaturas en mi mundo eran capaces de viajar a través del tiempo. Me sentía aliviada.

—Guten Morgen ¿Qué hace aquí?

Una voz masculina hablaba a mis espaldas. Su tono era autoritario y podría jurar que tenía el ceño fruncido. Volteé para encontrarme con la persona que estaba hablándome, y en cuanto vi a aquel humano mi corazón comenzó a latir estrepitosamente. Era como si quiera escapar de mi pecho y no pudiera controlarlo.

Entonces un recuerdo de Evi apareció frente a mis ojos. Él era un soldado llamado Erich Hartmann, en realidad ella jamás había hablado con ese chico, pero lo había visto algunas veces en su casa; cuando iba a hablar con su padre.

— ¿Me escuchó señorita? —exclamó de nuevo con ese tono varonil y autoritario.

—Sí, disculpe —sonreí nerviosa—. Es solo que mi gata escapó por la ventana, y no quisiera que algo malo le sucediera.

—No es adecuado que una joven esté sola —exclamó mi entras se paraba a un lado mío—. Mucho menos cuando solo viste ropa tan holgada, y está en una ciudad repleta de soldados.

—No creo que ni un solo soldado que ande por ahí; se atreva a ponerme un dedo encima.

El joven estaba por decirme algo, pero entonces la voz de mi madre se escuchó a lo lejos. Estaba gritando con desesperación, pero por la distancia no se le escuchaban bien las palabras. Giré y la vi agitando un pañuelo blanco al aire para llamar mi atención. Seguramente el doctor ya había llegado.

Secretos de Alfas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora