Capítulo 15. La Jaula y la Libélula.

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...

Artemisa y yo pasamos demasiado tiempo tratando de pensar como traeríamos a Circe de nuevo a Máni. De hecho pasamos tanto tiempo mirando una y otra vez las cosas que habíamos recolectado de ella que me quedé dormido en el sofá de la ventana.

Mi sueño fue muy extraño, pero tal vez solo soñé con Circe porque llevaba días queriendo verla; aunque sea en sueños.

Soñé que estaba recostado en un cuarto lleno de dibujos extraños. Todos esos dibujos parecían haber sido hechos por un niño pequeño, inclusive la textura parecía de un crayón.

Los garabatos estaban iluminados con violeta, rojo, azul y un poco de naranja. El fondo era blanco, pero todos los dibujos estaban contorneados con negro. Me parecía extraño ese lugar, pero después de todo solo estaba soñando.

Noté que estaba recostado sobre una tabla llena de los mismos dibujos que todo el cuarto. Decidí girar la cabeza al lado derecho, noté que no había nada, ni un mueble o una puerta; mucho menos había personas.

Un par de minutos después giré la cabeza al lado izquierdo pensando que tampoco habría nada pero para mi sorpresa Circe estaba recostada a mí lado ¿Cuánto tiempo llevaba ahí? ¿Por qué no me había hablado? ¿Ella había notado mi presencia?

Estiré mi brazo izquierdo para tratar de llamar su atención. Gracias a la luna ella no estaba muy lejos de mí y logré sujetar su mano. En cuanto mi piel y su piel estuvieron en contacto; ella giró la cabeza hacía mi dirección.

Su expresión no decía mucho, de hecho parecía como si no pudiera verme o tal vez solo estaba ignorándome. Quise levantarme para llamar más su atención; pero no pude hacerlo. Era como si alguien hubiera puesto pegamento en mi espalda y estuviera pegado al piso. Tuve que hablarle:

— ¡Circe! —Grité un poco desesperado—. Soy Einar, por favor mírame —suspiré desanimado—. Regresa

Ella no hizo nada, solo se quedó mirándome sin una expresión concreta. Era horrible esa sensación de tenerla a un lado y no poder hacer nada.

De pronto comencé a percibir el aroma de alguien más. En el aroma de la persona que entró pude percibir ciertas notas de vainilla; solo que no era tan intenso como el aroma que sentía con Circe. Y hablando de eso; Circe no desprendía ese embriagante aroma a vainilla humana.

La persona que estaba en el cuarto con nosotros se acercó a gatas. Cuando estuvo lo suficientemente cerca de nosotros, reconocí a la bruja de la cara pecosa que parecía un eléboro. Ella era quien había secuestrado a Circe.

— ¿Qué quieres de Circe? —le grité enojado—. Déjala ir.

Esa bruja se acercó mucho más a mí. Se posiciono en la parte superior de esa tabla en la que estábamos pegados. Su rostro quedó sobre el mío, así que su cabello cayó a costados de mí; creando una especie de cortina.

Por un momento me detuve a observar con detenimiento el rostro de la bruja. Sus ojos tenían un color que nunca antes había visto, eran de un azul tan brillante que parecía el espectro de la luz lunar.

Inesperadamente la bruja se alejó de mí. En ese momento me di cuenta que si pasabas mucho tiempo observando sus ojos; quedabas atrapado en su mirada. Comencé a negar con la cabeza tratando de salir del trance en el que estaba sumergido, pero fue demasiado tarde.

Cuando me di cuenta, Circe se estaba alejando de mí. De a poco nuestras manos se fueron soltando, yo no tenía fuerza para aferrarme a ella. En cuanto mi piel dejó de tocar la suya; Circe regresó a mirar hacia arriba. Parecía una muñeca sin vida, sin aroma... sin alma.

Secretos de Alfas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora