capitulo 64

370 26 2
                                    


Maratón 5/5

-Leah Street -dijo con voz ronca cuando contestó Roger-. Ésa es la que lloró en brazos de la hermana de Clara en el funeral.
-La rubia -dijo Roger-. ¡Mierda! Y además encaja perfectamente con el perfil.

Encajaba a la perfección, pensó Marshall. El nerviosismo, la emoción excesiva, la incapacidad para permanecer en segundo plano.
-Tengo aquí el expediente -dijo Roger-. Hay varias quejas respecto de su actitud. No se llevaba bien con la gente. Dios, esto es de lo más clásico. La traeremos aquí para interrogarla, a ver qué podemos sacarle.
-Estará trabajando -dijo Marshall, y en aquel momento se le encogió el estómago en una sensación de alarma-. T. J. ha ido a trabajar hoy. Las dos están en el mismo departamento, recursos humanos.
-Ponte al habla con T. J. -dijo Roger-. Yo salgo para allá.
Marshall buscó rápidamente el número de T. J. en Hammerstead. Al primer timbrazo respondió un mensaje automático, y le rechinaron los dientes. Tuvo que escuchar hasta que la grabación le proporcionó la extensión de recursos humanos, lo cual consumió un tiempo precioso. ¡Maldita sea! ¿Por qué las empresas no usaban personas reales para contestar al teléfono? Los mensajes salían más baratos, pero en una emergencia aquel retraso podía ocasionar problemas graves.
Cuando por fin el mensaje grabado le dio la extensión que deseaba, la marcó. Una voz apresurada cogió el teléfono al cuarto timbrazo.
-Recursos humanos, le habla Fallón.
-Con T. J. Yother, por favor.
-Lo siento, la señora Yother ha salido de la oficina.
- ¿Cuánto tiempo lleva fuera? -preguntó él en tono brusco. Fallón no era tonta.
- ¿Quién llama? -preguntó en el mismo tono.
-El detective Abadeer. Es importante que la encuentre. Escúcheme: ¿se encuentra ahí Leah Street?
-Pues no. -Fallón había cambiado el tono, ahora se mostró mucho más colaboradora-. Ella y T. J. salieron juntas hará una media hora. Los teléfonos no han parado de sonar como locos, y al estar las dos fuera estamos escasos de gente. Ellas...
Marshall la interrumpió.
-Si vuelve T. J., dígale que me llame de inmediato, detective Marshall Abadeer. - Le dio el número. Pensó en la posibilidad de alertar a Fallón de la situación, pero enseguida rechazó la idea; si Leah no había puesto pies en polvorosa, no deseaba alarmarla-. ¿Puede usted pasarme con el despacho del señor Strawn? -Tan sólo Laurence Strawn poseía autoridad suficiente para hacer lo que él quería.
-Sí... claro. Por supuesto. -Calló durante unos instantes-. ¿Quiere que se lo pase?
Marshall cerró los ojos y reprimió un fuerte juramento.
-Sí, por favor.
-De acuerdo. No cuelgue.
Le sonaron en el oído una serie de ruidos electrónicos, y a continuación la voz armoniosa de la secretaria ejecutiva del señor Strawn. Marshall interrumpió su ensayada frase de bienvenida.
-Soy el detective Abadeer. ¿Se puede poner el señor Strawn? Se trata de una emergencia.
Las palabras «detective» y «emergencia» le proporcionaron acceso inmediato a Strawn. Marshall le resumió brevemente la situación.
-Llame a la caseta de la entrada y dé orden que de no dejen salir a nadie, y después póngase a buscar a T. J. Registre todos los armarios de la limpieza y todos los retretes de los cuartos de baño. No se enfrente con la señorita Street, pero no le permita marcharse. El detective Bernsen está de camino.
-No cuelgue -dijo Strawn-. Voy a llamar ahora mismo a la caseta de la entrada.
Regresó al teléfono al cabo de unos treinta segundos.
-La señorita Street salió del edificio hace unos veinte minutos.
- ¿La acompañaba T. J.?
-No. El guarda dice que iba sola.
-Entonces busque a T. J. -replicó Marshall en tono urgente. Al mismo tiempo escribía una nota e hizo una seña a Wayne Satran. Wayne cogió la nota, la leyó y se puso en acción al instante-. Ha de estar en alguna parte del edificio, y tal vez aún esté viva. -Tal vez. Clara había muerto al primer golpe de martillo. Luna no había muerto inmediatamente, pero también había sufrido una lesión cerebral tan grave que falleció antes de desangrarse del todo a causa de las heridas del cuchillo. El forense estimaba, basándose exclusivamente en su experiencia personal, que había sobrevivido quizás un par de minutos tras la agresión inicial. Las lesiones eran crueles y abrumadoras.
- ¿Debo guardar discreción al respecto? -preguntó Strawn.
-A estas alturas, lo más importante es encontrarla lo más rápidamente posible. Leah Street ya ha escapado. Alerte a todo el mundo dentro del edificio para que ayuden a buscarla. Cuando la encuentre, si está viva, haga lo que pueda para socorrerla. Si está muerta, procure preservar la escena del crimen. Ya está de camino el personal de urgencias. -Eso era lo que había hecho Wayne, poner a todo el mundo en marcha. Agentes del orden de varias jurisdicciones distintas convergían ya en Hammerstead, además de personal médico y técnicos de pruebas.
-La encontraremos -dijo en voz baja Laurence Strawn.
El instinto de Marshall, como policía, lo empujaba a acudir a la escena. Pero se quedó donde estaba, pues sabía que podía servir de más ayuda allí mismo.
El expediente de Leah Street estaba sobre la mesa de Roger. Marshall telefoneó al departamento de policía de Sterling Heights y pidió al detective que contestó que buscase en el expediente y le diera el domicilio y el número de teléfono de Leah, más su número de la Seguridad Social.
Al cabo de un minuto el detective cogió el teléfono y dijo:
-No encuentro ninguna Leah Street. Aquí figura un tal Corin Lee Street, pero ninguna Leah.
¿Corin Lee? Dios. Marshall se frotó la frente, sin querer pararse a pensar en qué podía significar aquello. ¿Leah era hombre o mujer? Los nombres se parecían demasiado para tratarse de una coincidencia.
- ¿Corin Street es un hombre o una mujer? -preguntó.
-Voy a ver. -Una pausa-. Aquí está. Mujer.
Quizá, se dijo Marshall.
-De acuerdo, gracias. Es la que estoy buscando.
El detective le leyó la información que Marshall le había solicitado. La copió en un papel, llamó al departamento de tráfico y obtuvo el número de matrícula del coche de Leah y la descripción del mismo

El hombre perfecto (fiolee)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora