capitulo 49

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Maratón 4/4

Cuando Marshall llegó a casa aquella tarde, T. J. y Luna lo estaban esperando en la puerta principal. Eso quería decir que Fionna estaba en su casa y no en la de ella. Eso le gustó. Esperaba que se hubiera puesto cómoda, porque no tenía intención de permitirle dormir en su propia casa hasta que hubiera atrapado al asesino de Clara, y tal vez ni siquiera entonces. Tenerla consigo resultaba demasiado divertido para renunciar a ella, aunque fuera de forma temporal.
Aquel día hacía un calor insufrible, y notaba cómo le resbalaba el sudor por la espalda al entrar en la casa. Dejó sobre la mesa de centro el pesado fajo de papeles, que correspondían a la mitad de los archivos de personal de Hammerstead, y luego permaneció un minuto de pie respirando aquel bendito aire fresco. Una vez rescatados sus pulmones del riesgo de abrasarse de calor, se quitó la chaqueta y siguió el ruido que procedía de la cocina.
Fionna estaba sirviendo cuatro vasos de té helado, lo cual significaba que lo había visto llegar.
-Llegas justo a tiempo -le dijo.
Marshall se sacó la pistola y la placa y las depositó ambas sobre el mostrador, al lado de la cafetera.
- ¿Para qué? -Cogió uno dé los vasos de té y bebió a fondo.
-Estamos planeando organizar un velatorio para Clara. También va a venir su hermana Cheryl.
- ¿Dónde y cuándo? -preguntó Marshall brevemente.
-Mañana por la noche, en mi apartamento -respondió Luna.
-De acuerdo. Puedo ir.
Fionna dijo con expresión perpleja:
-Pero si estamos todas juntas, ¿no vamos a estar a salvo?
-No necesariamente. Precisamente podrían estar proporcionando al asesino una oportunidad de oro para atraparlas a todas de una sola vez. No me entrometeré, pero estaré allí.
Fiionna lanzó un resoplido. Si Marshall estaba en alguna parte, se entrometía. Era una de aquellas personas a las que no se podía pasar por alto.
T. J. le dirigió de soslayo una mirada elocuente.
-Antes de que empecemos, tengo noticias.
-Yo también las tengo -dijo Fionna.
-Y yo -dijo Marshall.
Todos aguardaron. Nadie dijo nada. Por fin habló Luna.
-Dado que soy la única que no tiene noticias, me encargaré de organizar esto.
-Señaló a T. J.-. Empieza tú. Has despertado mi curiosidad desde que hemos hablado por teléfono.
T. J. alzó las cejas en dirección a Marshall, y éste comprendió que le estaba preguntando si era correcto contar a las otras dos lo que había estado haciendo. Como iba a decírselo de todos modos aunque él no se hubiera presentado, le dijo:
-Adelante.
-He hecho copias de todos los archivos de personal para el señor Strawn - contó T. J.-. Me dijo que cierto detective había solicitado verlos, y que él había dado su permiso.
Tres pares de ojos se volvieron hacia Marshall. Él compuso una mueca.
-Me he traído un montón de trabajo de papeleo a casa. También vamos a repasar todos los nombres por si hubiera condenas anteriores o denuncias pendientes.
- ¿Cuánto tiempo te llevará? -quiso saber Fionna.
-Si no surge nada en el ordenador que nos oriente en la dirección correcta, tendremos que examinar todos los archivos y ver si hay algo que destaque, o tal vez investigar más a fondo.
- ¿Un día? ¿Dos días? -sugirió ella.
-Eres una chica muy optimista, tú. -Bebió un largo trago de té.
Luna dibujó una T con las manos para indicar un receso y después señaló a Marshall.
-Ahora es tu turno.
-El forense ha encontrado en el cadáver de Clara un cabello rubio que no le pertenece a ella.
Las tres mujeres se quedaron muy quietas, y Marshall supuso que estaban repasando mentalmente y a toda velocidad qué hombres rubios había en Hammerstead.
- ¿Les viene algún nombre a la cabeza?
-Pues no -contestó Fionna-. Además, lo que tú llamas rubio para nosotras podría ser castaño claro. -Miró a las otras, que se encogieron de hombros-. En el trabajo hay muchos individuos que podrían encajar.
-No bajen la guardia -advirtió Marshall-. También es posible que se le pegara aquel cabello en otro lugar. Es una pista, y cuando lo pillemos, si el ADN concuerda, lo tendremos cogido. Pero tengan un cuidado especial con los tipos rubios.
-Vaya idea más agradable -dijo Luna con aire taciturno-. Me parece que yo soy la única morena de todo el departamento de ventas.
-Voy a examinar los archivos por departamentos, empezando por el de contabilidad, ya que Clara fue el primer objetivo. A propósito -dijo dirigiéndose a T. J.-, gracias por entregármelos clasificados por departamentos.
Ella le devolvió una sonrisa irónica.
-Lo que sea, con tal de ayudar.
Luna tomó de nuevo las riendas de la conversación y señaló a Fionna.
-Ahora te toca a ti.
Fionna respiró hondo. Después de tres compromisos rotos, tuvo que hacer acopio de valor para anunciar que tenía intención de... otra vez... casarse. Lanzó una mirada a Marshall, y éste le guiñó un ojo.
-Marshall y yovamosacasarnos -dijo todo seguido, uniendo las palabras como si así fueran a llamar menos la atención. Si los dioses no se percataban, no podrían dar al traste con ello.
Marshall se tapó los oídos con las manos para protegerlos de la ronda de chillidos que estalló a continuación. T. J. abrazó a Fionna. Luna abrazó a Marshall. Después, no se sabe cómo, todos terminaron abrazándose unos a otros. El grupo resultaba demasiado pequeño sin Clara, pensó Fionna, pero se negó a permitir que las lágrimas echasen a perder aquella pequeña celebración. La vida seguía. Sin Clara era más triste, más vacía, pero seguía de todas maneras.
- ¿Cómo? Quiero decir, ¿cuándo? -preguntó T. J.
-Dentro de tres semanas, cuando sus padres regresen -contestó Marshall-. He estado pensando en celebrar la ceremonia quizás en un juzgado, pero mi familia no cabría de ningún modo, y quieren estar todos presentes.

El hombre perfecto (fiolee)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora