El hombre perfecto (fiolee)

capitulo 16

El teléfono estaba sonando. Fionna dudaba entre contestar o no. No podía tratarse de más reporteros, dado que Clara ya les había dado la historia que buscaban, pero teniendo en cuenta la hora que era, seguro que quien llamaba era alguien que la conocía y que acababa de oír su nombre por televisión y deseaba hablar con ella, como si sus quince minutos de dudosa fama pudieran de algún modo influir en él por asociación. Fionna no deseaba hacer un refrito de la maldita lista; lo único que deseaba era que desapareciera para siempre.
Por otra parte, podría tratarse de Luna, T. J. o Marci.
Por fin lo cogió al séptimo timbre, preparada para adoptar un acento italiano y fingir que era otra persona.
- ¿Cómo has podido hacerme esto? -le espetó Finn, su hermano.
Fionna parpadeó, intentando cambiar de chip. Dios, ¿es que nunca iba a superar el hecho de que no le hubieran ofrecido a él la custodia temporal del coche de papá?
-Yo no te he hecho nada. No es culpa mía que papá haya querido dejar aquí el coche. Yo preferiría que lo tuvieras tú, créeme, porque ahora tengo que aparcar el mío en el camino de entrada en vez del garaje.
- ¡No estoy hablando del coche! -replicó Finn chillando-. ¡Es por lo que ha salido en televisión! ¿Qué voy a parecer yo ahora?
Aquello se estaba distorsionando. Fionna pensó a toda velocidad, en un intento de buscar una forma en que aquel asunto afectase a Finn pero lo único que se le ocurrió fue que tal vez él no cumpliera todas las condiciones de la lista y no quisiera que Marcy supiera que había condiciones. Hablar de los atributos físicos de su hermano no era algo que deseara hacer.
-Estoy segura de que Marcy no va a ponerse a hacer comparaciones -dijo lo más diplomáticamente posible-. Er... Tengo una olla al fuego, y necesito...
- ¿Marcy? -exclamó él-. ¿Qué tiene ella que ver con esto? No estarás diciendo que está implicada en... en todo esto de la lista.
Cada vez más distorsionado. Fionna se rascó la cabeza.
-Me parece que no sé de qué estás hablando -dijo por fin.
- ¡De lo que ha salido por televisión!
- ¿Qué pasa con eso? ¿Cómo te afecta a ti?
- ¡Les has dado tu nombre! Si te hubieras casado, no conservarías el apellido Bright, pero no, tienes que continuar soltera para que tu apellido siga siendo el mismo que el mío. ¡No es precisamente un apellido muy común, por si no te habías dado cuenta! ¿No se te han ocurrido las bromas que voy a tener que soportar en el trabajo por este motivo?
Aquello era pasarse un poco, incluso para Finn. Por lo general, su paranoia era mucho menos pronunciada. Fionna lo quería, pero él nunca había abandonado del todo la idea de que el universo giraba en torno de él. Su actitud era comprensible al menos cuando estaba en el instituto, porque era alto y guapo y muy popular entre las chicas, pero ya hacía quince años que había terminado el instituto.
-No creo que nadie se fije en eso -dijo con todo el cuidado que pudo.
-Ése es tu problema, que nunca piensas antes de abrir esa bocaza...
Fionna no lo pensó; le salió de manera natural:
-Bésame el culo -replicó, y colgó el teléfono de golpe.

Imaginó que aquélla no era una reacción madura precisamente, pero sí satisfactoria.
El teléfono sonó otra vez. No tenía la menor intención de atenderlo, y por primera vez deseó contar con un identificador de llamadas. Quizá lo necesitara.
El timbre continuó sonando. Cuando hubo contando veinte timbrazos, Fionna cogió el auricular con violencia y chilló:
- ¡¿Qué?!
Si Finn se creía que podía acosarla de aquel modo, a ver que le parecía que ella lo llamase a las dos de la madrugada. ¡Hermanos!
Era Cake.
-Bueno, esta vez sí que la has hecho buena -fue su andanada inicial.
Fionna se frotó el entrecejo; no había duda de que sobre ella se cernía un dolor de cabeza. Después de la pelea con Finn, aguardó a ver qué pasaba con esta otra.
-No voy a poder mantener la cabeza alta en la iglesia.
-No me digas. Oh, Cake, cuánto lo siento -contestó Fionna con voz melosa-. No me di cuenta de que tú sufres la temible enfermedad de Cuello Flojo. ¿Cuándo te la han diagnosticado?
-Eres una exhibicionista. Nunca piensas en nadie más que ti misma. ¿Alguna vez se te ha pasado por la mente, una sola vez, cómo va a afectarme esto a mí, o a los niños? Kimberly Whan se siente mortificada. Todas sus amigas saben que tú eres su tía...
- ¿Y cómo lo saben? Yo no conozco a ninguna.
Cake calló un instante.
-Supongo que se lo habrá dicho Kimberly Whan.
- ¿Tan mortificada está, que ha revelado la relación que la une conmigo? Qué raro.
-Sea raro o no -repuso Cake, rehaciéndose-, resulta de lo más repugnante que aparezcas así en público.
Fionna repasó mentalmente la aparición de Clara en televisión. No había sido tan específica.
-A mí me parece que Clara no ha estado tan mal.
- ¿Clara? ¿De qué estás hablando?
-De la entrevista en televisión. Hace un momento.
-Oh. ¿Quieres decir que también ha salido por televisión? -preguntó Cake cada vez más horrorizada-. ¡Oh, no!
-Si no lo has visto en la televisión, ¿de qué estás hablando tú?
- ¡De lo que circula por Internet! Ahí es donde lo ha visto Kimberly Whan.
¿Internet? El dolor de cabeza estalló en toda su plenitud. Probablemente, uno de los idiotas del trabajo había publicado en la red el artículo del boletín, en su totalidad. Kimberly Whan, que tenía catorce años, ciertamente habría recibido una buena instrucción.
-Yo no lo he publicado en Internet -dijo en tono cansado-. Debe de haber sido alguien del trabajo.
-Con independencia de quién lo haya hecho, tú estás detrás de esa... ¡de que esa lista exista siquiera!
De pronto Fionna se sintió completamente harta; la invadía la sensación de llevar ya varios días caminando por la cuerda floja, estaba tensa hasta el máximo, y las personas que más preocupadas deberían estar por ella y que más apoyo deberían prestarle le echaban broncas. Ya no podía soportar más, y ni siquiera se le ocurría algo mordaz que decir.