Capítulo 14. Eléboro.

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...

Tras estrechar la mano con Artemisa, me llevó a su habitación para que pudiera leer el libro tranquilamente. Aunque tuve que ocultarme para que sus padres no me vieran, después del accidente con Circe en la cafetería, el Delta Lie me tenía cierta aversión.

Cuando estuve solo, noté que había muchos detalles en ese pequeño cuarto. Inclusive cerca del espejo; sobre un estuche de lápices estaba un pequeño retrato. Era una mujer de cabello rojo como la luna sangrienta, su cara estaba manchada con pecas (muy lindas por cierto). Pero sin duda lo que más resaltaba era la tristeza que su expresión te hacía sentir.

Su uniforme escolar me remontaba a mis días en la academia. Esos recuerdos tan atroces de cuando me gané mi primer tatuaje en la pierna. Juró por la luna que dolió tanto como la mordida de un ludron (Serpiente de dos cabezas que inyectan veneno y escupen gas picante).

Tuve que dejar el retrato en su sitio, esos ojos azules eran capaces de hipnotizarte hasta hacerte sentir tan miserable como esa mujer.

Saqué el libro de mi abrigo. Cuando el cuero tocó mi piel ese ojo parpadeo dos veces; tal como lo había hecho en el callejón. No estaba seguro de qué era lo que debía hacer, no sabía cómo funcionaban los libros mágicos de brujas.

Al inicio, abrí el libro como si fuera uno normal; pero mi sorpresa fue que las páginas estaban en blanco. De inicio a fin, no había ni una sola gota de tinta en ellas. Fruncí el ceño al no saber qué hacer. Me sentía engañado por ese demonio, él había dicho que en cuanto lo abriera averiguaría lo que estaba buscando.

Caminé en círculos por la habitación tratando de idear algo. No debía ser tan difícil ¿cierto? Después de todo; esa cosa no dejaba de ser un libro. Volví a abrirlo con la esperanza de que esta vez encontrara algo en su interior. Inclusive en todo el tiempo mantuve la imagen de Circe en mi mente; creyendo que me diría algo de ella si la imaginaba, pero no pasó nada.

Las malditas páginas seguían en blanco. No había nada que me dijera algo sobre Circe o su paradero.

La frustración hizo que aventara el libro contra la pared que estaba a mi lado izquierdo. Sin querer el libro hizo que el espejo que estaba colgado ahí se cayera. Me acerqué para levantar los pedazos del espejo y evitar que alguien se cortara, pero lo que encontré no fue solo el vidrio roto regado por todos lados. Ahí había una carta.

Tomé el pedazo de papel rectangular con desesperación. En el fondo mi lobo quería creer que Circe era quien había dejado eso ahí, pero cuando la leí supe que no había sido ella.

Si debiera ser sincera; me gustaría confesar que durante las últimas 

semanas he comenzado a perderme. Ya casi no soy capaz de 

reconocerme cuando me veo en el espejo por las mañanas.

A veces veo a Circe en mis sueños y me pregunta ¿Cómo estás? Pero cómo quiere que esté si ya toda mi vida la he perdido.

No es verdad que todo se arregla o

que todo tiene sentido porque llevo meses perdida.

Ese era el mensaje que el pedazo de papel tenía. Junto a un dibujo de una libélula azul ¿Eso era de Artemisa? ¿Por qué pensaba eso? En realidad si quería contestar mis preguntas; debía ir con Artemisa. Solo que el problema era que no podía salir como si su casa fuera la mía.

La única manera que tenía para salir de su habitación era... esperando a que ella subiera. Porque si decidía brincar por la ventana; entonces la gente vería que el Alfa estaba brincando de la terraza del cuarto de un Delta.

Secretos de Alfas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora