Era jueves. Habían pasado tres días desde que Eleanor fue asignada como la tutora de los asegurados y desde entonces, desde las seis de la mañana hasta las ocho de la noche en un aula móvil del piso vacío, los bombardeaba con toda la información que su generación había adquirido durante los últimos tres meses.
Para su sorpresa Felix y Emmet no pusieron objeción y asistieron a cada una de sus tutorías, concentrándose en cada palabra que les decía. En especial Felix, quien, sin la mínima intención de anotar nada de lo que decía, solo se limitaba a verla hablar durante horas.
Para una de sus tantas clases de hoy, Eleanor le pidió a Korhonen un hermoso tren de metal el cual ha accionado con un interruptor en su escritorio para que iniciara su recorrido por el circuito de rieles que rodeaba a los asegurados.
Eleanor había notado el particular interés de Emmet por esa clase de juguetes, por lo que cuando les dijo el dilema que el Principal Nilam les había planteado hacía unos meses tenía toda su atención.
O, por lo menos, eso creía ella.
—Imagínense que este tren se dirige a toda velocidad a un camino donde cinco personas están atrapadas y destinadas a morir y ustedes tienen la capacidad de accionar esta palanca, desviar el tren hacia un camino donde solo hay una persona atrapada; dejándoles a ustedes en una difícil situación por la decisión que deben tomar. El Principal nos explicó que hay múltiples respuestas pero que se podían reducir a cinco opciones, las cuales nos fueron difíciles de obtener.
Felix alzó un poco su mano y la interrumpió.
—¿Y no nos preguntarás qué haríamos nosotros antes de decir las respuestas? —preguntó con una pizca de picardía, luego negó con la cabeza— ¿Qué clase de tutora eres si no nos influyes el pensar?
Eleanor irguió su espalda y lo vio con una ceja arqueada.
—Adelante —contestó confiada y se cruzó de brazos mientras Felix, aún con su cabeza ladeada, soltó un leve suspiro.
—De tan solo verte, sé exactamente la respuesta que diste —dijo desilusionado—. Te aseguro que apenas le plantearon el dilema el más engreído de ustedes alzó la voz y sin pensarlo dos veces declaró victorioso que salvaría a los cinco en cambio de una vida, ¿o me equivoco?
Eleanor borró su sonrisa, pensando en la respuesta inmediata de Valentino.
—Si se hubiera detenido a pensar, podría haber evaluado que quizás estaria sacrificando a una persona mucho más importante que las vidas de las otras cinco juntos, en cualquier aspecto. Aunque eso sería mucho pedir refiriéndonos a ustedes —declaró Felix,d espectivo—. Te aseguro que la mayoría prefirió no intervenir y dejar que fluyera a manos del destino, o mejor dicho, a manos de cualquier otro que se atreva a tomar el control; siendo esa la opción que juraría que elegiste. Pero, a pesar de todo, temo decirte que a mi no me interesa ninguna de esas opciones. Yo tan solo soy el instrumento de un Dios, preparado para cumplir todo aquello que ese que domina mi cuerpo y mente me ordene. Justo igual que Emmet, quien ya le ha hecho caso a su corazón y ha inmovilizado el tren.
Eleanor se sorprendió al ver como Emmet, con una mano sobre los rieles, como si fuera magia, hizo retroceder el tren hasta sus manos para inspeccionarlo, pues ella no tenía idea que el juguete pudiera hacer esa cosa y mucho menos sin el interruptor. No fue hasta el momento que Emmet se eprcató que ambos de sus acompañantes estaban en silencio que, apenado, volvio a colocar la locomotora en su lugar y le permitio volver a su normal funcionamiento.
—La diferencia entre Emmet y yo, es que yo no me rijo por mi corazón. Me rijo por las personas —continuó Felix, con un tono algo chocante, y si algunas de esas personas me ordena que haga la vista gorda, lo haré. Que debo asesinar a uno y salvar a cinco, lo haré. Que salve a uno y asesine a cinco, y lo haré. Que condene a cualquiera y mate al resto con mis propias manos, y lo haré. Que los salve a todos, y lo haré.
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El Destino de los Condenados
FantasyMuerte. Eso era lo único que todos sabian que le esperaba a aquellas almars que eran reclutadas. Algunos intentaban que esa sentencia no los superara y otros directamente perdian todos sus hilos de cordura... ¿Pero cómo culparlos? Tal vez en otra...