Parte Treinta y seis: Desesperación.

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Llegue a la misa y tome asiento donde siempre, hace mucho no venía y me sentía un tanto incómodo. Tome aire y Luego de unos tres minutos llegó Arlene, con su hermano.

No sabía cómo actuaría al hermano al verme pero de reojo vi como le decía algo al oído mientras ella me miraba.

Intentaba mantener la mirada enfocada en lo que realmente era importante, pero ella siempre era capaz de llevarse toda mi atención, su sonrisa me encantaba era perfecta y la manera en la que siempre se acomodaba el pelo me parecía muy tierna.

Ella cantaba y reía mientras yo me encargaba de elogiarla mentalmente, su voz era hermosa y ella mucho más. Su outfit de hoy era muy lindo, debía aceptar que aveces se vestía de una manera hermosa, y otras veces me daban ganas de quemarle todo la ropa para que jamas se vuelva a poner eso.

Cuando la misa terminó me puse de pie y camine a la salida.

—Cuanto tiempo —era una amiga de Arlene, solo que no sabía su nombre —. Pensamos que nunca más te volveríamos a ver por aquí.

—Si yo también pensé que nunca volvería a estar aquí —ella me miró como idiota y luego me extendió un papel.

—Bueno yo, Elaine. Quiero hacer una invitación personal al campamento de nuevos integrantes —tome el papel por
Cortesía pero la verdad era que eso no me interesaba —. Es un campamento donde te adentraras a la religión al máximo.

—Gracias.

—Un placer, espero y acudas.

Camine al auto y me recosté de la puerta, por lo menos quería ver a Arlene antes de irme a Vancouver.

La observé hablar con su hermano, tome mi celular para llamar a alguien mientras abría el auto, entre y mientras esperaba que me cogieran la llamada escuche unos ligeros golpes en la ventana.

Baje el cristal y ella me miró.

—¿Tienes hambre? —me pregunto Arlene mientras yo colgaba la llamada, le sonreí y ella subió al auto. 

—¿Que quieres comer? —le pregunté y ella eligió pizza.

No dijo nada en el camino, solo se quedó viendo al frente mientras yo la miraba de reojo como se acomodaba el pelo en cuerda ocasiones, venía con el mismo bulto con el que entró a la iglesia.

—¿Vas de viaje? —le pregunté mientras ella se giró a verme.

—Dormiré este fin de semana en la casa de mi hermano.

Me pase la mano por la cabeza y cuando llegamos a la pizzería no bajamos, ella ordenó y yo solo busque los asientos mientras le pasaba mi tarjeta para que pagara.

—Yo invitó.

—No —le conteste, y le pase la tarjeta a la cajera.

—Yo te pregunté si tenías hambre por lo tanto yo soy la que invita. 

—Ya, supéralo.

Ella rodó los ojos mientras yo le sonreía.

...

Al parecer le encantaba la pizza por que se comió muchos pedazos.

—No pensé que irías a la misa de hoy.

—Ayer te dije que iría.

—Pensé que lo decías por decirlo.

—No —le conteste mientras suspiraba.

—¿Que te pasa? —me pregunto mientras se llevaba el refresco a la boca.

Tentaciones Prohibidas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora