ⅩⅩⅩⅤ | Angustia

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Después de la prueba Lutz y la retirada de Zane a su residencia, la 14va generación continuó con su cotidiano sufrimiento de los jueves hasta someterse en la prueba de la cápsula. Como de costumbre, los asegurados no sufrieron daño alguno. La mitad de la generación se desmayó, y fue entonces que el Principal les dio la potestad de irse y continuar con su día.

Algunos pensarían que todos los que quedaron conscientes, si que se les podría decir así, aprovecharían ese tiempo libre para descansar; aunque eso no podría ser para Deven y Valentino.

Ellos, al borde de la muerte, estaban sentados uno al frente del otro en el cuarto blanco. Solos. Viéndose fijamente.

Era tanto el esfuerzo que ponían en sus miradas que sus ojos temblaban y sus cuerpos sudaban. No fue hasta que la mente de Deven cedió y cayó bajo las órdenes de Valentino, quien le ordenó abofetearse a sí mismo antes de soltarlo de su embobamiento y que cayera sobre su silla, que ambos pudieron tomar un respiro.

—Eres patético... Ni en mis peores condiciones me superas... Qué horrible sería ser tú.

—¡Otra vez! —gritó Deven con desesperación, al intentar reincorporarse.

—¿Cómo que otra vez? No aguanto más. Quiero descansar.

Ambos estaban completamente destruidos. Sus uniformes deportivos ensuciados con barro y manchas de sudor. Sus cuerpos cubiertos de raspones y sus cabellos más alborotados que de costumbre. Ni siquiera sus ojos parecían poder dejar de tambalear.

—¡Otra vez! —continuó pidiendo a gritos Deven.

Valentino chistó.

—Aunque me gusta verte postrado ante mi grandeza, no tengo energía ilimitada. Repito. Quiero descansar.

—Yo también quiero un descanso de ti. Tu voz ya me tiene harto —exhaló frustrado al tirarse sobre su silla. No pudo evitar quejarse del dolor—; pero eso no interesa... Tenemos que mejorar. Tengo que mejorar. Además, nos lo ordenó Dai.

—¿Dai? ¿Qué interesa la Principal? Ella ni siquiera está aquí.

Como si la hubiera invocado accidentalmente, la campanada del elevador anunció la llegada de alguien y ambos vieron como de él se bajó su Principal. Dio un par de vueltas hasta dar con sus reclutas.

—¡Ahí están! Disculpen, ¡se me pasó la hora! —balbuceó la Principal, tambaleándose hacia ellos.

—¿Y a tí que te paso? Te ves peor que nosotros.

Valentino vio con asco la decadente apariencia de su Principal. Su cabello estaba revuelto y enredado. Su bata mal puesta. Su rostro y cuellos rasguñados, y dos pares de bolsas bajo sus ojos.

—Parece que te atropelló un carro...

—Creo que preferiría eso...

Dai casi se cayó en su intento de acercarse a ellos, consiguiendo mantenerse de pie con una mano para seguir su camino.

—¿Todo bien? —le preguntó Deven— ¿Por qué no viniste a la expansión de hoy? El Principal Nilam estuvo esperándote por horas.

—Se me olvidó por completo. Gracias por acordarme. Ahora tengo que ir a buscar a Nilam para darle explicaciones...

—Esta es la tercera vez en la semana que llegas tarde...

—¿Qué quieres decirme, niño? ¿Te atreves a cuestionar mi entrega como Principal?

La Principal soltó un quejido al tirarse sobre la silla que se creó a lado de las de sus reclutas, soltando un largo bostezo mientras rebuscaba algo en sus bolsillos.

El Destino de los CondenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora