Treinta y tres

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— Venga, Buff, deja a las chicas en paz, que tenemos que volver ya a casa — acaricié un poco el cuerpo de la pequeña para ver si me hacía caso y, una vez se despidió bien de aquellas chicas con las que siempre solía encontrarse, regresamos a casa. 

Había tenido un día bastante cargado de trabajo, pero eso no me había quitado la casi hora de paseo que me había hecho con Buffy. Luisita se había marchado aquel día antes de tiempo del edificio, sin darme opción a proponerle vernos después, así que decidí regresar a mi casa y hacer la que siempre había sido mi rutina. 

— Ahora te lleno el cuenco de agua, dame un respiro — le dije de broma a Buff al ver cómo me daba en la pierna con su patita derecha. 

Dejé su correa y mis cosas en la entrada y le llené el cuenco, viendo cómo se abalanzaba corriendo hacia él. La dejé allí bebiendo tranquila y me fui a la habitación a ponerme la camiseta larga que solía usar para dormir. Regresé a la cocina y abrí la nevera pensando en algo que poder cenar, mientras cogía también el móvil para llamar a la rubia antes de meterme en la cama. 

Terminé agotando los tonos sin que me contestara, así que lo dejé sobre la encimera y empecé a prepararme una ensalada bajo la atenta mirada de Buff, pendiente por si le caía algo. 

— No eres tú lista ni nada — le dije dándole un trocito de pollo que iba a echar al bol. 

De repente escuché el interfono de casa. Me extrañé un poco, pero enseguida mi cara se iluminó sabiendo que seguramente se trataba de Luisita, contesté, viendo que tenía la razón y dejé la puerta de casa abierta para que entrara sin problema. 

— Ya pensaba que me estabas haciendo ghosting — le dije al notar que acababa de entrar en casa — Oye, qué guapa vas, ¿no? — me acerqué a ella y le robé un beso. 

— Tienes media hora para meter en la maleta lo más importante, ni un minuto más, ni uno menos. 

— ¿Cómo?

— Estás perdiendo tiempo, Amelia

— No entiendo nada. 

— Tampoco hace falta, yo preparo lo de Buffy mientras, ya he hablado con tu hermana y se queda con ellos. 

— ¿Y qué meto en la maleta, a dónde vamos, qué tiempo hace? Mañana trabajo por si no te acuerdas. 

— No te preocupes por eso ahora, y solo te puedo decir que metas algo para un lugar en el que hay playa. 

— ¿Cómo no me voy a preocupar, Luisita?

— Se te acaba el tiempo. 

No quise protestar más por el momento y me fui a la habitación. Cogí una maleta que tenía dentro del armario, metí varios bikinis, ropa que me pudiese servir para diferentes escenarios y alguna otra cosa más necesaria. Salí de nuevo y vi que Luisita ya tenía las cosas de Buff y que las dos me estaban esperando ansiosas en la puerta. 

— ¿Lista?

— Creo que sí. 

— Perfecto, tengo el coche abajo, vamos. 

Bajamos las escaleras y, mientras Luisita guardaba mi maleta, yo me encargaba de colocar bien a Buffy en el asiento trasero antes de sentarme en el del copiloto. Me abroché el cinturón y Luisita me miró con una sonrisa mientras arrancaba el coche y seguía las indicaciones del gps en dirección a casa de mis padres. Apenas hablamos durante el camino, la rubia aparcó y salí yo a dejar a la pequeña mientras ella me esperaba en el coche. 

Regresé cinco minutos más tarde y me quedé mirándola mientras ella volvía a ponerse en marcha. 

— ¿Me vas a decir ya a dónde vamos?

De momento abril || LuimeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora