Marshall manejó bien la situación. Salió del garaje y cerró tras de sí el candado para que ningún reportero especialmente curioso pudiera escudriñar el interior y ver a Fionna, aunque ésta pensaba más bien que estaba protegiendo el coche más que a ella. Escuchó junto a la puerta cómo Marshall iba hasta el Viper y decía:
-Perdonen, pero tengo que acercarme a ese grifo para cortar el agua. Apártense, por favor.
Fue extraordinariamente educado. Fionna se preguntó por qué nunca era tan educado cuando hablaba con ella. Naturalmente, el tono que había empleado era más una orden que un ruego, pero aun así...
- ¿Qué puedo hacer por ustedes?
-Deseamos entrevistar a Fionna Bright acerca de la Lista -dijo una voz extraña.
-Yo no conozco a Fionna Bright -mintió Marshall.
-Vive aquí. Según los datos que nos constan, adquirió esta casa hace unas semanas.
-Se equivocan. Soy yo quien compró esta casa hace unas semanas. Mierda, deben de haber cometido un error al registrar la escritura. Tendré que subsanar ese problema.
- ¿No vive aquí Fionna Bright?
-Ya le he dicho que no conozco a Fionna Bright. Ahora, si no les importa, tengo que continuar lavando el coche.
-Pero...
-Tal vez debiera presentarme -dijo Marshall en un tono repentinamente suave-. Soy el detective Abadeer, y esto es una propiedad privada. Están aquí sin permiso. ¿Hace falta que sigamos con esta conversación?
Era evidente que no. Fionna permaneció inmóvil mientras oía varios motores arrancar y alejarse. Fue un milagro que los reporteros no la hubieran oído a ella y a Marshall hablar en el interior del garaje; debían de estar hablando entre ellos. La verdad era que Marshall y ella estaban tan enfrascados en la conversación que no oyeron llegar a los periodistas.
Aguardó a que Marshall viniese a abrir la puerta del garaje. Pero no lo hizo. Oyó un chapoteo de agua y alguien que silbaba sin entonar.
Aquel tipejo estaba lavando su coche.
-Más vale que lo hagas como Dios manda -dijo apretando los dientes-. Si dejas que se seque el jabón, te arrancaré la piel a tiras.
Aguardó impotente, sin atreverse a chillar ni golpear la puerta por si todavía quedaba por allí algún reportero. Si alguno de ellos tenía medio cerebro, se habría imaginado que aunque Marshall hubiera podido encajar dentro del Viper, de ninguna manera se habría gastado tanto dinero en comprarse un coche que tendría que conducir con las rodillas levantadas a la altura de las orejas. Los Viper no estaban pensados para tipos altos con pinta de jugador de defensa de fútbol. A él le iba mejor un todoterreno. Pensó en el Chevy rojo con tracción en las cuatro ruedas y empezó a hacer pucheros. Ella estuvo a punto de comprarse uno, antes de enamorarse del Viper.
No llevaba puesto el reloj, pero calculaba que había transcurrido más de una hora, más bien una hora y media, hasta que Marshall abrió la puerta. El crepúsculo estaba cediendo paso a la noche y ya tenía la camiseta seca; todo ese tiempo había esperado con impaciencia a ser liberada.
-Te lo has tomado con mucha calma -masculló al salir del garaje.
-Bienvenida -replicó Marshall-. He terminado de lavar tu coche, y luego le he dado cera y le he sacado brillo.
-Gracias. ¿Lo has hecho correctamente?
Corrió a ver el coche, pero no había luz suficiente para distinguir posibles churretones. Marshall no se ofendió por su falta de fe, sino que dijo:
- ¿Quieres hablarme de los reporteros?
-No. Quiero olvidarme de todo eso.
-No creo que puedas. Regresarán en cuanto comprueben los datos y descubran que yo soy el dueño de la casa de al lado, lo cual ocurrirá a primera hora de la mañana.
-Para entonces ya estaré trabajando.
-Fionna -le dijo él, y esa vez empleó su tono de policía. Ella suspiró y se sentó en los peldaños del porche.
-Es por esa estúpida lista.
Marshall se acomodó junto a ella y estiró sus largas piernas.
- ¿Qué estúpida lista?
-La del hombre perfecto.
Aquello atrajo su atención.
- ¿Esa lista? ¿La que ha salido en el periódico?
Fionna asintió.
- ¿La escribiste tú?
-No exactamente. Yo soy una de las cuatro amigas que confeccionaron la lista. Todo este revuelo es accidental. Se suponía que nadie iba a ver la lista, pero se filtró en el boletín de la empresa y ahora está incluso en Internet, y a partir de ahí se ha ido formando una bola de nieve. -Cruzó los brazos sobre las rodillas levantadas y apoyó la cabeza en ellos-. Es un verdadero lío. No debe de haber ninguna otra noticia interesante, para que hayan prestado tanta atención a la lista. He rezado para que se produjera un desastre en la Bolsa.
-Muérdete la lengua.
-Sólo una caída temporal.
-No lo entiendo -dijo Marshall al cabo de un minuto-. ¿Qué tiene de interesante esa lista? «Fiel, agradable, con un trabajo.» Vaya cosa.
-Hay más de lo que se ha publicado en el periódico -dijo Fionna con pesadumbre.
- ¿Más? ¿Cómo qué?
-Ya sabes. Más.
Marshall reflexionó un momento, y luego dijo con cautela:
- ¿Más físico?
-Más físico -asintió Fionna. Otra pausa.
- ¿Cuánto más?
-No quiero hablar de ello.
-Pues lo miraré en Internet.
-Muy bien. Hazlo. Yo no quiero hablar de ello.
La enorme mano de Marshall se apoyó en su nuca y apretó.
-No puede ser tan malo.
-Sí puede. T. J. podría terminar divorciándose por culpa de esto. Cake y Finn están furiosos conmigo porque los estoy dejando en mal lugar.
-Tenía entendido que estaban furiosos por lo del gato y el coche.
-Y así es. Se están sirviendo del gato y del coche como pretexto para enfadarse todavía más por la lista.
-Me da la sensación de que son un problema.
-Pero son familia, y yo los quiero. -Hundió los hombros-. Voy por tu dinero.
- ¿Qué dinero?
-Por las palabrotas.
- ¿Vas a pagarme?
-Es lo único honrado que puedo hacer. Pero ahora que conoces la nueva regla sobre provocarme para que diga improperios, ésta es la única vez que te pago cuando es culpa tuya. Setenta y cinco centavos, ¿no? Dos antes, y otro cuando viste a los reporteros.
-Me parece bien.
Fionna fue al interior de la casa y sacó setenta y cinco centavos. Se le habían acabado las monedas de cuarto de dólar, de modo que tendría que pagarle en monedas más pequeñas. Cuando volvió, Marshall aún estaba sentado en los escalones, pero se levantó para guardarse el dinero en el bolsillo.
- ¿Vas a invitarme a entrar, tal vez a cenar?
Fionna soltó un resoplido.
-Venga ya.
-Eso es justo lo que había imaginado. Está bien, entonces, ¿quieres salir a tomar algo?
Fionna lo pensó un momento. El hecho de aceptar tenía sus pros y sus contras. La ventaja más clara era que no tendría que cenar sola, si es que tuviera ganas de tomarse la molestia de preparar algo, lo cual no era el caso. El mayor inconveniente radicaba en el hecho de pasar más tiempo con él. Pasar tiempo con Marshall podía ser peligroso. Lo único que la había salvado antes era que no se estaban en un lugar privado.
Si se estaba a solas con él dentro de su todoterreno, nadie sabía lo que podía ocurrir. Por otra parte, le gustaría subirse a aquel todoterreno...
-No te estoy pidiendo que resuelvas cuál es el sentido de la vida -dijo él irritado-. ¿Quieres tomar una hamburguesa o no?
-Si voy, no puedes tocarme -lo advirtió Fionna. Él levantó ambas manos.
-Lo juro. Ya te dije que no puedes pagarme con nada el hecho de que yo me acerque a ese óvulo tuyo devorador de esperma. Y bien, ¿cuándo vas a empezar a tomar la píldora?
- ¿Quién ha dicho que vaya a hacerlo?
-Yo soy el que dice que deberías tomarla.
-Tú no te acerques a mí, y no tendrás que preocuparte por ello. -Por nada del mundo iba a decirle que ya tenía pensado empezar a tomar la píldora. Se había olvidado de llamar a la clínica, pero lo haría a primera hora de la mañana.
Marshall sonrió abiertamente.
-No se te está dando mal, nena, pero estamos al final del noveno saque y yo voy ganando por diez a cero. Lo único que te queda por hacer es aceptar sin rechistar.
Si cualquier otro hombre le hubiera dicho eso, le habría devuelto su ego deshecho en pedazos. Lo mejor que podía hacer en aquel momento era entretenerlo.
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El hombre perfecto (fiolee)
ФанфикAutor(CREADORA): →Rariana8 en DevianArt ← Representa en Wattpad: @Silence_SWS ¡Muchas gracias! Por leer, votar y comentar. [LA HISTORIA NO ES MÍA] ✅HISTORIA FINALIZADA✅