capitulo 41

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Nivel 15

Abrió de un manotazo la puerta principal y llevó a Fionna adentro. La sala de estar estaba a oscuras, la única luz se filtraba desde la cocina. Marshall a lluvia. Fionna intentó recorrer aquellos anchos hombros con las manos y se vio estorbada por el bolso y las bolsas de las compras. Con gesto impaciente, dejó caer todo al suelo y acto seguido se pegó a Marshall igual que una lapa.
Maldiciendo, Marshall dio unos cuantos pasos tambaleantes y aplastó a Fionna contra la pared. Buscó el pantalón de ella con manos impacientes y atacó el botón y la cremallera hasta que el botón salió volando y la cremallera cedió. El pantalón resbaló hasta el suelo y quedó arrugado a los pies. Fionna se quitó los zapatos y él la levantó para liberarla del montón de ropa. Inmediatamente enroscó las piernas alrededor de sus caderas, en un frenético intento de pegarse más a él, de fundir los cuerpos de ambos y aliviar aquella ardiente necesidad que la abrasaba por dentro.
- ¡Todavía no!
Jadeando, Marshall inclinó su peso contra ella para sujetarla contra la pared y despegó sus piernas de alrededor de las caderas. Con la caja torácica oprimida por el peso de Marshall, Fionna sólo consiguió emitir el primer gemido de protesta antes de que él enganchara los dedos en la cinturilla de las bragas y tirase de ellas hacia abajo.
Oh.
Fionna intentó pensar por qué quería hacerlo esperar otras dos semanas, como mínimo, tal vez un ciclo menstrual entero. No se le ocurrió nada razonable, teniendo en cuenta que tenía mucho miedo de que la misma persona que mató a Clara pudiera tener en su punto de mira al resto del grupo y que se daría de patadas si muriera sin saber lo que era hacer el amor con Marshall. Allí mismo, en aquel momento, no había nada que fuera más importante que tomar la medida a aquel hombre.
Apartó las bragas de una patada, Marshall la levantó una vez más, y ella volvió a enroscarse alrededor de él. Los nudillos de Marshall le rozaron las piernas cuando se desabrochó los vaqueros y los dejó caer al suelo. Fionna contuvo la respiración cuando cayó la última barrera entre ambos y sintió aquel pene presionar contra ella, desnudo y en celo, buscando. Sintió una oleada de placer que hizo chisporrotear sus terminaciones nerviosas. Se arqueó desesperada buscando más, necesitando más.
Marshall lanzó un juramento en voz baja y levantó a Fionna sólo un poco más para ajustar su posición. Ella sintió cómo la cabeza del pene la sondeaba, suave, caliente y dura, y después una sensación de placer casi increíble que la inundó cuando Marshall cedió ligeramente y dejó que ella cayera por su peso sobre su verga. Su cuerpo se resistió al principio y luego empezó a dilatarse y a aceptarlo, centímetro a centímetro. Sintió que todo dentro de ella empezaba a tensarse a medida que la invadía un mar de sensaciones...
En aquel momento Marshall se detuvo, con la respiración agitada y el rostro hundido contra su cuello. Con la voz amortiguada, le dijo:
- ¿Has empezado a tomar la píldora?
Fionna clavó las uñas en sus hombros desnudos, casi sollozando de necesidad.
¿Cómo podía detenerse en aquel preciso momento? Tenía dentro sólo la cabeza del pene, y no era suficiente, ni mucho menos. Sus músculos internos se contrajeron alrededor de él en un intento de absorberlo más profundamente, y un explosivo juramento salió de la garganta de Marshall.
-Maldita sea, Fionna, ¿has empezado a tomar la píldora?
-Sí -logró decir ella por fin, en un tono casi tan áspero como el de él.
Marshall la aprisionó contra la pared y con un fuerte impulso la penetró del todo. Fionna se oyó a sí misma gritar, pero lo percibió como un sonido distante. Todas las células de su cuerpo estaban concentradas en la gruesa verga que entraba y salía de ella, en su ritmo duro y rápido, y alcanzó el orgasmo de esa misma forma. Sintió un cúmulo de sensaciones explotar en su interior y se arqueó contra Marshall, gritando, sacudiendo las caderas y con todo el cuerpo estremecido. El resto del mundo desapareció por completo.
Él se corrió un segundo más tarde, entrando en ella casi con fuerza brutal. Fionna chocaba contra la pared a cada impulso, resbalando por su propio peso y obligando a Marshall a penetrar aún más profundo, tanto que se tensó convulsivamente y alcanzó un nuevo clímax.
Al terminar, Marshall se apoyó pesadamente contra ella, con la piel empapada de lluvia y sudor. Respiraba agitadamente y su pecho se hinchaba cada vez que tomaba aire. La casa estaba oscura y silenciosa excepto por el repiqueteo de la lluvia en el tejado y los jadeos de los sobrecargados pulmones de ambos. Fionna sentía el frescor de la pared en la espalda, pero resultaba incómodamente dura.
Intentó pensar en algo inteligente que decir, pero su mente se negaba a funcionar. Aquello era demasiado serio, demasiado importante, para hacer bromitas ingeniosas. De modo que cerró los ojos y apoyó la mejilla en el hombro de Marshall mientras el galope de su corazón iba calmándose gradualmente y la parte baja de su cuerpo se relajaba alrededor de la verga de él.
Marshall musitó algo ininteligible y sujetó a Fionna con más fuerza, sosteniéndola con un brazo alrededor de la espalda y el otro debajo de las nalgas, al tiempo que se quitaba del todo los vaqueros y se dirigía con paso inseguro al dormitorio. Todavía estaba dentro de ella, con su cuerpo anclado al suyo, cuando se inclinó sobre la cama y se acomodó encima de Fionna.
La habitación estaba fresca y oscura, la cama era ancha. Le quitó a Fionnala blusa de seda y el sujetador y lanzó ambas prendas al suelo. Entonces quedaron ambos totalmente desnudos, el pecho de él rozando los pezones de ella mientras comenzaba a moverse de nuevo. Esta vez el ritmo fue más lento pero no menos potente, y a cada embestida se introducía hasta la empuñadura.
Para sorpresa de Fionna, la fiebre volvió nuevamente. Creía estar demasiado exhausta para excitarse de nuevo, pero descubrió lo contrario. Se afianzó con las piernas al cuerpo de Marshall y movió la pelvis hacia arriba para ir al encuentro de cada arremetida, aferrándolo, atrayéndolo aún más hacia su interior, y cuando se corrió el paroxismo fue todavía más intenso que los anteriores. Marshall dejó escapar un sonido gutural y alcanzó el orgasmo mientras ella aún temblaba bajo su cuerpo.
Mucho tiempo después, cuando el pulso de ambos se hubo aquietado, el sudor se hubo secado y los músculos volvieron a responder otra vez, Marshall se retiró y rodó hacia un costado con un brazo sobre los ojos.
-Mierda -dijo en voz baja.
Pero como la habitación estaba tan silenciosa, Fionna lo oyó. Un minúsculo acceso de ira la hizo entrecerrar los ojos. Todavía se sentía igual que un fideo flácido, pasado de cocción, por eso aquel minúsculo acceso de ira fue lo más que pudo articular.
-Vaya, qué romántico -dijo en tono sarcástico. El tipo no había podido apartar las manos de encima de ella en toda la semana, y ahora que por fin habían hecho el amor el único comentario que se le ocurría hacer es «mierda», como si toda aquella experiencia hubiera sido una equivocación.
Marshall levantó el brazo con que se tapaba los ojos y giró la cabeza para mirar a Fionna con cara de pocos amigos.
-Supe que ibas a ser un problema desde la primera vez que te vi.

El hombre perfecto (fiolee)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora