capitulo 43 MARATÓN 2/3

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Fionna se removió y bostezó. Debería sentirse contenta de haber pasado la noche entera en los brazos de Marshall, pero una idea repentina la hizo incorporarse de un salto en la cama.
- ¡Bubú!
Marshall emitió un sonido que era algo a medio camino entre un gruñido y un gemido.
- ¿Qué?
-Bubú. ¡Debe de estar muerto de hambre! No puedo creer que me haya olvidado. -Salió atropelladamente de la cama-. ¿Dónde está el interruptor de la luz?
¿Y por qué no tienes lámparas en las mesillas?
-Junto a la puerta, a la derecha. ¿Para qué necesito lámparas en las mesillas?
-Para leer, por ejemplo. -Fue recorriendo la pared con la mano, dio con el interruptor y lo accionó. Una luz brillante inundó la habitación.
Marshall se protegió los ojos, parpadeando, y a continuación se volvió boca abajo.
-Yo leo en la sala de estar.
Los ojos de Fionna tardaron un minuto en adaptarse. Una vez que lo hubieron hecho, sus pupilas se agrandaron al contemplar en qué habían convertido la cama. Los cobertores colgaban retorcidos hacia un costado, las almohadas estaban... ¿Dónde estaban las almohadas? Y la sábana bajera estaba suelta en una esquina y hecha un revoltijo en el centro de la cama.
-Santo cielo -dijo perpleja, pero al instante se sacudió a sí misma y buscó su ropa.
Marshall abrió los ojos y se incorporó sobre un codo. Sus ojos oscuros, adormilados y fijos a un tiempo, examinaron a Fionna mientras ésta registraba el dormitorio. Encontró su blusa enredada en los cobertores de la cama. Después se arrodilló para mirar debajo de la cama en busca del sujetador; Marshall se inclinó ligeramente para tener una mejor perspectiva de su trasero moviéndose en el aire.
- ¿Cómo demonios ha ido a parar debajo de la cama? -protestó Fionna recuperando la prenda de su escondite.
-Habrá ido reptando -sugirió Marshall.
Ella le dirigió una sonrisa fugaz y miró a su alrededor.
-Y mi pantalón estará...
-En la sala de estar.
Fionna fue la sala de estar, encendió una lámpara, y estaba en el proceso de desenmarañar el pantalón cuando entró Marshall, completamente desnudo y llevando en la mano unas zapatillas deportivas. Fionna no se molestó con el sujetador, pero sí que se puso las bragas y acto seguido el pantalón y la blusa. Marshall se enfundó los vaqueros y después se sentó para calzarse las deportivas.
- ¿Adónde vas? -le preguntó ella.
-A acompañarte hasta la puerta de tu casa.
Fionna abrió la boca para decir que no era necesario, pero entonces recordó que sí era necesario, al menos por el momento. Se puso los zapatos, metió el sujetador en el bolso y recogió las bolsas de las compras. Marshall extrajo su pistola de la funda y la empuñó con la mano derecha.
-Dame tu llave y quédate detrás de mí -dijo.
Fionna sacó el juego de llaves del bolso, seleccionó la que correspondía a la casa y se la entregó a Marshall.
Había dejado de llover, y la noche había quedado húmeda y cálida. Se oía cantar a los grillos, y la farola situada al final de la calle se veía rodeada de un halo difuminado. Atravesaron los dos caminos de entrada y subieron los peldaños que conducían a la puerta de la cocina. Marshall se guardó la pistola en la cintura mientras abría la cerradura, luego le devolvió las llaves a Fionna y sacó de nuevo la pistola. Abrió la puerta, introdujo una mano y encendió el interruptor de la luz.
Entonces soltó un fuerte juramento. Fionna parpadeó al ver la destrucción que iluminó la luz del techo, y chilló:
- ¡Bubú!
Intentó abalanzarse dejando a Marshall a un lado, pero éste le bloqueó el paso con el brazo extendido y se volvió para que su gran cuerpo le impidiera entrar.
-Ve a mi casa y llama al 911 -ladró-. ¡Vamos!
-Pero Bubú...
- ¡Vete! -vociferó al tiempo que le propinaba un empujón que estuvo a punto de lanzarla volando fuera del porche. Acto seguido, giró sobre sus talones y entró en la casa.
Era policía; en aquella ocasión tenía que fiarse de él. Con los dientes castañeteando, Fionna regresó corriendo a casa de Marshall y entró en la cocina, donde había un teléfono inalámbrico. Lo agarró, pulsó el botón de conexión y marcó el 911.
- ¿Desde dónde llama? -La voz era impersonal y casi carente de interés.
-Er... desde la casa de al lado. -Fionna cerró los ojos-. Quiero decir que estoy llamando desde la casa de mi vecino. Han desvalijado mi casa. -Les dio su dirección-. Mi vecino es policía, y en este momento está registrando la casa. -Llevándose consigo el teléfono, fue hasta el porche principal y observó su pequeña casita en la que ahora se veían luces brillando en dos ventanas. Vio encenderse también la del dormitorio-. Va armado...
- ¿Quién es? -El interlocutor parecía alarmado de pronto.
- ¡Es mi vecino! ¡Diga a la policía que si ven a un hombre medio desnudo con un arma, no disparen, que es uno de ellos! -Fionna aspiró profundamente. El corazón le latía con tanta fuerza que creyó enfermar-. Yo voy para allá.
- ¡No! Señora, no vaya allí. Si su vecino es policía, no se entrometa. Señora, ¿está escuchando?
-Sigo aquí. -No dijo que estuviera escuchando. Le temblaba la mano, lo cual hacía que el teléfono repiqueteara contra su boca.
-Continúe al teléfono, señora, para que yo pueda mantener informados de la situación a los agentes encargados. Ya se han enviado varias unidades a su domicilio, llegarán dentro de unos minutos. Tenga un poco de paciencia, por favor.
Fionna no podía tener paciencia, pero sí podía tener sensatez.
Aguardó en el porche, con las lágrimas resbalándole por las mejillas y contemplando fijamente su propia casa, la cual Marshall registraba metódicamente poniendo su vida en peligro cada vez que entraba en una habitación. No se atrevió a pensar en Bubú. El interlocutor de la policía dijo algo más, pero ella había dejado de escuchar, aunque hizo un ruido para darle a entender que seguía allí. A lo lejos oyó el sonido estridente de las sirenas.
Marshall salió al porche trasero con Bubú acurrucado en su brazo izquierdo.
- ¡Bubú!
Fionna soltó el teléfono y corrió hacia ellos. Marshall le permitió coger al gato y después volvió a guardarse la pistola en la cintura.
-Quienquiera que haya hecho esto no se ha quedado por aquí -dijo Marshall al tiempo que la rodeaba con un brazo y la instaba a regresar a su casa.
Con Bubú a salvo y malhumorado en sus brazos, Fionna frenó en seco.
-Quiero ver...
-Aún no. Deja primero que los técnicos realicen su trabajo, tal vez encuentren algo que nos proporcione una pista de quién es ese cabrón.
-Pero tú sí has entrado...
-Y he tenido cuidado de no tocar nada -replicó él, exasperado-. Ven, vamos a sentarnos. Los chicos llegarán dentro de un minuto.
Fionna recordó que había tirado el teléfono. Lo recogió y se lo entregó a Marshall.
-Aún está en la línea el 911.
Marshall se lo llevó al oído, pero sin dejar de sujetar firmemente a Fionna mientras hacía un sucinto resumen de la situación y decía que la casa se encontraba despejada. Después desconectó, rodeó con los dos brazos a Fionna -y a Bubú- y la estrechó contra sí.
- ¿Dónde has encontrado a Bubú?
-Estaba escondido debajo de esa estantería del pasillo.
Fionna acarició la cabeza del gato, agradecida de que estuviera bien, y a punto estuvo de llorar otra vez. Si algo le ocurriera a Bubú, su madre no se lo perdonaría jamás.
- ¿Tú crees que ha sido él? -preguntó a Marshall en tono grave.
Él guardó silencio por espacio de unos instantes. Las sirenas se oían ya mucho más cerca, un sonido que se hacía cada vez más audible en medio del quieto aire de la noche. Al tiempo que dos coches doblaban la esquina para entrar en la calle, dijo:
-No puedo permitirme el lujo de no creerlo.

El hombre perfecto (fiolee)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora