Diecisiete

2.5K 266 46
                                    

¿Alguna vez habéis sentido que tenéis que cumplir con cada cosa que os han impuesto casi desde que sois pequeños? Pues esa es la sensación que había descrito mi vida desde que tenía prácticamente uso de razón. Desde que era pequeña, mis padres siempre habían puesto en mí sus ideales de niña perfecta que seguiría su camino y yo, especialmente desde que llegó mi hermano y comprobé lo difícil que era crecer en ese mundo lleno de postureo y frialdad, había intentado por todos los medios cumplir con aquello.

No fue nada fácil y el primer fallo fue cuando decidí que quería estudiar arquitectura en vez de empresariales en la prestigiosa universidad en la que ahora estaba mi hermano, como ellos tenían estipulado. Luego, cada error que mi madre me reprochaba sin motivo sobre mi manera de vestir, de peinarme, de comportarme, simplemente porque no cumplía con los roles del resto de los que ellos consideraban sus amigos, pero que en realidad solo lo eran por conveniencia.

Sin embargo, ahora lo empezaba a ver desde otra perspectiva. Sabía que tenía un camino difícil y que en él podía quedarme sin mi familia al lado, aunque, siempre sabía que María y Lourdes estarían allí, así como ahora Amelia me había demostrado que también.

Amelia... No me creía para nada lo que había pasado el día anterior. Parecía como un sueño, al igual que el lugar donde estuvimos. Ella que iba con esa pose de dura y yo que no pude aguantar más y tuve que soltarselo así, sin filtros, aunque, si hubiera sabido que la de rizos iba a actuar tan bien, quizás podría haber dejado de hacer el tonto, pero, como siempre, el miedo nos frena y yo no me sentía preparada para decírselo, no, hasta que la impulsividad terminó actuando por mí.

Había hablado bastante con ella, más de lo normal después de todo, pero aquel día había decidido desconectar un poco de todo el tema laboral, teniendo en cuenta que tocaba la celebración de cumpleaños de mi hermano Manolín.

El más pequeño de la familia cumplía veinte años y mis padres no iban a desaprovechar la oportunidad de hacerle una fiesta por todo lo alto en el club de campo y así darle algún que otro capricho al niño mimado. Habían invitado a casi todas las familias más influyentes de Madrid y al final aprovechaban este tipo de eventos para continuar haciendo negocios para la empresa familiar.

Mi hermana María también estaría allí a pesar de todo, al igual que mi amiga Lourdes, lo que me tranquilizaba un poco después de los últimos acontecimientos. Sabía que me tocaría fingir ante la mayoría de la gente y estar con mis amigas, pero tenerlas allí era un pequeño punto a mi favor por si necesitaba desconectar en algún momento.

Me había arreglado acorde al evento y había pedido un taxi que me llevara hasta el club. Cuando entré, vi enseguida unos cuantos carteles que se habían encargado de distribuir bien por toda la entrada para que nadie se perdiera la que para mis padres era casi la fiesta del año porque, a decir verdad, tanto el cumpleaños de María como el mío, no tenían nada que ver con esto. Me dirigí hacia donde señalaba una de tantas flechas que había por allí hasta que vi ya a algunas personas copa en mano y a mi padre a lo lejos hablando con uno de los encargados de la sala.

—- Hola, hija —- me saludó con un abrazo y dos besos nada más verme —- ¿Qué te parece? —- me preguntó ilusionado.

—- Ha quedado muy bien —- respondió —- Seguro que a Manolín le encanta todo esto.

—- Y ya verás cuando tu madre y yo le entreguemos su regalo, no se lo va a esperar.

—- ¿Al final se lo habéis comprado?

—- Claro, va a ser la envidia de toda la universidad cada vez que llegue con su coche nuevo.

—- Como para no —- dije, mientras veía a mi hermana llegar y saludarnos a ambos.

De momento abril || LuimeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora