Tres

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Tras una semana de mucho trabajo, por fin había llegado el fin de semana. El nuevo edificio nos había dado algún que otro quebradero de cabeza y qué decir de la pintora, me traía por la calle de la amargura con aquella manera tan suya de ser y responder a cada cosa que le decía.

El viernes había podido descansar como merecía. Mi amiga Carmen había reservado cita en el spa del club y entre los masajes y las aguas termales, había quedado como nueva. Mi amiga insistió en que necesitaba también un tratamiento facial para que así, sí salíamos, tuviera más opción de ligar, pero finalmente me negué, puesto que mi cabeza en aquel momento estaba puesta en la comida que iba a tener con mi familia y en la que sabía que iban a estar varios de los próximos inversores de la empresa en la que trabajaba.

El sábado, amanecí más descansada que de costumbre, también tenía que ver con que no había ido al evento de la noche anterior al igual que la mayoría de mis amigas y había preferido quedarme en casa viendo una película con mi amiga Lourdes. No era un plan que soliesemos hacer debido al ajetreo de nuestras vidas, pero siempre merecía la pena pasar un buen rato con mi mejor amiga, por muy distintas que pudiésemos parecer. Después de tomarme mi infusión y prepararme algo de desayuno, fui hacia el armario donde Anabel me había dejado toda la ropa planchada, para ver qué me podía poner para aquel día. Mi madre era bastante de fijarse en esas cosas y no quería fallarle y darle una imagen que no correspondiese.

Dejé todo sobre la cama y me fui al baño a darme una ducha tranquila, hacerme mi rutina facial y ondularme un poco el pelo antes de maquillarme con los tonos que mejor conjuntaban con el traje que había escogido. Me miré unas cuantas veces en el espejo y, cuando me vi perfecta, fui a por el conjunto.

Había elegido un traje de cuadros de vichy, con unas margaritas en uno de los bolsillos y que conjunté con unos zapatos plateados de tacón. Escogí un bolso a juego y, tras varios selfies en uno de mis espejos, llamé a un taxi para que me llevará hasta el club de campo.

Es cierto que tenía coche, pero teniendo en cuenta el calzado que había elegido, no quería llegar allí con un esguince en el pie. El taxista no tardó demasiado en recogerme y, tras veinte minutos atravesando parte de la ciudad, llegué a mi destino.

Aquel sitio era todo lujo. Además, podías hacer cualquier tipo de actividad que se te antojara en el momento, aunque, con tanto lujo, no todo el mundo podía permitirse la entrada, por mucho dinero que tuviese. Aquel lugar estaba reservado a la gente importante, los empresarios más conocidos del país y sus familias, gente perteneciente a la nobleza e incluso podías encontrarte a los famosos sobrinos del rey.

Caminé por los blancos pasillos de la entrada que llevaban hasta el restaurante y, en cuanto atravesé la puerta, pude ver a mi hermano pequeño conversando con un par de chicos que vestían muy parecidos a él y con los que seguramente estaba compartiendo carrera en aquella universidad de negocios tan prestigiosa a la que iba.

- ¿Dónde están papá y mamá? - le pregunté tras saludarle con dos besos.

- Estaban en una mesa de la terraza.

- Vale, nos vemos luego - le dije apretando su brazo suavemente. Tenía bastante buena relación con él, aunque me irritaba que siempre hubiera sido el niño mimado de nuestra casa.

Llegué hasta esa zona ajardinada dónde estaba la terraza y vi a mis padres tomando algo con algunos de sus amigos.

- Buenos días - saludé de manera general y luego me acerqué a dar dos besos a cada uno.

- Hola cariño - me contestó mi padre y pude ver en la cara de mi madre que algo no le gustaba antes de llegar a ella.

- ¿No has sido capaz de ir a la peluquería antes de venir? - me susurró al oído chafándome un poco el buen humor que traía - bastante tengo ya con tu hermana, que cada vez que viene somos la comidilla del club durante una semana.

De momento abril || LuimeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora