Nueve

2.3K 258 36
                                    

Mientras una canción de Camela sonaba en la furgoneta de Amelia a través de Spotify y ella lo daba absolutamente todo, sorprendiéndome al verla cantar con tanta entrega ese tipo de canciones, llegamos al que supuse era el refugio. La morena aparcó poco después el vehículo y las dos nos bajamos para caminar juntas hacia la entrada.

— Hola, Albert — saludó Amelia con una sonrisa — ¿Qué tal? Mira, te presento, esta es Luisita, una compañera de trabajo.

— Encantado, Luisita.

— Lo mismo digo — respondí yo amablemente.

El chico nos acompañó hasta el interior y lo que vi allí me chocó muchísimo. Aquello estaba lleno de jaulas en las que había más de un animal metido. Algunos de ellos se veían enfermos, con heridas, mientras que otros estaban algo mejor y se acercaban a tu paso para que les saludaras. Me agaché un poco para acercarme más a alguno de ellos mientras Albert nos iba contando un poco.

Seguimos caminando, mientras sentía una sensación bastante extraña dentro de mí al ver las condiciones en las que estaban porque, según nos comentaban, no había apenas recursos para mejorar todo aquello y la mayoría de lo que tenían lo dedicaban a los cuidados de los animales.

— ¿Y la nueva camada? — preguntó Amelia.

— Los tenemos aquí aislados. Han dado positivo en parvovirus y ya sabes cómo es esto — contestó un poco apenado.

— Joder — soltó Amelia — Pobrecitos, qué mala suerte de verdad.

— Pues sí. Están por aquí — comentó abriendo la puerta, si me dais un minuto que voy a consultarle primero una cosa a Alicia.

— Sí, claro.

Albert se fue y yo me quedé allí con Amelia sin poder apartar mi vista de los animales que estaban a nuestro alrededor.

— Oye, Amelia — le dije consiguiendo que me prestara atención — ¿Qué es el parvovirus?

— Una enfermedad infecciosa que afecta a los cachorros y puede llegar a ser mortal.

— Ostras, no tenía ni idea. ¿Se van a morir los perritos? — pregunté incrédula — No, me niego.

— Por desgracia, eso no depende de ti. Dependerá de cómo respondan al tratamiento. Por eso para ellos es más importante invertir en medicación y alimentos para los animales que en mejorar las instalaciones.

— Ya, imagino. Jobar, pobrecitos, Amelia.

— Sí — dijo ella pensativa.

Albert salió de la sala y nos dejó entrar con él. Los cachorros estaban en una esquina, junto a otra chica que acariciaba a uno de ellos. Me animó a acercarme, al igual que a Amelia y enseguida no dude en hacerlo y acariciar a uno que se acercaba con dudas hacia mí.

— Hola, bonito — susurré sosteniéndolo entre mis brazos mientras lo acariciaba delicadamente.

— ¿Dónde los encontrasteis? — oí que preguntaba Amelia.

— Al lado de un contenedor. Un chico fue a tirar la basura cuando escuchó un pequeño sollozo, se puso a mirar y se los encontró en una cajita de cartón. Estaban muertos de frío y de hambre.

—¿Pero cómo puede haber gente capaz de hacer eso? —pregunté sorprendida.

—Eso no es nada con todo lo que ves aquí y lo peor de todo es la frustración por no poder ayudar a todos los animales que nos gustaría, por falta de medios...

— ¿Quieres conocer a la reina de aquí? — me preguntó Amelia cambiando un poco de tema.

— Sí, claro.

De momento abril || LuimeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora